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Bob Dylan: la rencarnación permanente
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▲ Joan Baez y Bod Dylan en la marcha por los derechos civiles en Washington, en agosto de 1963.Foto tomada de Wikimedia Commons
U

na de las canciones por los derechos civiles más populares fue compuesta en 1963, año de la marcha de Martin Luther King en Washington.

La melodía de la canción se inspiraba, según Alessandro Carrera, en un himno religioso, y su letra, en una canción de Bertolt Brecht que dice literalmente que los tiempos cambian: “los planes más audaces de los poderosos no logran sus metas… el grande deja de serlo, el pequeño también… no hay violencia que se imponga”.

Bob Dylan, autor de la canción que con los años se convirtió en un himno laico, había leído a Brecht con Suze Rotolo, su antigua novia, quien era ferviente lectora de Rimbaud y del dramaturgo alemán. Suze era hija de un obrero italiano militante del Partido Comunista en los terribles años del macartismo.

Joan Baez y Bob Dylan marcharon aquel 23 de agosto de 1963. Compartían causas sociales y el amor por la música. Juntos cantaron al lado de Luther King.

Dylan grabó The Times They Are A-Changin’ a los 22 años, el 24 de octubre de aquel año, casi un mes antes del asesinato de John F. Kennedy en Dallas, Texas.

Ante la crecida de las aguas, dice su canción, más vale nadar que hundirnos como piedras. Venid, escritores y críticos, / que profetizáis con vuestras plumas y mantened los ojos abiertos. / La oportunidad no volverá a presentarse. / Y no habléis demasiado pronto, / porque la rueda continúa girando / y nadie sabe qué nombre marcará, / porque el perdedor de hoy vencerá mañana. / Porque los tiempos están cambiando.

Si nos atenemos a las más de 600 canciones de Dylan, en ellas están el amor y el desamor, la lucha por los derechos civiles de los negros, la no violencia y la impronta de la contracultura.

Gracias al libro La Biblia en las letras de Bob Dylan, de Bert Cartwright, sabemos que una constante en sus canciones son las alusiones bíblicas. No debe sorprendernos que así sea. Dylan es gran lector de esa obra. El año y medio de reposo que mantuvo después de un accidente en motocicleta, siendo muy joven, los dedicó a estudiarla y, más adelante, incluso se convirtió al protestantismo, donde la lectura y el análisis de La Palabra es quehacer fundamental. Tal vez no exageró el periodista Michael Corcoran al decir que Dylan con sus canciones hizo una traducción de la Biblia en términos de la calle.

La cinta Un completo desconocido marca muy bien un rasgo de carácter de este genio musical. Me refiero al Festival de Folk Newport, en 1965, cuando Dylan, ya convertido en símbolo por su célebre La respuesta está en el viento, decide no utilizar la guitarra acústica y se vale de la eléctrica. Dylan fue abucheado por los defensores de la tradicional música folk, que lo llamaron a gritos Judas.

A los constantes cambios de Dylan como artista se refirió Enrique Vila-Matas; en varias ocasiones ha dicho que “la gran fuerza de Dylan ha sido no estar nunca donde se le esperaba. Ese es su secreto. No sólo es múltiple en su obra: en su rostro ves todas las edades y todas las etapas por las que ha pasado… Es el paradigma del artista moderno, el que ha buscado siempre nuevos caminos... no anclarse en ninguna situación, cambiar cada día… es la rencarnación permanente”.

Una instantánea que lo retrata bien se la debemos a Leonard Cohen: Cena en París. Los comensales, entre copa y copa, se atreven a preguntar. “¿Cuánto tiempo tardaste en escribir Hallelujah?” Dos años, contesta Cohen, aunque miente a Bob Dylan: en realidad fueron tres. “Y tú, ¿cuánto en escribir I And I?” Quince minutos, aunque sin duda mentía, refiere Cohen: seguramente no había tardado ni 10.

Dylan templó su carrera en tiempos difíciles. Similares a los de hoy. Quizá por eso las preguntas que se hizo a los 21 años no han perdido actualidad. ¿Cuántas veces, por ejemplo, deben silbar las bombas antes de ser prohibidas? ¿Cuántas veces puede un hombre volver la vista fingiendo que no ve? ¿Cuántos oídos debe tener un hombre para oír el llanto de la gente? La respuesta “no está en ningún libro −escribe Dylan− ni en una película ni en la televisión ni en un grupo de debate… está en el viento y como un papel errante tendrá que posarse en algún sitio”.