
Martes 8 de abril de 2025, p. 4
Los caminos de la vida de María Salvadora Coronado, Lucía Baca, Guadalupe Fernández y cientos de familiares que sufren la desaparición forzada de un ser querido convergieron el 8 de mayo de 2011 en las calles de la Ciudad de México. “Mi esposo y yo mirábamos desde la banqueta a ese río de gente que marchaba y coreaba sus consignas, sin atrevernos. Llevábamos una manta con la imagen de nuestro hijo Alejandro Moreno Baca (un ingeniero en sistemas de 32 años desaparecido el 27 de enero de 2011 cuando viajaba solo en su automóvil entre Monterrey y Laredo).
“Pero finalmente dimos el paso y nos incorporamos. Ese fue nuestro primer encuentro con esas masas que gritaban: ‘No están solos’. Muy impactante, no podíamos hablar por el nudo en la garganta, sintiendo por todos lados el mismo dolor”.
De esa primera marcha convocada por el poeta Javier Sicilia (a quien le habían asesinado a su hijo Juanelo en Morelos) surgió el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, que tuvo un proceso de crecimiento muy rápido con las caravanas del sur, del norte y la de Estados Unidos. En dos o tres años el movimiento se dispersó y las familias se reagruparon en nuevas formaciones. Surgieron docenas de redes, plataformas, colectivos, frentes, asociaciones.
Para María Salvadora Coronado, que busca a su esposo Mauricio Aguilar Leroux desaparecido en Córdoba, Veracruz, entrar en contacto con un movimiento de víctimas al igual que ella, con las mismas penas y exigencias de justicia, fue el clavo ardiendo del que se agarró:
“La búsqueda de los primeros tiempos me diezmó. Mis hijos cayeron en drogas, el resto de la familia se hizo a un lado, en uno de mis hijos reapareció el cáncer, tuve dos intentos de suicidio. Todos en mi alrededor me decían: ‘ya déjalo’.
“Pero cuando los conocí y me uní a ese movimiento me dije: ‘de aquí soy’. Me sentí abrazada cuando más lo necesitaba. Ellos no me dejaron tirar la toalla.”
En sus testimonios, muchas buscadoras cuentan cómo encontraron en el activismo los espacios necesarios donde rearticularse. Su búsqueda dejó de ser en solitario y se hizo colectiva. Sólo así pudieron resistir el desprecio y la ineptitud que las familias enfrentan en sus primeros encuentros con las instituciones policiacas y de justicia.
Cuenta Lucía Baca: “A los dos días de estar buscando a Alejandro Moreno en todos lados, entre Monterrey y Laredo, hablando con policías, procuradurías, Federal de Caminos, posibles testigos, Capufe y hasta el Ejército, sólo recibimos respuestas vagas, desprecio, hasta regaños. Tocamos tantas puertas que fuimos a dar con el entonces director de la Policía Federal Luis Cárdenas Palomino (hoy preso, imputado por tortura y fabricación de delitos). Insistimos tanto en verlo que creo que nos recibió por hartazgo. Lo más probable es que a estas alturas su hijo ya ni siquiera esté vivo
, nos dijo así, de sopetón, sin dar una explicación o mayor dato. ¡Cómo se atreve!
, le grité.
Como si se hubiera esfumado
Alejandro Moreno decidió viajar solo de Monterrey a Laredo a visitar a unos amigos. “En esos días (2011, calderonismo) ya se oía mucho de la violencia en el norte, pero como todo mundo piensa ‘si no te metes en nada malo nada te va a pasar’”.
El Mazda rojo de Alejandro pasó la caseta de Sabinas-Hidalgo, Nuevo León, la tarde del 27 de enero. Pero nunca llegó
. En cuanto supimos volamos a Monterrey. Primero fuimos a la PGR, por Escudero. De ahí nos mandaron a la PJ estatal en Gonzalitos. Pero los funcionarios estaban cenando y nos hicieron esperar horas. Finalmente, uno de ellos nos tomó una denuncia simple, ni siquiera un acta circunstanciada.
“El domingo hicimos el recorrido que él había hecho, preguntando por el coche de mi hijo. Y en Nuevo Laredo pusimos otra denuncia en la PGJ y en la Policía Federal de Caminos. Ahí un agente nos dijo como si cualquier cosa: Como a los tres meses aparece. Los tienen y luego los sueltan
.
“En la Cuarta Zona Militar nos tomaron la declaración en el exterior y nos advirtieron: ‘borre nuestro número de teléfono. Es muy peligroso que lo tenga.’”
Lucía Baca llegó hasta conversar por correo electrónico con Margarita Zavala, quien los recomendó con un policía de investigación, Armando Espinosa de Benito (quien resultaría ser uno de los intocables
del equipo de Genaro García Luna, el enlace de los altos mandos de la Policía Federal con el cártel de Sinaloa, según un testimonio vertido en la Corte de Brooklyn durante el juicio del secretario de Seguridad Pública calderonista).
“En octubre detuvieron a uno de apodo Chabelo, responsable de Los Zetas en la zona. Espinosa entonces decide mandar a dos jóvenes policías encubiertos, sin experiencia ni protección. Pasando Sabinas Hidalgo los detiene una patrulla de la Policía Federal. Ellos revelan que son encubiertos y a la media hora los acribillaron”.
La investigación iba dando palos de ciego. Alguien les pasó el teléfono de Consuelo Morales, dirigente de Ciudadanos en Apoyo a los Derechos Humanos de Monterrey, quien propuso viajar a esa ciudad norteña a una reunión. Participaron en mesas de trabajo con la PGR. Así empezó su activismo en el MPJD y en Familias Unidas por los Desaparecidos México (Fundem).
Con el cambio de administración hablaron con el secretario de Gobernación Miguel Ángel Osorio Chong. “Se hablaba mucho de uno al que llamaban El Indio. Se decía que era el ejecutor, el cocinero. Fundem dio a Osorio mucha información de dónde vivía y por dónde andaba, qué camioneta manejaba. Pero nunca daban con él. Un día voy viendo en la televisión la foto de mi hijo y la noticia diciendo que habían detenido al asesino. Todo esto sin avisarnos a nosotros. Al mes siguiente lo envenenaron en el penal de Topo Chico”.
No tendrá usted nada qué ver, ¿verdad?
Lo primero que le dijeron a María Salvadora Coronado cuando acudió a la Procuraduría de Justicia de Veracruz a poner una denuncia por la desaparición de su esposo el 27 de mayo en Córdoba, fue: Usted no tendrá nada qué ver, ¿verdad?
Nítido ejemplo de revictimización.
De entonces a la fecha la investigación no arroja resultados. De la fiscalía veracruzana pasó a manos de la General de la República. Ahí, en el área de desaparición forzada, le tocó una agente del Ministerio Público comprensiva, María de Lourdes Palacios. Pero poco antes de realizar unas diligencias en Veracruz, cayó enferma y murió al poco tiempo. Eso fue en 2018. Después le han tocado cuatro cambios de Ministerio Público, cada uno peor que el anterior
. El actual, Moisés Castro, le advirtió de entrada: Yo soy de la vieja escuela. A mí no me gusta hacer búsquedas con las familias porque son muy problemáticas. Voy a empezar por entrevistar a sus hijos
.
Cuando varias madres se quejaron de estos abruptos cambios de MP sin consultarlas ante Irene Herrerías, la titular de la Fiscalía en Materia de Derechos Humanos, de quien depende la Comisión Nacional de Búsqueda, les respondió lo toman o lo dejan
.
Mauricio había viajado al poblado La Concepción, cerca de Córdoba, donde la madre de María Salvadora tiene una casita. Su hijo Edgar estaba ahí. Iba a recogerlo para llevarlo a unas pruebas de segunda división de futbol. Llegó a La Concepción y salió hacia Córdoba diciendo: Regreso al rato
. Jamás volvieron a verlo.
“Lo primero que hice fue ir a levantar una denuncia a la agencia 2 de Córdoba. El agente que me atendió después de horas me dijo: ‘¿Y no habrá tenido usted nada que ver con su desaparición?’”
En otra ocasión fue a la Procuraduría de Justicia en Xalapa a consultar los avances del expediente. Primero me dijeron que no lo encontraban. Después que el papá de su esposo había ido a Xalapa y se había llevado la carpeta
.
–Pero mi suegro murió antes de que mi esposo naciera.
–Ay, sí, discúlpeme, me equivoqué. Fue su mamá.
La suegra murió sin saber que su hijo estaba desaparecido.
Así nos mienten en nuestra cara. El caso es que la averiguación había sido atraída por la FGR, pero a mí nunca me avisaron.´