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No sólo de pan...

De agua

S

í. Sobre todo y antes que todo de agua. Del agua ubicua y omnipresente en nuestro planeta Tierra, en su atmósfera y hasta en muchos objetos celestes, presente en estado sólido, gaseoso o líquido, en 60 a 90 por ciento en los humanos, la fauna y la flora. El agua que es vida, pues ésta se pierde antes por deshidratación que por inanición. El agua que, por la perversidad de la ideología y sistema capitalistas fue decretada mercancía, identificada como un bien escaso al que se fija un precio, aumentado por los costos de su transporte y envase.

Juzgue el lector: mientras todos los pueblos de la historia se asentaron cerca de recursos acuáticos para asegurar su viabilidad y demostraron lo sabio de su elección, la historia del devenir humano muestra que algunos pueblos, forzados a desarrollar tecnologías para suplir carencias de su medio ambiente, terminaron por protagonizar un ejercicio expansionista apoyado en su creciente superioridad tecnológica, lo que se convirtió en el semillero de la ideología capitalista y de su etapa superior, el neoliberalismo que se ha convertido en el enemigo principal de la VIDA, la de nuestro planeta y lo que contiene, incluidos nosotros.

Ejemplos sobran, pero citemos aquí uno de los más escandalosos: la conocida marca suiza Nestlé concentra uno de los capitales más inimaginables del mundo desarrollado con base en paradojas inhumanas, como la siguiente: compra a gobiernos corruptos de países pobres concesiones para explotar sus acuíferos, agotando finalmente los recursos hídricos de poblaciones enteras, pero antes, como hace la firma en Kenia, ¡vende a la población su propia agua potable embotellada! y deja las corrientes residuales cubiertas de desechos plásticos entre las miasmas corporales de hombres, mujeres y, sobre todo, niños que mueren cada cinco segundos por enfermedades gastrointestinales!

Contra esto, un solo caso que ha contrariado a este gigante de la ignominia es una comuna de la provincia de Maine, en Estados Unidos, santuario del neoliberalismo, que obtuvo la prohibición del saqueo de su manto freático por la susodicha firma, debido a un hueco en las leyes estadunidenses que permite la prevalencia del interés de los habitantes organizados.

En México, algunas enmiendas a la ley de aguas nacionales en enero de 2020 tienden a protegerlas de la contaminación, pero siempre y cuando técnicamente sea viable (sic) (artículo 88) y, aunque es cierto que el presidente López Obrador impidió que cerveceras siguieran expoliando el agua en el norte de México, sólo trasladó los efectos nefastos de estas concesiones al sur del país, presionado por la necesidad de inversiones para cumplir su proyecto igualitario. Preguntémonos: ¿para cuándo el agua y la tierra, la producción de alimentos (que no de comestibles) se emanciparán de la lógica de mercado? ¿Será necesaria una revolución planetaria, pacífica pero resuelta y masiva, de la mayoría de la población mundial que NO dispone ni participa de los beneficios de los capitales del llamado “uno por ciento? Recomendamos el blog que contiene esta frase: “Si en su origen más noble las leyes pretenden regular la actividad humana para encontrar equilibrio social, la creciente movilización de afectados por contaminación y despojo de aguas en México demuestra que aquí esto no se está logrando…” Y concluimos que necesitamos, más que valor y arrojo personales y grupales, promover la educación en las jóvenes generaciones y generar por nuestra propia experiencia real, una desintoxicación de mercadotecnia en toda la población.