Tres años tuvieron que pasar para que las parejas pudieran volver a bailar en la pista del bar Barba Azul, aquel lugar que desde hace más de 70 años se ha quedado impregnado con el espíritu de un tiempo en que la Ciudad de México descubrió y aprendió su parte nocturna. Cerrado inevitablemente durante mucho tiempo, igual que tantos otros a causa de la pandemia, el centro de baile hoy puede afirmar que sigue ahí, aferrándose a sus raíces; que es necesario; y que bailar cumbias y salsas es todavía anhelado.
En mayo se festeja el aniversario del Barba Azul, ubicado en la calle de Simón Bolívar 291, colonia Obrera, y aunque el lugar no ha podido cumplir con su propósito de retomar sus actividades en el día preciso de su nacimiento, establecido en el cinco del calendario, los esfuerzos hechos por todas las personas que hacen posible el baile y la música en el centro nocturno, lo han alcanzado para no perder el mes de la celebración.
Pero para que el Barba Azul pudiera reabrir sus puertas este fin de semana, han sido necesarios varios meses de trabajo, además de una inversión que pone al lugar en una situación complicada pero optimista al mismo tiempo. En agosto del año pasado, el centro de baile preveía ya la posibilidad de reapertura, pero también había que reparar y dar mantenimiento al espacio. Los trabajos, igual que cuando se trata de restaurar un coche antiguo con la intención de devolverlo a una gloria pasada, comenzaron con una idea sencilla que se fue complicando.
El bar Barba Azul también tuvo que atravesar ese camino, y lo sigue haciendo. Al subir las escaleras, además de los baños, se encuentra una parte todavía inconclusa e inaccesible que en un futuro se convertirá en un nuevo espacio para disfrutar. El cabaret de la Obrera, sin embargo, no ha abandonado su estética colorida, incluso fluorescente. En sus paredes se siguen luciendo las esculturas, en su mayoría femeninas, con las que los primeros visitantes se toman fotos.
Aniversario 72
La noche del jueves, la mayor parte de las mesas alredor de la pista tienen letreros que anuncian: reservado. Poco antes de las diez de la noche, los lugares están casi repletos de un público cuyo principal rasgo es lo heterogéneo. Mientras de un lado de la pista cuatro señoras esperan el arranque de la noche, del otro lado cuatro jóvenes les corresponden, pues lo mismo comparten el gusto por el baile y la música.
Poco después de las diez, la primera orquesta ya ha terminado de alistarse para comenzar a tocar. En tanto, los meseros, portando su distintiva ropa formal, ya han repartido las bebidas usadas para los primeros brindis de la noche. La música en vivo comienza con una versión de Las Mañanitas que resuena en Barba Azul con un ritmo a tono con el ambiente de cabaret.
Inmediatamente después comienzan a sonar temas clásicos de cumbia y salsa. Entre canción y canción, las parejas vuelven a las mesas para hacer los relevos correspondientes. En el Barba Azul hay más mujeres que hombres, de modo que las parejas completamente femeninas casi siempre se ven en la pista.
Doña Olga, mejor conocida como La Mami, también disfruta desde su trinchera del regreso a su trabajo. La pandemia la mantuvo encerrada un tiempo, pero eventualmente la encargada del baño de mujeres tuvo que salir para buscar su sustento. Así que volver al Barba Azul no sólo significa recuperar su fuente de ingreso sino también un ritmo y un espacio al que ya se ha acostumbrado.
Aunque no todas han permanecido tras la pandemia, entre las damas de compañía, antes llamadas ficheras, también hay alegría por el regreso del bar. “Volver aquí es como volver a empezar de atrás, cuando era más joven. Ahorita ya es diferente, pero sigue siendo el Barba Azul que conocí diez años atrás”, describe Marisela Guerrero.
Igual que muchas de sus compañeras, Marisela llegó al Barba Azul buscando empleo. “Venía con temor porque yo no sabía de qué se trataba, pero aquí encontré gente buena onda, y la considero mi familia porque estoy más tiempo aquí que en mi casa”, señala.
Mientras la pista recupera los pasos perdidos con un incesante flujo de parejas, al escenario llega el cambio de orquesta. Por unos minutos, los bailarines descansan y pronto la música recupera la fuerza. Trompetas, timbales, bajos, guitarras y varios sonidos más forman las melodías y los ritmos que despertarán los cuerpos a lo largo de la noche.
Los 72 años que cumple este año el Barba Azul servirán también para recuperar los dos aniversarios que no fueron celebrados. Durante todo mayo, el centro nocturno estará recibiendo a los adeptos que han pasado años anhelado un ambiente como el que sólo se puede vivir en una atmósfera como la del emblemático lugar de la Obrera.