in Hitlergruß ist ein Hitlergruß ist ein Hitlergruß” [el saludo nazi es un saludo nazi es un saludo nazi] escribió el periódico alemán Die Zeit (t.ly/rQJma) en reacción a la polémica que se desató después de que Elon Musk, el magnate tecnológico y colaborador de Donald Trump −nombrado jefe del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE) a cargo del recorte de los gastos federales− hiciera, aparentemente, incluso dos veces, este gesto en la ceremonia de la inauguración del nuevo-viejo presidente el pasado 20 de enero.
Si bien según varios comentaristas (t.ly/k_9Xl) y estudiosos del fascismo (t.ly/32phj) que anteriormente habían comparado también al propio Trump a Hitler
y/o al fascismo
, el gesto de Musk, tal como escribió Die Zeit, era un claro saludo nazi −y no ningún saludo romano
ni gesto de emoción
(sic)−, para algunos conservadores (t.ly/DuM4K) o activistas israelíes, como la Liga Anti Difamación (ADL), se trató apenas de algo extraño
(sic) (t.ly/Nd7gj).
La controversia se inscribe claramente en todo el patrón del comportamiento público extraño
de Musk, dueño de SpaceX, Twitter/X, Tesla y la persona más rica del planeta –“si eres pobre, te llaman loco, pero si eres rico, eres ‘excéntrico’”, como reza el dicho−, que incluye la promoción de posts antisemitas en su red social −el activismo por el que realizó el año pasado un viaje de expiación
a Auschwitz en compañía de activistas sionistas (t.ly/F6li1), unos que hoy lo defendieron de las “difamaciones de ser un ‘nazi’” (t.ly/0pNJO), junto con el propio Benjamin Netanyahu que lo tildó de un gran amigo de Israel
(t.ly/LHbz8)−, y el apoyo al partido alemán de extrema derecha Alternativa por Alemania (AfD), apologético del nazismo y que igualmente combina, como otras agrupaciones de este tipo, el antisemitismo con el apoyo incondicional a Israel.
Por si esto fuera poco, Musk, es también un conocido diseminador de otros tropos del revisionismo histórico muy arraigados en la derecha libertaria
. Como a principios de enero, en una conversación con Alice Weidel, líder de AfD, falsificando abiertamente la historia del nazismo (t.ly/RhLQb), sugirió, siguiendo a su interlocutora, que Hitler era un comunista, un socialista, y nosotros somos lo contrario
(t.ly/VWxnn), a pesar de que el nazismo, por supuesto, fue un fenómeno de derecha, virulentamente anticomunista, y sus políticas económicas eran hipercapitalistas.
El fin de semana pasado, Musk afirmó también, en un acto de campaña de AfD, que los niños alemanes no deberían ser culpables de los pecados de sus padres, y mucho menos de sus bisabuelos
, y que no hay nada malo “en estar orgulloso de la cultura alemana (…), que no debe ser diluida en el multiculturalismo” (t.ly/BDMKY). Las aseveraciones, que muy en el tenor del espíritu de la posmodernidad −en cuya clave, como fruto de una apropiación y tergiversación de la historia en la cara de los liberales que ya habían declarado su fin
, habría que leer también su saludo (t.ly/hrnTN)−, trasladaban al campo de la cultura los tropos del propio Hitler que advertía sobre los peligros de la dilución de la raza alemana/aria
.
Como bien ha señalado recientemente Enzo Traverso –apuntando de paso a lo ya mencionado que los partidos como AfD, si bien vienen del antisemitismo, hoy promueven la islamofobia y mantienen sólidas relaciones con Israel−, la guerra genocida en Gaza cuestionó tanto lo ejemplar de Alemania de cómo hacer frente al pasado
( Vergangenheitsbewältigung) y sus políticas de memoria que sirvieron sólo para la deshumanización de los palestinos y la defensa incondi-cional de Israel como su imagen de una nación de las víctimas, revelando su faceta opresiva y colonial, que recuerda a la propia Sudáfrica de la era del apartheid (t.ly/FcrRV).
El hecho de que Musk, el hombre más rico del mundo −nacido en Sudáfrica y cuyo abuelo fue miembro de un partido fascista en Canadá, simpatizante de Hitler, un arduo antisemita y luego, después de migrar a Pretoria, defensor del apartheid (t.ly/zLQ6v)−, esté encima de su involucramiento en el trumpismo, apoyando tanto a la extrema derecha alemana como a la israelí −siendo la extrema derecha populista-neoliberal de Likud junto con sus aliados extremistas religiosos obsesionados por el renacimiento nacional
, la pureza racial
y la supremacía judía
, un sector a menudo ignorado en los estudios de la extrema derecha, pero algo que la representa en un estado puro
(Filc) e incluso tiende al fascismo (Toscano)−, es un desarrollo político preocupante y peligroso.
Aun así, a pesar de una serie de conexiones históricas reales, abundancia de viejos tropos refritos y hasta lo aparente y obvio, pensar en estas figuras, agrupaciones y sus alianzas mediante las analogías históricas al siglo XX −igual que en el caso de Trump, que desde el principio ha sido analogizado prolíficamente al fascismo, comparaciones que no han ayudado ni a analizar bien su anatomía, entender las razones de su popularidad ni a movilizar a los votantes y pararlo electoralmente−, oscurece más de lo que pretende iluminar.
El flirteo de Musk con Afd, la extrema derecha sionista y el propio trumpismo, representa algo sustancialmente nuevo en la política posmoderna y la democracia real existente
no está amenazada hoy por ningún fenómeno de masas (como el nazismo/fascismo), sino, en un escenario de la atomización y anomia social propagadas por las redes sociales (t.ly/hr4Ky), por la política multimillo-naria que constituye el verdadero problema (t.ly/CCEj0), algo de lo que los gestos extraños
, por más abominables que sean, simplemente nos distraen.