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Pablo González Casanova, in memoriam
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l 11 de febrero de 1922 nació don Pablo y tras una muy larga y fructífera vida, falleció a los 101años, el 18 de abril de 2023. Hoy que sería su cumpleaños, compartiré algunas reflexiones sobre su destacada trayectoria intelectual y política, siempre de la mano de la ética que le dio congruencia y reconocimiento en especial, en Latinoamérica. Para mi generación su libro La democracia en México (1965) nos acercó a la mirada crítica sobre el telón de fondo del régimen autoritario que prevalecía en el país. Cuestión que de ninguna manera fue bienvenida desde el poder. Por cierto, hoy día continúa abierta la necesidad de pensar y repensar que tan lejos o tan cerca estamos de eso que se llama democracia.

Los muy amplios aportes de Pablo González Casanova continuaron con ejes centrales como las relaciones sociales de explotación, las estructuras del colonialismo interno, la lucha por la democracia, la soberanía de América Latina, entre muchos campos que le llevaron a centrarse en el análisis detallado del capitalismo sin dejar de lado una visión crítica a los determinismos que han estado presentes en ciertas corrientes tanto históricas como políticas. A lo largo de su vida abordó tanto la formación del Estado en América Latina, la conquista, las intervenciones extranjeras, la lucha por la tierra, por el territorio y por el planeta tierra, el pensamiento latinoamericano, la formación del pensamiento progresista en México, la universidad, el Sur como lugar de lucha política, la guerra, la paz y el futuro de la humanidad que se constituyó en una preocupación central. Sus aportes no se pueden centrar en una sola disciplina, pese a que el defendió la de sociología, fue historiador, politólogo; sin duda, también abrió la temática de las ciencias de la complejidad y lo que hoy se denomina cambio climático.

Aquí es importante destacar un rasgo central de su filosofía y práctica de vida. Lejos de ser un intelectual encerrado en los espacios académicos, mantuvo la mirada y práctica de estar de lado de los movimientos sociales y políticos. Su cercanía con Cuba y en especial con Fidel Castro fue una constante. Alguna vez me dijo con mucho orgullo: Soy el único mexicano que ha hablado en la Plaza de la Revolución en La Habana.

También, como sabemos, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional le otorgó el grado de comandante en justo reconocimiento a su cercanía permanente y acompañamiento incondicional, que públicamente se inició cuando formó parte de la Comisión Nacional de Intermediación junto con otros destacados integrantes, como parte fundamental en el proceso de diálogo entre el EZLN y el gobierno federal, la cual presidió su muy cercano amigo, el obispo Samuel Ruiz (†).

Como parte de su opción vital por la justicia, uno de los ejes fuerza de su pensamiento y acción fue la convicción de que la educación pública y gratuita a todos los niveles debería ser una prioridad, y lo fue para él en el ámbito de la educación superior y en su alma mater, nunca mejor dicho. La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), que fue el asiento de diversas tareas institucionales de creación y dirección, así como desarrollo de proyectos de investigación que coordinó con rigor, como lo hizo en su lamentablemente breve rectorado, de 1970 a 1972, donde impulsó la Creación del sistema de Colegios de Ciencias y Humanidades (CCH) y la Universidad Abierta.

Con gran convicción señalaba: “El futuro de la humanidad, si la humanidad tiene futuro, está en nuestra América y en nuestra América la UNAM representa una de las principales universidades del mundo y la principal de América Latina.

Tuve la fortuna de tratarlo de manera personal desde 1996, a raíz de mi participación en el Grupo Paz con Democracia promovido por él y por Luis Villoro (†). Derivado de la cercanía de quienes lo integramos, a distintos niveles, con el movimiento zapatista. En el grupo fue un activo promotor de análisis y debates que culminaron con un Llamamiento a la nación mexicana, difundido hace ya 16 años. En esa experiencia valoré su inquebrantable compromiso político, la paciencia e insistencia para lograr que colocáramos la mirada en un horizonte más trascendente que el relato de la coyuntura, con energía para sostener sus puntos de vista y a la vez escuchar los nuestros. Todo ello generó lazos sólidos de afecto que para mí fueron un auténtico privilegio.

No tengo la capacidad para elaborar duelos y sin embargo me atrevo a anotar que don Pablo asumió su partida. En su última etapa yo le hablaba por teléfono y al preguntarle cómo estaba, invariablemente me respondía: Son muchos años. En efecto lo fueron y nos dejó un legado que es necesario difundir sin encerrar, sólo en las paredes académicas, las reflexiones que él consideraba necesarias para superar la mera reproducción mecánica de la crítica al capitalismo, pues él insistió en que ello no es suficiente para sustentar que otro mundo es posible.