n medio de la pandemia por Covid que ha cerrado las salas de cine en muchos países, condicionando la continuidad de su reapertura a la amenaza latente de rebrotes inoportunos, el tradicional Tour de cine francés celebra, del 8 de octubre al 11 de noviembre, su edición 24 con la exhibición escalonada de siete películas recientes en 73 ciudades del país.
En la propuesta de este año destacan dos títulos emblemáticos: Alguien, en algún lugar (Deux moi, 2019), decimotercer largometraje de Cédric Klapisch (Y Chloe perdió su gato, 1996), realizador que ha sido siempre una apuesta segura en el gusto popular de cinéfilos tanto en Francia como en México, y la cinta más reciente de Nicolas Bedos, La bella época (La belle époque, 2019), presentada en el pasado festival de Cannes. Se trata de dos comedias románticas que tienen en común la solución del malestar anímico de sus personajes (abrumados por la insatisfacción existencial y por las penurias laborales), a través de revelaciones amorosas mágicas, casi providenciales. Ambos directores juegan los clichés más recurrentes en torno del comportamiento francés, algo recurrente desde la proverbial cinta de Jean Pierre Jeunet , Amélie (Le fabuleux destin d’Amélie Poulain, 2001).
En Alguien, en algún lugar, Klapisch renueva su gusto por el vagabundeo romántico a través de un barrio predilecto de París. Antes fueron los alrededores de la Plaza de la Bastilla, ahora el tramo entre la colina de Montmartre y una estación de trenes vecina. Ahí, dos personajes jóvenes, Rémy Pelletier (François Civil) y Mélanie Perret (Ana Girardot), son vecinos que se cruzan múltiples veces en la calle o en alguna tienda del barrio, sin hablarse jamás, sin siquiera mirarse, ignorando que todo en la trama los conduce a una reunión final, tan diferida como ineluctable.
El problema de la cinta es mantener vivo el interés de los espectadores en un juego de dilaciones y casualidades cuya conclusión se antoja desde el inicio muy previsible. Ambos personajes llevan rutinas semejantes y padecen malestares anímicos similares que se resuelven a medias con alguna aventura sexual fallida (en el caso de Rémy) o mediante la empatía de la sicoanalista que atiende a Mélanie. No hay mayores sorpresas en esta historia edulcorada que pone en primer plano a personajes físicamente muy atractivos, pero que se asumen como seres apagados y un tanto grises. Lo interesante es ver cómo a partir de esa banalidad existencial compartida, el gusto que Klapisch ha manifestado siempre por un París alejado de una estética de tarjeta postal, cobra una intensidad renovada. La novedad y el encanto de la cinta van por cuenta de esta cartografía citadina con secretos y misterios más interesantes que los que encierran muchos de sus habitantes. Muy por encima de su talento como narrador de ficciones perdurables, Klapisch destaca característicamente como un estupendo cronista urbano.
El caso de La bella época es muy distinto. El título no alude a un periodo histórico preciso, sino al nombre de un café de utilería en un estudio de producciones audiovisuales mercantiles. Antoine (Guillaume Cantet), un director y guionista exitoso, propone a clientes acaudalados protagonizar un video situado en la época o el momento que más atesoren en su memoria. El sexagenario Víctor (Daniel Auteuil), un dibujante jubilado, elige trasladarse a la década de los 70, y vivir de nuevo el inicio feliz de la relación amorosa con Marianne (Fanny Ardant), la mujer que cuatro décadas después se le ha vuelto una esposa infiel, tiránica e incomprensiva.
Los diálogos en que Marianne recrimina al marido su mediocridad y su anacronismo de viejo anclado en el pasado son memorables y poseen una vena satírica propia del teatro de bulevar francés o del cine de un Sacha Guitry (La poison, 1951). El intento vano de ambos personajes por recobrar la lozanía perdida es un atinado asunto de comedia negra. En el viaje nostálgico a la bella época de juventud, Rémy recobra vitalidad y aplomo moral, aunque comete el fatídico error de enamorarse de la actriz (Doria Tillier) que interpreta a su esposa y que siendo mucho más joven que él se perfila más exigente aún que su actual Marianne sexagenaria. Regresar obstinadamente a un pasado en principio más feliz, no garantiza no encontrar en él las mismas torpezas y banalidades vividas en el tiempo presente. Rémy, el anciano escarmentado, tendrá que aprender a convivir con las gratificaciones y las complejidades de su madurez recobrada. Una parábola moral muy agria y, por la excelencia de las actuaciones, también encantadoras.
Se exhibe en la Cineteca nacional y en salas comerciales. Títulos, horarios y sinopsis: www.tourdecinefrances.com
Twitter: @CarlosBonfil1