El lunes pasado, el presidente Andrés Manuel López Obrador anunció que durante su visita a Cuba se firmó un acuerdo de salud que incluye la contratación de más de 500 médicos de la isla para enfrentar el déficit que tiene nuestro país, en particular en las zonas más vulnerables; el envío a aquella nación de médicos generales mexicanos para formarse en especialidades y la importación de la vacuna cubana contra el covid-19 para aplicarla en niños.
El mandatario refirió que México tiene déficit de médicos generales y especialistas debido a las políticas neoliberales que dejaron fuera de la educación pública a miles de aspirantes a estudiar medicina, y también señaló que en ocasiones el problema para llevar servicios de salud a la población no es la falta de hospitales, sino de profesionistas que deseen trabajar en los ubicados en zonas con altos índices de pobreza.
En respuesta, representantes de más de 30 colegios, asociaciones y federaciones de médicos especialistas publicaron una carta dirigida al Presidente, en la cual rechazan la intención de contratar a los galenos cubanos por considerarla “una falta grave en contra de los profesionales de la salud de México”. Además de estimar como “agravio para el gremio médico mexicano” la decisión del gobierno federal, afirmaron que los médicos extranjeros “no reúnen las competencias requeridas, no tienen funciones debidamente especificadas, no cuentan con los requisitos establecidos por las leyes vigentes y carecen del aval de los colegios de profesionistas”.
La reacción de las organizaciones médicas ha sido retomada y magnificada por los políticos y los medios de comunicación de la derecha mexicana, en una verdadera exhibición de la histeria contra la revolución cubana que caracteriza a esos grupos. De manera vergonzosa, la animadversión hacia el régimen de la isla se ha antepuesto a las necesidades de millones de mexicanos que no tienen acceso a servicios de salud, sea por la falta de profesionales o por la negativa de éstos a laborar en las comunidades donde se requiere su presencia.
Basta con señalar que, según la Secretaría de Salud, nuestro país arrastra un déficit de 200 mil médicos –al menos 123 mil de medicina general y 76 mil de especialidad– para darse cuenta de la urgencia de reforzar la plantilla de los trabajadores sanitarios del sector público, y de que el número de galenos cubanos es mínimo para tener cualquier impacto en las perspectivas de empleo de los médicos mexicanos. Además, la extrema mezquindad de quienes rechazan la presencia de los profesionales de la isla los lleva a absurdos como cuestionar las competencias de quienes han sido formados en una tradición cuya calidad y espíritu solidario son reconocidos a nivel internacional.
Por ejemplo, en 2017 la Brigada Médica Internacional Henry Reeve recibió el premio Dr. Lee Jong-wook de Salud Pública de la Organización Mundial de la Salud (OMS) por diseminar “un mensaje de esperanza a todo el mundo” al tratar a más de 3.5 millones de personas en 21 países que enfrentaron muchos de los peores desastres naturales y epidémicas desde su creación en 2005.
Tampoco puede olvidarse que, durante la primera etapa de la pandemia, Cuba envió a nuestro país a 700 médicos, cuya participación fue crucial para evitar el colapso de los servicios de salud en los momentos más álgidos de la emergencia sanitaria, por lo que la postura hacia los profesionales sanitarios de la isla debería ser, en primera instancia, gratitud.
Cabe esperar que los desplantes de xenofobia y ceguera ideológica no afecten el trabajo de los médicos cubanos, ya que éste se dará en beneficio del derecho a la salud de los mexicanos, y en particular de quienes encaran mayor marginación.