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Indigenismo para neoliberales
C

uando se acercaba el quinto centenario de la llegada de Cristóbal Colón a Guanahani (llamado Descubrimiento de América), la Unesco decidió festejar el hecho por todo lo alto y pidió a las naciones interesadas que formaran comisiones ad hoc. El gobierno mexicano designó director de su comisión al muy premiado y reconocido Miguel León-Portilla, quien en 1984-1985 presentó su propuesta Encuentro de dos Mundos, que con el respaldo de los gobiernos de España, Estados Unidos, México, Gran Bretaña y otros países, así como del Vaticano, fue rápidamente adoptada como la idea oficial de las conmemoraciones.

León-Portilla sintetizó su propuesta el 11 de abril de 1985 en Novedades, unos días antes de la publicación en el Diario Oficial de la Federación del Acuerdo [presidencial] por el que se constituye la Comisión Nacional Conmemorativa del V Centenario del Encuentro de Dos Mundos con una nota introductoria de León-Portilla. Tratemos de presentar las ideas centrales de ambos textos.

Decía León-Portilla que el concepto Descubrimiento de América era eurocéntrico y soslayaba la visión de las culturas prehispánicas [que] tanto han significado en la formación del ser nacional, aunque en el 12 de octubre se encuentra la raíz de los vínculos con todos los pueblos de lengua española y portuguesa, y donde comenzó a construirse la imagen ecuménica (global) del mundo, que se completó cuando Cortés y sus compañeros dieron a conocer sus testimonios.

Afirmaba que había una interpretación indígena de los hechos, la que él publicó (y fue masivamente difundida por el Estado priísta, que la utilizó para su propio discurso indigenista). Aseguraba que por obra del encuentro entre el Antiguo y Nuevo Mundo, se abrió el camino para unificar a todos los seres humanos, y que el mestizaje no ha sido sólo biológico, sino también cultural, por lo que optamos por hablar de un acercamiento, encuentro de pueblos y culturas; que si bien “no excluye la violencia inicial […] da entrada a la otra realidad, que es la fusión de pueblos y culturas, experiencia humana que aquí, como en muchos otros tiempos y lugares, ha sido el punto de partida en el ser de tantas naciones”. Se buscaba, pues, conmemorar “las realidades que, en amplia secuencia temporal, pueden tenerse como originadas por ese Encuentro: el acercamiento, fusión y mestizaje, no sólo biológico, sino también cultural, como lo muestran el ser de México y de gran parte de América. Y añade que redefinir el hecho como Encuentro, no implica soslayar que, para los españoles, portugueses u otros europeos, hallar las tierras y pueblos que antes eran desconocidos, fue un Descubrimiento.

Un mes después otro prestigiado historiador, que nunca tuvo cargos públicos y era a la sazón presidente de la Academia Mexicana de la Historia (institución tradicionalmente conservadora), presentó una crítica demoledora a la idea oficial del Descubrimiento/ Encuentro. Don Edmundo O’Gorman había publicado sus magistrales trabajos contra La idea del descubrimiento de América… (1951) y su propuesta alterna, La invención de América (1958), pero esos libros habían sido leídos por un pequeño número de historiadores e intelectuales y carecían por completo de la resonancia pública y el apoyo estatal que tenía la obra de León-Portilla. La Jornada, casi recién nacida, publicó sus textos (tres entregas en La Jornada Semanal), que seguramente no habrían encontrado otro espacio (¿o quizá sí y fue la tribuna conscientemente elegida por O’Gorman?), pues no sólo criticaba a un historiador, sino la idea oficial alegremente aceptada por el orbe neoliberal y el gobierno mexicano.

De la aguda crítica de O’Gorman enunciaremos hoy con cuatro ideas: primero, León-Portilla no deconstruye ni rebate el concepto de Descubrimiento ni la visión eurocéntrica, de hecho las fortalece, por lo cual en tales circunstancias es un disparate cambiar el nombre del hecho. Segundo: al elegir una sola de las múltiples consecuencias del descubrimiento y conquista, minimiza la violencia devastadora de las conquistas (en plural, no en singular como en León-Portilla). Tercero: el esencialismo de atribuirle ser a las naciones, excluye la diversidad. Cuarto: el uso que León-Portilla hace de su desilusionante libro Visión de los vencidos, cuando justamente está armando una operación ideológica para minimizar la brutalidad y la violencia reflejada en los textos nahuas que traduce y compila en ese libro. Un libro que no es por ninguna parte la interpretación indígena de la conquista: por supuesto que habría que incluir esa interpretación, escribe O’Gorman, pero no la tenemos, no hay visión de los vencidos si sólo tenemos la que, como tal, ofrece el doctor León-Portilla (unas décadas después Guy Rozat sería aún más tajante: https://www.jornada.com.mx/2019/04/02/opinion/014a2pol)

La polémica se pondría muy virulenta (y los intelectuales orgánicos arremeterían en grupo contra O’Gorman)… y ya había acabado cuando en 1992 la reactivaron los voceros del movimiento indígena y campesino, que el PRI-gobierno querría como convidados de piedra.

Pd: Soy lector de una tesis doctoral que me puso sobre la pista de esta polémica y refrescó estas ideas. Cuando la tesis sea defendida ante el sínodo correspondiente, le daré todos los créditos que merece. Publico este artículo con su anuencia.