Ah de la vida
alpitaciones, cero.
Tal la respuesta a la enfermera por parte de Adrián, quien había sido bajado de piso a un estudio, que por esa razón debió suspenderse.
–ahora vive usted una segunda vida, es como el Ave Fénix.
Algún doctor (todo esto con buen ánimo, con ánimo de estimular el buen ánimo en el paciente): –Ya puede usted contar que estuvo muerto, y que sobrevivió.
Mario sabe lo que hace. Es, poco a poco me entero, alcohólico anónimo (la palabra padrino
–padrino él mismo– abunda en sus nada escasas conversaciones). Le acaban de limpiar tres arterias, se siente como nuevo, como un bebé
. Al llamado del médico a despertar de la anestesia se llevó una desilusión: –¿Para qué me despertó? –dijo o quiso o creyó decir–, nunca había vivido algo tan hermoso, ni cuando… Sobrelleva, atendido, una no tan severa deficiencia respiratoria. Habla confusamente en sueños, difícil entenderle una frase, un decir. Si acaso, aquí y allá, una palabra suelta. Lo más coherente que le escuché en cierta madrugada fue: –Aire, aire, aire…
Hay dos Carlos (hubo un Arturo) decididamente reacios a la reclusión, quieren, desaforada, desesperada, furiosamente, irse a sus casas. Discusiones que parecieran no sólo no tener sentido, sino fin (firmeza y resignación ante la fatalidad de parte de la voz oponente, femenina, ¿esposa, hermana, enfermera…?) llegan al cabo, sabe cómo, a buen puerto: la aceptación, si no sumisa controlada, del paciente. Carlos I (orden de aparición) requiere defecar, no sabe ni quiere saber lo que es un cómodo
. No está en condiciones de levantarse y caminar, pero se obstina: necesita ir al baño e irá.
–USTED solo no puede, y mi compañera y yo no podemos cargarlo. Voy por el cómodo. Acuéstese. No tardo.
Y no tardó, y en dos por tres, lo que urge urge, obedeció el recluido; lo que tenía que pasar pasó
, y minutos después, en la oscuridad, se oyó grata su voz, quebrada, tierna, tosca pero afinada, cantar una tonada de aire indígena de abandono y reclamo; dolida, sí, y agradecida no menos.
Estando, me parece, en terapia intensiva, murió su padre. No pudo acompañarlo. Trasplante de hígado (para el donante, que no alcanzó la mayoría de edad, habrá una misa). Todo iba bien y de repente, misterios de la vida, un frenón, otro. Cae lluvia de cenizas sobre el paraje luminoso. Silencio. A respirar profundo y, cual siempre o casi siempre, adelante, Juan.