La Secretaría de Salud (Ssa) informó ayer que 16 mil 91 personas se contagiaron de Covid-19 y mil 183 de ellas murieron cuando habían recibido al menos una dosis de alguna de las vacunas disponibles. De acuerdo con la dependencia, tanto los contagios como las muertes disminuyen de manera drástica entre quienes ya cuentan con el esquema completo: de los fallecidos, 997 sólo habían recibido la primera dosis y 119 contaban con ambas, mientras que 47 presentaron síntomas tras haber recibido la segunda, pero antes del periodo necesario para que ésta surtiera efecto. Entre quienes recibieron el antígeno de una sola dosis, se registran 651 enfermos y 20 decesos.
En principio, estos acontecimientos no deberían llamar a sorpresa, puesto que en todo momento las autoridades de salud y los fabricantes de los biológicos han sido claros en cuanto a que ninguno de ellos posee una eficacia de 100 por ciento ni provee una inmunidad absoluta frente a la enfermedad. Sin embargo, los casos de contagio y los lamentables fallecimientos entre personas inoculadas han dado pie a notas de prensa que, de manera deliberada o por un manejo descuidado de la información, confunden al público acerca de la eficacia de las vacunas, de la importancia de que cada ciudadano acuda a recibir la inoculación cuando sea su turno, así como de los objetivos y alcances de la campaña gubernamental para aplicar las inmunizaciones.
Sin minimizar el dolor que supone la pérdida de toda vida humana, la información provista debe ponerse en contexto para extraer de ella conclusiones válidas con las que sea posible tomar decisiones responsables. En primera instancia, es necesario considerar que los fallecimientos representan apenas 0.0034 por ciento de los 28 millones 590 mil personas que hasta el pasado miércoles habían recibido la primera dosis, y 0.00068 por ciento de los 17 millones 463 mil que ese mismo día ya tenían el esquema completo. Para brindar un punto de comparación, a inicios de diciembre de 2020, antes de que se aplicaran las primeras vacunas, había muerto 9.33 por ciento de un millón 175 mil enfermos confirmados. Además, como también lo señalaron las autoridades de salud, debe tomarse en cuenta que algunas personas ya estaban contagiadas cuando se les aplicó la inyección, o bien se infectaron en los días inmediatamente posteriores, y ningún biológico proporciona inmunidad instantánea.
En suma, es tan importante atender a las advertencias de los profesionales de la salud en cuanto a que la vacunación no es el fin de la pandemia –y que incluso después de ser inoculados debemos seguir observando las medidas de higiene y sana distancia– como atajar todo amarillismo que siembre suspicacias infundadas en torno a la mejor estrategia de protección con que contamos hasta ahora frente al patógeno. Rechazar las vacunas o adoptar conductas indolentes y temerarias tras recibirlas son ambos comportamientos que únicamente abonan a la prolongación de la emergencia sanitaria y de sus indeseables efectos socioeconómicos.