Tiempos de furia
a sociedad está enojada. Vivimos el periodo de mayor crispación en tiempos de paz. Los buenos y correctos (así nos sentimos casi todos) creemos que tenemos la razón y no estamos dispuestos a aceptar interpretaciones distintas porque pensamos que son irracionales o que responden a intereses espurios.
Independientemente de las crisis recurrentes, que son parte de los ciclos económicos, la humanidad vive el mejor momento de su desarrollo, con acceso a más y mejores bienes y servicios, por lo que no se justifica el gran descontento social.
Una de las razones del malestar que vivimos es el enfrentamiento ideológico presente en las redes sociales. Aplicaciones como Tik-Tok, Twitter, Facebook, Instagram y Snapchat cuentan con potentes algoritmos que tienen como función despertar y mantener el interés de los usuarios.
Para ganarse adeptos, las redes tienden a exagerar la información, a radicalizar las posiciones y a enfrentar a los contrarios. Al usuario de la red le dan por su lado, al tiempo que resaltan los errores que cometen los contrarios. Así se enfrentan ideológica y políticamente a los buenos contra los malos: demócratas contra republicanos, liberales contra conservadores, corruptos contra impolutos. De esta manera la intolerancia gana fuerza.
Entre más usuarios y más tiempo permanezcan conectados a las redes, más ingresos reciben las firmas. La más grande en este sector es Tik-Tok, de origen chino; tiene más de mil millones de usuarios y obtendrá en 2022 ingresos superiores a 12 mil millones de dólares.
Cuando se abre la aplicación a los pocos segundos los algoritmos detectan cuáles son los intereses del usuario y lo estimulan a que revise más contenidos ligados a su ideología. En forma paralela estas grandes empresas registran la información, la almacenan y la manipulan, de acuerdo con intereses económicos, políticos o de control.
Uno de los casos más difundidos de una manipulación masiva en favor de un proyecto político fue la toma de la Casa Blanca cuando Donald Trump perdió la votación. Se corrió el rumor de que la elección era un fraude y los seguidores del presidente saliente cometieron todo tipo de tropelías para tratar de revertir el proceso.
El resultado de todo esto es un descontento creciente, la polarización ideológica, la cancelación del diálogo y la división de la sociedad en grupos radicalizados.