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¿Qué significa buscar?
H

oy, 12 de agosto, se cumplen ocho años de que desapareció Viridiana.

Nadie sabe dónde está. Si vive en algún cautiverio o si acaso la hayan matado como han asesinado a tantos. Su mamá, Angélica Rodríguez Monroy, la sigue buscando. Todos los días la busca. La primera vez que entrevisté a Angélica, empezó haciéndome un breve retrato de Viridiana. Ella tenía 21 años y apenas uno de casada cuando la desaparecieron.

La historia de la investigación criminológica del caso está saturada de irregularidades e incompetencia, pero no quiero ahondar en eso. Ya todos sabemos que en México la policía no investiga correctamente, y que muy rara vez los ministerios públicos (MP) consiguen encontrar a los culpables de algún crimen. Sin embargo, es un tema que merecería toda la atención y el mejor esfuerzo de cualquier gobierno que tuviera aunque fuera un interés mínimo por la justicia. Quisiera, en esta ocasión, dedicar mi artículo a pensar en lo que implica buscar a un ser amado durante años. ¿Qué significa buscar a un desaparecido? ¿Qué son, para la sociedad, los buscadores de familiares desaparecidos?

Antes de empezar a pensar una pregunta así de compleja, quisiera volver por un instante a la primera entrevista que sostuve con Angélica, que comenzó con un breve esbozo del carácter de Viridiana. (Vale la pena repetir su nombre.)

Viridiana fue una estudiante dedicada. Nunca sacó menos que un ocho, y cuando la desaparecieron estaba cursando el séptimo semestre de la carrera de sicología. Era una joven ordenada, que siempre tuvo la ilusión de estudiar. Angélica quiso empezar con eso, porque “donde nosotros nos estamos moviendo, que desaparecen y se nos están llevando a nuestros hijos, las autoridades etiquetan a nuestros hijos: ‘andaba en malos pasos’, dicen, ‘se juntaba con no sé quién’, ‘salía a deshoras’, o ‘se vestía provocativamente’. Como queriendo culpar siempre a la víctima, aunque eso a ellos no les interesa: tienen que buscar y encontrar y ya. No están ahí para juzgar. Pero juzgar e inculpar a la víctima es una constante”. De modo que, para empezar, buscar significa defender el derecho a ser buscado, y también el derecho a ser encontrado. Significa explicar que nadie merece desaparecer.

Esto parecería algo tan evidente que nadie tendría por qué recordárnoslo, pero resulta que en México tanto el gobierno como la sociedad conspiran para insinuar que los desaparecidos merecían desaparecer, que sólo los malos o los muy incautos son presas del crimen. Digo que el gobierno y la sociedad conspiran porque, aunque cada uno tiene sus razones, ambos llegan al mismo resultado: la sociedad no quiere imaginar que cualquiera puede desaparecer, porque la idea genera demasiada angustia. Por eso la mayoría prefiere pensar que el desaparecido andaba en malos pasos.

El gobierno, por su parte, quiere que los muertos y los desaparecidos hayan salido de entre las filas de los malos y los incautos, para así no tener que resolver cuatro características del Estado mexicano que son las que más afligen a las familias de los desaparecidos: la indolencia, la incompetencia, la insuficiencia de recursos y la colusión con el crimen. Resulta mucho más sencillo insinuar que la chica merecía desaparecer que salir a buscarla. Y sobre todo, a saber buscarla con profesionalismo y dedicación. Entonces el MP pregunta si no enseñaba demasiada pierna. O si se juntaba con criminales. Cualquier cosa, antes que hacer lo necesario para encontrarla. Así es cómo se juntan el hambre con las ganas de comer: el miedo y la inseguridad de la gente, con la indolencia del gobierno. Ambos conspiran para inculpar a la víctima. Fue por eso Angélica quiso empezar la entrevista hablándome de cómo es Viridiana. De modo que buscar a un desaparecido es también reivindicarlo. Todos han sido estigmatizados. Aun sus familiares padecen el estigma, y frecuentemente sufren de aislamiento social.

Pero buscar a un desaparecido es todavía mucho más que eso, porque además los familiares de desaparecidos realmente los quieren encontrar. No van a descansar hasta que los encuentren, aunque tengan que buscar a sus seres queridos en fosas clandestinas o irregulares, o en las cárceles, instituciones siquiátricas y hospicios donde a veces guardan a los secuestrados, para después obligarlos a robar, a matar, o a prostituirse, a ser esclavos... A través de sus redes, que ya son nacionales (porque el problema de los desaparecidos es ya nacional), las buscadoras buscan noticias de sus familiares, pero también de los familiares de los demás. Por eso memorizan caras, nombres y datos, y se hacen presentes a cada paso para insistir a los burócratas de la fiscalía o del Semefo que los restos humanos son personas, que necesitan ser tratados con sumo cuidado, que necesitan ser identificados, aun cuando esas personas hayan sido tratadas como si fueran basura.

Entrevistando a algunos familiares de desaparecidos, me he percatado de que ellos son la conciencia de una sociedad que ha perdido la conciencia.

Son las que entienden que los desaparecidos son personas, y que cada uno nos hace falta. Son nuestros desaparecidos. Y al gobierno le toca hacer lo que haya que hacer para que aparezcan.

¿Por qué los buscamos? Porque los amamos.

Para Viridiana Anaid Morales Rodríguez