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La coalición de Trump se desintegrará
E

l trumpismo es una respuesta neofascista de extrema derecha a la crisis social y económica de la clase trabajadora y a la crisis de legitimidad del Estado que esta crisis socioeconómica ha producido. La clase trabajadora estadunidense ha experimentado una desestabilización continua de sus condiciones de vida durante este último medio siglo de globalización capitalista y neoliberalismo, con un deterioro particularmente agudo desde el colapso financiero de 2008 y a raíz de la pandemia de covid-19. Se enfrenta a una precariedad creciente, inestabilidad laboral, desempleo y subempleo generalizados y en aumento, salarios miserables, marginalización y descomposición social, inseguridad alimentaria y crisis de atención médica, infravivienda y sinhogarismo.

En 2023, más de 100 mil personas murieron por sobredosis de opioides por tercer año consecutivo y las cifras crecieron, reflejo de una crisis explosiva de salud mental que refleja a su vez la crisis social y económica. Desde 2021, la inseguridad alimentaria aumentó 40 por ciento y, durante ese lapso, la pobreza creció 67 por ciento. Más de la mitad de los hogares de clase trabajadora viven en la pobreza o justo por encima de la línea de pobreza, aunque los datos oficiales disfrazan el alcance de la pobreza al establecer un nivel ridículamente bajo. Según el gobierno federal, 38 por ciento de hogares carecen de dinero suficiente para cubrir un gasto de emergencia de 400 dólares, frente a 32 por ciento en 2021. Más de la mitad de los hogares estadunidenses no reciben un ingreso estable y dependen de oportunidades de trabajo contingentes a medida que se presentan, mientras 80 por ciento informa que vive de sueldo a sueldo.

El Partido Demócrata abandonó a la clase trabajadora multiétnica hace muchos años. Desde la era Clinton ha sido un partido del neoliberalismo, de los multimillonarios de Wall Street, del complejo militar-industrial y de la guerra. Trump presentó un discurso populista que hablaba de la creciente inseguridad socioeconómica y la ansiedad social generalizada. Se las arregló para proyectarse como outsider político dispuesto a luchar contra la élite de Washington en defensa del hombre común. Manipuló el descontento masivo con este discurso populista, racista, nacionalista y neofascista con falsas promesas de resolver los problemas socioeconómicos de las masas. Convirtió a los inmigrantes en chivos expiatorios y cosechó el descontento masivo con los demócratas y el establishment.

El trumpismo 2.0 no representa una ruptura con lo que ocurrido en el último medio siglo, sino su punto final lógico, eliminando cualquier barrera restante a la acumulación desenfrenada de capital y culminando la contrarrevolución neoliberal. El equipo de Trump ha prometido eliminar cualquier regulación restante sobre el capital, recortar masivamente el gasto social, incluida la seguridad social (pensiones), reducir los impuestos al capital y a los ricos, expandir el aparato estatal de represión y vigilancia, y anular los pocos mecanismos restantes de rendición de cuentas democrática.

Este gobierno propone lograr esto restructurando el poder estatal para ponerlo bajo el control más directo del capital, es decir, consolidando la dictadura del capital trasnacional mediante nuevas dispensaciones políticas, incluida una vasta expansión de los poderes de la presidencia. Sin embargo, hay una enorme brecha entre la intención de Trump y su capacidad real para lograr sus objetivos. La crisis política de legitimidad del Estado y la crisis social de la clase trabajadora deben verse, más allá de EU, en el contexto de la crisis general del capitalismo global y en particular en su dimensión estructural, la sobreacumulación. El estancamiento crónico ejerce una creciente presión sobre los agentes políticos y militares del capital trasnacional para que abran espacios de acumulación. La clase capitalista trasnacional (CCT) y sus agentes deben emprender búsquedas cada vez más desesperadas de salidas para descargar el capital sobreacumulado. Esto hace que el sistema se vuelva cada vez más peligroso.

Los estadunidenses de la CCT han tomado un control más directo del Estado. Trump ha elegido a 13 multimillonarios para su gabinete. El hombre más rico del mundo, Elon Musk, actúa de copresidente no electo. Las corporaciones y los multimillonarios, especialmente de los sectores de la alta tecnología, financiero y energético, canalizaron millones sin precedentes al Comité Inaugural de Trump para garantizar que sus intereses estuvieran representados. El bloque hegemónico emergente del capital reúne a la tecnología y las finanzas con el complejo militar-industrial y el capital farmacéutico, las grandes petroleras y el sector inmobiliario también representados, con el capital financiero trasnacional en la cúspide.

Esto ocurre junto con una rápida polarización política a medida que el centro se derrumba, con la insurgencia de la extrema derecha neofascista y en control del Partido Republicano y de los tres poderes del gobierno. Trump no puede representar los intereses de los trabajadores y del capital y no tiene intención de abandonar el capital. Aparte de la extrema derecha organizada en milicias racistas y neofascistas como las que irrumpieron en el Capitolio el 6 de enero de 2021, Trump tiene una base de masas en un sector de la clase trabajadora. Estos trabajadores esperan que Trump mejore su situación económica, pero no sucederá. Por el contrario, en la medida en que Trump tenga éxito, la situación de los trabajadores se deteriorará más. La coalición de Trump se desintegrará. La desilusión se instalará y, al final, su base de masas se desintegrará. Estas son las condiciones para que se desarrolle una opción popular de izquierda, pero también son condiciones bajo las cuales la tendencia fascista podría consolidarse en un abierto fascismo del siglo XXI.

Las clases dominantes temen levantamientos populares de masa y se han preparado para ello. Es casi inevitable que la fiesta del capital se derrumbe. Cuando eso ocurra, y cuando las protestas masivas se intensifiquen, se desatará aún más el estado policial global. Pasaremos muy rápido a una escalada del conflicto social y político. Trump prometió durante toda su campaña tomar medidas enérgicas contra el disenso político. La brutalidad absoluta del capitalismo global, como se exhibe ahora en todo el mundo, acabará saliendo a la luz y en EU nos pasará la factura.

*Distinguido profesor de sociología. Universidad de California en Santa Bárbara