Los estupendos reportajes en este diario de Angélica Enciso, Braulio Carbajal, Carla Zepeda, Rocío González, Laura Gómez y Dora Villanueva (3, 4 y 9 de mayo) pintan de cuerpo entero la profunda crisis en el campo mexicano que empezó antes de la pandemia y que se agudiza en medio de la intervención rusa a Ucrania. Al mismo tiempo, el explosivo fraude cometido contra el organismo estatal Segalmex ilustra una de las más graves paradojas: hay pocos recursos públicos disponibles para impulsar al campo y una tajada se la llevan las diversas y escandalosas formas de corrupción.
Problema mundial. El grave problema de alimentos es mundial, como claramente lo expresa la voz insospechada de sesgo gremial de la secretaria del Tesoro de Estados Unidos, advirtiendo que las alzas en alimentos y fertilizantes pueden aumentar el número de personas con hambre. Martín Caparrós se suma a este temor presentando retratos desoladores de lo que es el hambre con rostro humano en América ( El País, 8 de mayo). Y en una muy oportuna entrevista a Carolina Trivelli, experta en esta región en temas relacionados con el hambre, se sugieren varios caminos que los gobiernos de la región deberían transitar. Primero está un plan de emergencia centrado en la población más vulnerable. Segundo, atender el problema específico de la escasez y altos precios de fertilizantes, porque su carencia afecta inmediatamente la producción de alimentos.
Próximamente abordaré la crisis mundial de alimento y en qué se asemeja y se diferencia de las otras grandes crisis alimentarias de este siglo XXI, particularmente la de 2007.
El campo mexicano. Después me concentraré en los problemas que enfrenta el campo mexicano: desde luego la producción de alimentos, pero también los dilemas que se enfrentan en ese ámbito, como las tensiones entre productores y consumidores, pequeños y grandes productores, formas de intermediación desde el coyotaje hasta la oligopolización de los grandes consorcios agroalimentarios, y, en el centro de todas estas tensiones, los retos del desarrollo sustentable.
Empiezo con una discusión del concepto de seguridad humana.
El concepto de seguridad humana fue introducido en 1994 por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo. En dicho documento se menciona la necesidad de transitar del paradigma de seguridad centrado en los Estados nación hacia uno enfocado en los individuos. La premisa de esta idea se centra en que los riesgos a la seguridad van más allá de los conflictos entre países, ya que éstos suelen generarse en primer lugar por las condiciones de vida en que se encuentra una población determinada.
Contra el economicismo. El concepto de seguridad humana estuvo influenciado por la visión de desarrollo que se pronunciaba en contra de las visiones economicistas del desarrollo. Esta nueva comprensión se centró en las libertades y capacidades de las personas ante los obstáculos que impiden su bienestar (Sen, 1985). Estas libertades, en consecuencia, van más allá de los ingresos de los Estados nación representados por el producto interno bruto (PIB) e incluyen otros aspectos importantes para el desarrollo de los seres humanos como la cultura y el medio ambiente.
Derivado de la pluralidad, la seguridad humana sólo puede atenderse desde una perspectiva multisectorial. Es decir, se requiere de la participación e interacción de diversos actores para alcanzarla.
Seguridad y libertad. Para ello es muy importante no confundir la seguridad humana con la atención individual de las personas, donde la organización comunitaria es sólo el espacio por donde transitan los apoyos. Al contrario, la libertad individual debe ser vista como una condición previa para la formación de comunidades con fuertes capacidades internas de organización y relaciones sólidas al exterior para que puedan conformarse como actores de su propio desarrollo.
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