La reciente propuesta de reforma curricular hacia los libros de texto dirigida por el director general de Materiales Educativos, Marx Arriaga, siguió la línea curricular que por años desapareció y despreció a grupos indígenas de la historia oficial.
Desde la formación de la materia de historia en la reforma de 1992 (Programa para la Modernización Educativa), siendo el historiador Héctor Aguilar Camín el autor de los primeros libros que se utilizaron para impartirla, se decidió omitir las matanzas de grupos indígenas mayas y yaquis, entre otros, y en su lugar propone temas como el del capítulo cinco del libro “Prosperidad Porfiriana” (1992), donde se regodea la productividad económica del dictador, sin mencionar que era a costa de la sangre de millones de personas.
Este mismo proceso colonizador dentro de los textos de historia continuó con las siguientes generaciones de libros (2008, 2011, 2014, 2018, 2019, 2021). El Estado generador de un currículum oculto que busca blanquear su historia, borrando episodios lamentables y sangrientos, sustituyéndolos por una falsa modernidad que obstruye la memoria de los pueblos originarios. El cambio de la Nueva Escuela Mexicana hacia una educación más incluyente continúa debiendo facturas de sangre a los pueblos; esto se puede notar en el estudio del mismo suceso histórico (porfiriato) en el nuevo libro de historia (2021), en el capítulo tres “Del Porfiriato a la Revolución Mexicana” (página 84) se mencionan a grandes rasgos los hechos para nombrar dictadura al porfiriato y pasar rápidamente al capítulo “Porfiriato: estabilidad, desarrollo económico e inversión extranjera” (página 86), donde se sigue enalteciendo la productividad económica sin decir a qué costo.
Estos hechos lamentables cumplen con los objetivos propuestos desde la misma reforma planteada por Manuel Bartlett en 1992, generar la desaparición casi total de la historia de los pueblos originarios, dentro de un ambiente de nuevos paradigmas, como ciencia, razón y progreso. Como lo señala Javier Paredes Maella: “En los libros de texto, se legitima el colonialismo del saber, porque éstos reproducen la organización y los contenidos del conocimiento basado en las disciplinas científicas; otras formas de conocimiento como, por ejemplo, los conocimientos producidos por los pueblos originarios no son consideradas. Además de ser funcionales a las estructuras coloniales y capitalistas de producción, circulación y consumo de conocimientos, sirven también, en su condición de mercancías, a la creación y consolidación de monopolios económicos empresariales. Asimismo, se han convertido en los engranajes que garantizan la separación entre los procesos de producción y la educación, entre producción y reproducción” [CITATION Mae11 /l 2058].
Es de lamentarse la poca importancia que le siguen dando a los pueblos originarios y su historia; la expectativa de cambio educativo que generó la 4T y la transformación curricular continúan siendo una gran pantalla de humo, el currículum oculto neoliberal sigue siendo la bandera detrás de los contenidos educativos. Así como en 1992, las y los maestros seguimos inconformes con la construcción de los materiales educativos que conforman un plan maestro para el desarrollo de una historia diseñada desde el capital. Incumpliendo con una máxima educativa, la transformación social.
Las y los maestros exigimos un cambio real de paradigmas dentro del aula, las propuestas educativas continúan regidas por los intereses económicos despreciando las problemáticas sociales. La materia de historia sigue sirviendo para legitimar un Estado al que le estorba la sangre derramada por los pueblos originarios, un pueblo que desconoce su historia está condenado a repetirla, pero parece importarle poco a la Secretaría de Educación Pública.
* Maestro