Opinión
Ver día anteriorMartes 4 de febrero de 2025Ediciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Racismo neoimperial: la preceptora del rey de España
M

arcelo Gullo es un político argentino que publicó en 2021, 2022 y 2023 sendos librotes que hacen ver ingenua la obra completa de los falsificadores de la historia mexicanos. Sin detenernos en su sorprendente productividad académica, vayamos al segundo de dichos libros: Nada por lo que pedir perdón, en el que brillan todos los clichés de racismo y falsificación de la historia que mencioné hace dos semanas en estas páginas. Mostremos sólo algunas joyas: tras regodearse en el horripilante canibalismo azteca escribe que los guerreros que tomaron Tenochtitlan y Cuzco eran los nietos y los hijos de las mujeres que aztecas e incas habían violado a discreción y “de las más de 20 mil víctimas que cada año los aztecas llevaban a la pirámide de Tenochtitlan para arrancarles el corazón y distribuir las extremidades entre la nobleza para que las esclavas cocinaran el suculento tlacatlaolli”; y por ello, “para la mayoría de los pueblos oprimidos de Mesoamérica… no hubo invasión española de América, sino liberación del imperio antropófago de los aztecas”. Y se sigue de frente hasta la reductio ad Hitlerum. Y luego transfiere el canibalismo horripilante de los aztecas ¡a todos los pueblos originarios de América! Por ello los indígenas de hoy deben seguir agradecidos con sus libertadores españoles que, además, trajeron la civilización y la verdadera religión (la palabra verdadera es de mi cosecha, pero es evidente).

Dejemos el resto del libro, pero veamos su método. Asegura, por ejemplo, que de las atrocidades perpetradas por los españoles durante la conquista, solo existe el falso testimonio de un único testigo, Bartolomé de las Casas. Miente con todos los dientes: los propios cronistas, incluido Hernán Cortés, hablan en numerosas ocasiones, sin tapujos, sobre matanzas, saqueos y esclavizaciones perpetradas en 1520 y 1521 (sin hablar de las guerras interminables que siguieron, algunas de ellas abiertamente de exterminio, que no acabaron sino en 1821) y todas las fuentes de tradición indígena hablan del sitio de Tenochtitlan refieren las matanzas y violaciones masivas de 1521. Fuentes primarias que hablen de esas atrocidades, sobran. Como eso, cien en todo el libro, por ejemplo, “¿Cuántos libros hay que critiquen la política de exterminio de ‘pieles rojas’ llevada a cabo primero por Gran Bretaña y luego por Estados Unidos?... Al menos yo no conozco ninguno”. ¿Cómo decirle que hay decenas, cientos de libros que lo hacen?

Finalmente, el objetivo del libro (en una especie de conclusiones) está muy claro: citando a Lewin Hanke dice que la conquista de América fue uno de los mayores intentos que el mundo haya visto de hacer prevalecer la justicia y las normas cristianas en una época brutal y sanguinaria, y por su cuenta agrega Gullo: ese intento convirtió a España en una excepción en la historia de la humanidad: ni antes ni después una nación se comportó de esa manera.

Ahora bien, ¿por qué de entre 30 o 40 propagandistas llenos de premios y honores, de cátedras universitarias, de espacios en las redes y los medios tradicionales y alternativos empecé por Gullo? Porque el libro en cuestión está prologado por doña Carmen Iglesias, condesa de Gisbert, quien, para que quede claro el carácter con que escribe el prólogo, lo firma como Directora de la Real Academia de la Historia y miembro numerario de la Real Academia Española. Y así empieza:

Si el anterior libro de Gullo, Madre patria, impactó por su solvencia investigadora, su buena escritura y su valentía al adentrarse con firmeza en una temática sobre la historia de América y de España tan controvertida, tan falseada y llena de prejuicios asentados, este se adentra en lo que ha sido y sigue siendo la némesis de la falta de autoestima de nuestras naciones y un tópico siempre a mano para hacer callar cualquier intento explicativo: la leyenda negra.

Tres de los latiguillos comunes de esta corriente, llamémosla historiográfica, aparecen en este primer párrafo: la falta de autoestima, resentimiento, trauma o como se quiera llamar de nuestros países y con ello, la Iberósfera o Hispanoamérica de la que estos señores se sienten los verdaderos portavoces, preparadores ideológicos del liderazgo del rey de España; y por supuesto, la infaltable leyenda negra, según la cual, el colonialismo español es un invento de los enemigos de la muy cristiana, libertadora y civilizadora España.

Y, como escribí hace 15 días, se trata de una rabiosa reacción contra la carta de Andrés Manuel López Obrador: “Gullo ha dado un título brillante y valeroso a este libro: Nada por lo que pedir perdón. En una mezcolanza político-moral-populista-victimista, es conocida la pretensión de petición de actos, fundamentalmente políticos, de reconocimiento de culpas, 500 años después de acontecimientos históricos complejos. […] No hay nada por lo que perdonar. Los españoles llevaron a América su cultura, su religión, su lengua, su organización social, los valores de la civilización occidental, todo lo que eran y tenían”.

Por tanto, la corona española no tiene que pedir perdón a los indígenas: éstos tienen que agradecerles su liberación, su civilización y la verdadera religión. Termino: la ilustre condesa no solamente es la directora de la Real Academia. En todas sus semblanzas aparece que fue tutora de la infanta y preceptora del príncipe de Asturias, que hoy en día es su majestad el rey. Esa es la idea, la concepción de la historia del jefe del Estado español (el tercero desde 1939). Por eso no puede ni quiere pedir perdón.