Gabriel García Hernández, coordinador general de Programas para el Desarrollo del gobierno de la República, uno de los hombres más cercanos al Presidente Andrés Manuel López Obrador, renunció ayer a su cargo.
Por la tarde, al salir de Palacio Nacional, en una breve entrevista en la calle anunció intempestivamente su salida. Adujo que volverá al Senado debido a que su suplente, Alejandro Peña, se incorporará a la dirigencia de Morena.
Aseveró que este movimiento no tiene nada que ver con los resultados electorales ni con la operación de los programas de Bienestar o la participación de los servidores de la nación en la vacunación anti Covid.
Hasta el cierre de la edición, ni la Presidencia de la República ni la Secretaría de Bienestar habían hecho algún anuncio al respecto.
En entrevista con La Jornada, García Hernández rechazó que haya sido separado de su función o que su salida signifique una crisis de mitad de sexenio en el equipo responsable de la operación y control presupuestal de los programas sociales de nivel federal.
“Mis compañeros, en presencia del Presidente y del gabinete, me brindaron un homenaje con un aplauso que duró muchísimo, casi lloro. Después de estar ahí, es pura satisfacción”, expresó.
–¿Sale entonces sin conflicto?
–Por la puerta grande, y con una explicación que di al Presidente de que yo podía colaborar (en el Legislativo); la decisión fue mía y le señalé que no podemos dejar ningún frente suelto en la defensa de la Cuarta Transformación.
Por la noche se supo que quien lo remplazará al compañero del proyecto político de López Obrador desde hace varios lustros será igualmente un hombre “de toda la confianza y cercanía con el mandatario”.
A García Hernández se le conocía como superdelegado, por ser el responsable de una estructura integrada por más de 20 mil hombres y mujeres identificados como servidores de la nación.
Dijo que se siente muy orgulloso de todos ellos, y aunque al inicio hubo circunstancias que “ameritaron cambios” –de delegados estatales–, se pudieron sentar las bases para atender de manera prioritaria a los más pobres del país. De ahí que el cambio de coordinador no es determinante para dar continuidad a la estrategia, consideró.
“Creo que el Presidente me dio esta venia porque sabe que la verdadera fortaleza está en los miles de compañeros que a diario atienden a la gente. Entonces, quien dirija, mientras se actúe con rectitud, y el Presidente es quien dirige realmente, no causa ningún problema.
Comentó que el mote de superdelegado lo crearon los adversarios, que en el pasado estuvieron al frente de “feudos” administrativos en los que no se brindaba atención a la gente; ahora se decidió compactar todas las delegaciones en una sola representación, con el principio de austeridad, eficacia y eficiencia en 300 mil comunidades y colonias de todo el territorio nacional.
En ese sentido, dijo que le tiene completamente sin cuidado el eventual costo político de que llegue otro superdelegado –como le han advertido–. porque él ya tiene la satisfacción personal de servir a la gente, acción que “enriquece el alma”.
“Estoy muy feliz. Lo que puedo anticipar es que quien ocupe esa responsabilidad será una persona con gran cercanía y comunicación con el Presidente”, destacó.