Lunes 3 de febrero de 2025, p. 5
El swing impregnó el Centro Nacional de las Artes (Cenart) con la Fiesta al Aire Libre, en la que unas mil personas gozaron de ese estilo musical y baile, como parte del festival Swing Saturday Night. Ahí se desarrolló una clase gratuita, los asistentes lucieron sus mejores movimientos, admiraron la destreza de exponentes de algunas escuelas de baile y disfrutaron la participación de dos bandas.
El programa se inició a las 14 horas con una clase profesional
de baile bajo el sol intenso y ráfagas de viento fresco. Ahí, unos 200 asistentes se animaron a recibir instrucción de Roxy y Peter, dos de los primeros que enseñaron el swing moderno en la Ciudad de México.
La composición abarcaba jóvenes, adultos y adultos mayores; había algunos padres con sus pequeños. La expectativa entre todos estaba marcada por alegría en la Plaza de las Artes. El conductor de este festival comentó que aunque el título se refiere al sábado (saturday), este domingo ocurrió la parte más chipotluda. Aquí nadie se va sin bailar swing
.
Los interesados llenaron la parte frontal del escenario e iniciaron sus escarceos dancísticos. Se les pide levantar los pies levemente, brincar no muy alto, escuchar la música e ir sintiendo el ritmo; la columna relajada. Los entusiastas van logrando esa cadencia. Se organizan las parejas y afinan los movimientos. Durante una hora se recorre esta divertida introducción, mientras el murmullo de los participantes es de placer.
Como si se quitaran el polvo de los zapatos
, se les dice a los incipientes bailarines. Con dos patadas tienen que pasar. Hay una magia que marca el movimiento, para que la pareja sepa que viene cambio
. Después de algunas repeticiones y ajustes, las parejas se notan más poseedoras de la esencia de esta magia.
Termina la clase y empiezan a bailar muchos de los asistentes, que ya llegan al millar. Por ahí un par jóvenes con una indumentaria de inicios del siglo pasado (camisolas negras, gorras de tela) y toda la actitud van practicando sus pasos, llevan el ritmo con los dedos.
Ambiente familiar
Se ven grupos de mujeres con brazos descubiertos y tatuados, peinados altos, moños enormes. Vestidos de colores vistosos. Son Devil’s Paradise y La Coquetería.
Más allá un padre baila con su hija casi adolescente; una pequeña acompaña a su madre y hace piruetas; en otro sitio, un adulto danza con su hijo de unos 12 años y lo levanta en vilo de una forma que parejas experimentadas repiten en la pista.
Abigail de León contó a este diario que le gusta el ritmo desde muy pequeña, pues se crio en un “ambiente de música vintage”. Le atrajo porque es mucha energía y hace que tu cuerpo se mueva solito
.
La joven, música en la agrupación Devil’s Sisters, refirió que se enteró de esta actividad y se dijo que era el momento no sólo de tocar swing, sino de bailar, y para ello asistió con otros amigos.
Fue una tarde en la que el swing reclamó su goce y la música condujo sin cortapisas a los participantes en el natural y placentero movimiento: vivir ese ritmo, obedecerlo, dejarse llevar. La lluvia se hizo presente y disminuyó un poco el ánimo, llevó a muchos a resguardarse alrededor de las 15 horas, pero la fiesta continuó. Sube el volumen, giran las parejas, los brazos arriba con potencia y alegría.
A las 16 horas comenzó la presentación de The Red Velvet Swing. Se torna diferente el ambiente, mientras bajo el toldo buena parte del público no se deja amilanar ni por los truenos que se escuchan sobre la música.
Se arma un círculo y las parejas demuestran sus habilidades para el baile y la algarabía alcanza para todos. Arrecia el chubasco. A pesar de la caída de la temperatura, viene un espectáculo de baile, y el cierre con la presentación de la segunda banda, The Hi-Ballin’ Daddies.