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Ver día anteriorMartes 11 de febrero de 2025Ediciones anteriores
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El desmadre trumpiano
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rump no es una anomalía sino un síntoma. EU vive una crisis de consenso: no es más una fuerza hegemónica de dirección cultural sobre el mundo. Redujo sus instrumentos de dominio al desnudo poder económico de sus empresas y a su brutal fuerza militar. EU nació al mundo en el último tercio del siglo XIX como una fuerza arrolladora única, científica y tecnológica, que impulsaba el desarrollo industrial. Ese momento se volvió historia disuelta en la historia planetaria. Una gran parte del mundo accedió al conocimiento. La economía de EU es cada vez una fracción menor de la economía mundial. Su fuerza militar tiene rivales de poder similar. El mundo sabe que su nivel de ingreso en gran parte obedece a ventajas acaparadas al término de la Segunda Guerra Mundial, como imponer su propia moneda como el medio de intercambio universal.

Trump expresa de modo exacerbado las crudezas del poder menguante de EU y grita impotente su eslogan señero: MAGA, Make America great again. ¿Por qué hacer a EU grande otra vez? Justamente porque sabe, como todo el mundo, que EU se ha ido empequeñeciendo y le resulta intolerable. Por eso atiza golpes a diestra y siniestra con el fin de aterrorizar: soy el más cabrón del barrio y la razón me importa un carajo. Hacer a EU grande otra vez, no es ajeno a sus ásperas pulsiones de inversionista inmobiliario y de mercader enloquecido: qué bello vender de todo, gorras, camisetas, zapatos, biblias y más y más, incluido un librito sobre el intento de asesinarlo; cuesta 99 dólares, o 499 con su firma; y quiere más propiedades, quiere a Gaza y construir rascacielos ahí y crear la Costa Azul de Medio Oriente, y saltar echando piruetas como Rico McPato. En acumular más pondrá las mayores energías. Conocerlo mejor debe ser parte de las decisiones de cómo enfrentarlo.

En la última edición dominical del portal SinPermiso podemos hallar los siguientes títulos: Contra Trump, miedo o resistencia (Harold Meyerson); No le creas (a Trump) (Ezra Klein); Trump: el acoso como forma de gobernar (Adam Tooze); El teatro de la crueldad de Trump (Henry A. Giroux). En Project Syndicate, Dani Rodrik escribe: Cómo no responder a los aranceles de Trump. Va conformándose una línea discursiva que llama a justipreciar el poder y los alcances reales del lenguaraz.

Dice Giroux: “La relección de Donald Trump… marca un punto de inflexión político…, el ascenso de un orden cadavérico, una nación que se endurece bajo el peso de su propia decadencia. Su segundo arribo es menos una victoria que una marcha fúnebre, una procesión espectral de hombres huecos con corbata roja y andares rígidos”. Dani Rodrik, escribe: Todo el mundo sabe que un matón de patio de colegio debe ser enfrentado con una oposición decidida si se quiere disuadirlo. Pero cuando se trata de los desquiciados aranceles comerciales de Donald Trump, la mejor respuesta es mantener la calma, retroceder y dejar que el matón siga golpeándose a sí mismo. Ezra Klein resume unas tesis de Steve Bannon: “‘Si se abruma a los medios de comunicación, si se les da demasiados temas para examinar, todos a la vez, si se les mantiene moviéndose de una cosa a otra, no puede surgir una oposición coherente. Incluso pensar de manera coherente es difícil’. Las primeras dos semanas de Donald Trump en la Casa Blanca han seguido la estrategia de Bannon como un guion. El punto es la inundación. El objetivo es el agobio. El mensaje no está en una sola orden ejecutiva o anuncio. Está en el efecto acumulativo de todo”. Adam Tooze señala: El poder del acoso no es lo mismo que el autoritarismo, la tiranía, la dictadura o la represión. El acoso implica el uso del poder para humillar, así como para intimidar, herir o coaccionar. El acoso es transgresor y excesivo. Va más allá de la policía, el castigo o la coerción convencionales y, sin embargo, también es menos. Es menos intencional e instrumental que otras formas de poder. La prensa internacional contiene ya una larguísima lista de reflexiones para retratar al magnate maromero. No obstante, cuidado, el poder herido puede dar zarpazos horribles.

El debate en EU sobre los aranceles trumpianos está a todo lo que da. Algunos, como el propio Trump, imaginan que van a enriquecer a EU y a inaugurar una nueva época productiva. Las posturas van desde quienes creen que los aranceles le darán una nueva vida, hasta quienes ven claramente un autoflagelo. Debería ser evidente que EU no es una economía industrial emergente que necesita proteger a sus nuevas industrias de sus competidores poderosos. EU es una economía madura con una industria en declive que no se recuperará con aranceles a las importaciones chinas o alemanas. Los empresarios gringos no iniciarán el montaje de una industria en EU en el periodo de Trump, porque apenas durará cuatro años. Tiempo muy insuficiente para montar un nuevo proyecto de inversión. La industria de EU montada en territorio de EU no inagurará una nueva historia con la varita mágica arancelaria de Trump.