Viernes 5 de febrero de 2021, p. 7
Medicine at midnight (Roswell/RCA) es lo que ocurre cuando los Foo Fighters acogen el ritmo en vez de los riffs. ¿Quién pidió eso? En realidad nadie, pero debimos hacerlo.
El álbum de nueve canciones suma 36 minutos y es el más chévere de la banda en años, con sonidos que pocas veces habían mostrado antes –David Bowie, hair metal y glam rock. La banda suena como si se estuviera divirtiendo.
El productor de Adele y Kelly Clarkson, Greg Kurstin convierte al duro líder de los Foo Fighters, Dave Grohl, en un compositor de fiesta con un álbum que por momentos vira hacia la parodia pero sin pasarse de la raya.
Making a fire tiene chasquidos y letra pegajosa. Cloudspotter suena como Cherry Pie de Warrant y tiene riffs estilo Jimi Hendrix junto con guiños al famoso guitarrista en las letras (Refuse me while I kiss the sky).
Holding poison tiene un aire de Hüsker Dü y Chasing Birds es como un tema sicodélico y voluble de The Flaming Lips.
La canción antibélica No son of mine suena estilo Metallica, y la que da título al álbum, podríamos jurar, tiene la vibra seductora de Roxy Music y un solo de guitarra que recuerda a Let’s dance de Bowie.
Los viejos Foo no quedan completamente borrados. La última canción, Love dies young, es rock clásico que pudo haber salido de cualquiera de los nueve discos anteriores de la banda.