La literatura debe transmitir olores, sensaciones, miedos
La más reciente novela de Elaine Vilar obliga a involucrar todos los sentidos para conocer su historia
Jueves 13 de febrero de 2025, p. 4
Las autoras actuales en géneros fantásticos estamos hablando de temas que tienen mucho que ver con lo real y con el mundo que estamos viviendo: profundamente distópico, cada vez más cercano a la ciencia ficción y a lo kafkiano
, dijo la escritora cubana Elaine Vilar Madruga, quien presentó en México su novela El cielo de la selva (Elefanta Editorial).
El escenario de su texto, explicó la narradora y poeta a La Jornada, es la selva, que es también la sociedad en la que estamos viviendo: que nos engulle, rodeada de guerras, de fenómenos naturales, de destrucciones económicas, políticas y sociales, donde las mujeres estamos entregando nuestros hijos a todo eso
.
Vilar Madruga (La Habana, 1989) comentó que quiso contar una historia de terror, pero también que la selva fuera una metáfora de tantas cosas. La realidad, agregó, es también el tema de quienes se expresan en el gótico latinoamericano, el terror o el realismo mágico.
Añadió que la selva podría ser la religión y también ese tejido donde las mujeres escritoras empezamos a quitarnos mordazas para contar las historias de nuestras abuelas y bisabuelas que no tuvieron el privilegio que tenemos algunas ahora
.
La escritora refirió que aún hay mujeres condenadas a obedecer a una voz patriarcal, que debe ofrecer su cuerpo y sus entrañas a la sociedad, a los hombres, a la cultura donde vivimos; obligadas a parir y sin derecho libre al aborto, y, por supuesto, el tema de los feminicidios que atraviesa al mundo de punta a cabo. La selva resume este viaje a través de los círculos del infierno que la vida misma puede ser
.
Explicó que en su más reciente libro intentó un mecanismo narrativo de la curiosidad
para sembrar en los lectores preguntas y dudas: “¿Quiénes son estas mujeres? ¿Qué hacen en este lugar? ¿Qué alimenta la selva? ¿Cuál es el terror que subyace dentro de esta selva que de repente se transforma en roja?
¿Por qué estos niños están asomados por una ventana y observan a su abuela desnuda, riéndose entre los peldaños de la hacienda y aterrorizados porque han tenido un sueño de que la selva otra vez se va a poner roja? Todas estas preguntas son anzuelos de escritura, de curiosidad que uno les deja a los lectores con la esperanza de que puedan engancharse.
Se dijo confiada en que los lectores completen el trabajo que empieza en la escritura y termina cuando ellos interpretan, leen y construyen el texto a su imagen y semejanza en la medida en que va progresando la acción. Es un juego interesante, una especie de complicidad creativa
.
Afín a una expresión que se sienta en la piel, la autora comentó: “No me gusta la literatura intelectualizada. Me gusta la literatura que es más entraña, víscera, corazón, nervio, músculo y piel; la que se pueda sentir, oler y te obliga a involucrar todos tus sentidos físicos para conocer tanto el mundo real como el que la historia está proponiendo, que es real en tanto juegas ese juego increíble de la ficción.
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La literatura debe transmitir olores, sensaciones, miedos y escalofríos. La piel no sólo es el órgano más sensitivo del cuerpo humano, sino el más memorioso que tenemos, por lo tanto la literatura siempre va a estar relacionada con ella.
Mitos y leyendas
Elaine Vilar refirió que en su novela se concretó un trabajo con arquetipos, mitos y leyendas; por ejemplo, la barca que iba a Troya y donde Ifigenia fue sacrificada en pos de la conquista de Ilión, así como el Titus Andronicus y otros guiños a Shakespeare. “La diosa Hécate que tiene los famosos rostros, pero asimismo en los arquetipos de la diosa madre, porque también es un libro que habla de cuerpos y pieles de mujeres más que de otros cuerpos y pieles.
“La arquitectura de esta novela está construida en tres pilares fundamentales y son cuerpos de mujer. Está el de la mujer joven, que no ha parido, la púber, representado por Ifigenia, que está descubriendo el deseo, el placer sexual. Luego están Ananda, una mujer que no desea parir, pero ha experimentado la maternidad biológica, y Romina, que está en un estado profundo de preñez.
“Hay una mujer que va hacia la vejez, Santa, quien ha dejado de menstruar y, por lo tanto, ha dejado de ser ‘útil’ para la selva, que lo que quiere es la carne que las madres pueden entregar bajo la forma de los niños. Finalmente tenemos el personaje de La Vieja. Es un libro creado en torno a esos rostros de mujeres que incluyen las etapas fértiles y las que no lo son.”
La también dramaturga habló de su gusto por una arquitectura del texto que incluya los fluidos corporales en toda su dimensión: “La misma selva suda, lame, sale el vapor de ella. Es una literatura que intenta mi gran utopía: transmitir lo mismo que el teatro en escena.
Cuando un actor sube al escenario suda mucho, involucra su cuerpo, su piel y uno de mis grandes conflictos es que eso no se puede lograr tan fácil a través de lo literario, ya que el cuerpo físico no está involucrado; intento eliminar esas fronteras entre lo teatral y la literatura. Es una de mis grandes búsquedas de escritura, no sólo en esta novela, sino en otras anteriores. También está en la que estoy creando y que saldrá este año
, concluyó Vilar Madruga.