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De Huiscolco a Las Coloradas: maestras rurales en resistencia
E

n Zacatecas, la constante persecución de maestros rurales tiene sello distintivo. En noviembre de 1936, la maestra María Rodríguez Murillo, en Huiscolco, municipio de Tabasco, fue cruelmente asesinada por un grupo de hombres armados que mutilaron su cuerpo y exhibieron sus senos cercenados a ambos lados del camino. Este acontecimiento ilustra la batalla que lidiaban los maestros rurales en el escenario social de la época.

David L. Raby, tras profundizar en el periodo de 1931-1940, logró documentar 223 incidentes de esa clase [asesinatos, mutilaciones]. Reconoce que, sin duda, debe haber muchos más. El caso de María Rodríguez Murillo es ilustrativo, porque la población del lugar donde fue asesinada, considera que fue sacrificada por el ideal de la educación socialista y no ­asesinada.

La prensa, dependiendo de su posición ideológica, asumía las atrocidades sufridas por los maestros rurales: para la izquierda se trataba simplemente de elogiar a los mártires de la educación rural, mientras para los conservadores, los sufrimientos de los maestros eran meras vicisitudes de revoltosos, ateos, protestantes o comunistas. Acontecimiento pasado que regresa en la actualidad a Zacatecas.

En la localidad de Las Coloradas, Ojocaliente, Zacatecas, zona vigilada por el cerro del Papantón, donde viven poco más de 400 personas, pueblo migrante de larga data en el corazón de la entidad norteña azotada por la inseguridad y la sequía, opera la modesta escuela primaria rural federal Vicente Guerrero, de organización multigrado, atendida por cuatro educadores. Allí ejerce con profunda entrega magisterial, desde hace 19 años, la maestra Lucila, egresada hace 26 años de la Escuela Normal Rural Justo Sierra Méndez de Cañada Honda, Aguascalientes. Maestra que no tiene expediente malo, ni quejas, ni nada para señalarle algo indebido; por el contrario, es genuino ejemplo de entrega a favor de los más necesitados, vinculada a las necesidades del pueblo.

El apacible pueblo que la vio llegar en 2003, hoy ha cambiado de rostro a causa de un sueño. Desde su llegada asumió lo mejor del compromiso del magisterio rural, vivir en el pueblo, compartir sus problemas y vida cotidiana. Maestra, mujer y madre que vive en la casa del maestro, espacio herencia de la gran epopeya educativa que este país vio crecer desde 1921, donde escuela, parcela escolar y casa del maestro, establecieron la infraestructura básica de las escuelas rurales de México. Muchos pueblos del país aún preservan tierras de cultivo y casa para maestros, así garantizan la estancia magisterial.

El hostigamiento y persecución usados en nombre de Dios contra el magisterio rural tiene tristes raíces en Zacatecas. Desde hace meses, la tranquilidad de la maestra y de la localidad fueron alterados. Una señora de profunda filiación religiosa católica tuvo un sueño. A manera de revelación divina, le indicaba que debería construir un templo donde se ubica la casa del maestro. Desde ese momento se han agrupado señoras para gestionar la expropiación del terreno escolar y convertirlo en templo católico, a pesar de que la comunidad cuenta con uno para el cuidado de las almas de esta pintoresca localidad y, no obstante, el aminorado número de habitantes del pueblo insisten en la construcción de otro.

La maestra, desde mayo pasado, ha sido víctima de sistemático hostigamiento de almas caritativas y temerosas de Dios que la visitan para advertirle o recomendarle la pertinencia de que abandone la comunidad, que se vaya; creen que al irse podrán tomar por asalto la casa del maestro y consumar la pretensión clerical. La maestra Lucila comenta: no quiero salir corrida de ahí porque hago bien mi trabajo, quiero defender lo educativo. No puedo dejar que se apoderen de algo que es de la escuela, no es de ellas. ¡Es mi trabajo, es mi derecho!

La presidenta de la sociedad de padres de familia junta firmas para quitarle a la primaria el terreno y dárselo a la Iglesia católica. Si corren a la maestra rural, el terreno –consideran– será de la agrupación, al igual que la razón, el riesgo mayor podría ser que al irse la maestra, el fanatismo gane.

María sufrió el peso de la intolerancia de cristeros, muchas más maestras a lo largo del siglo XX y lo que corre del XXI, han tenido que soportar estigmas similares, hoy, nuevamente Zacatecas es escenario de hostigamiento, de persecución. La escuela pública requiere y debe ser laica o dejaría de ser democrática. Las expresiones religiosas no deben involucrarse y mucho menos afectar su existencia; es inadmisible callar ante el abuso y acoso del que es objeto la maestra Lucila.

Al magisterio corresponde manifestar solidaridad y empatía con ella, a las autoridades educativas de Zacatecas y federales toca defender la preservación del ámbito escolar bajo orientación de lo establecido por el artículo 3 constitucional, así como en la ruta del respeto, la tolerancia, la ciencia, la democracia, la justicia social, el conocimiento; a la jerarquía católica corresponde promover el entendimiento y el respeto en su feligresía, hacer valer el principio cristiano del amor. Hagamos del pasado turbulento, marcado por el fanatismo, que llevó del miedo y hostigamiento al asesinato, una lección de aprendizaje para enfrentar el presente complejo que tenemos para alcanzar mejores realidades, donde el entendimiento en la diferencia y discrepancia sean posibles.