En juicio contra el ex coronel Montano aseguran que antes de la matanza hubo una campaña contra los jesuitas
Viernes 10 de julio de 2020, p. 29
Madrid. El objetivo de asesinar a Ignacio Ellacuría era evitar que se avanzara en el acuerdo de paz
, sobre todo porque la guerra era un negocio millonario para algunos altos funcionarios del Estado Mayor de El Salvador, testificaron ante la Audiencia Nacional de España en el juicio contra el ex viceministro de Seguridad Pública y ex coronel Orlando Montano.
La quinta sesión del juicio por el asesinato de seis sacerdotes jesuitas, entre ellos Ellacuría, y dos mujeres –madre e hija– que trabajaban en el servicio doméstico, en la Universidad Centroamericana (UCA) el 15 de noviembre de 1989, en San Salvador, se centró en testimonios de figuras que vivieron los hechos y de un escritor que hizo una novela histórica sobre la matanza.
José María Tojeira Pelayo, jesuita residente en la región desde hace 40 años y que cuando ocurrieron los hechos era provincial de Centroamérica de la Compañía de Jesús, confirmó la versión de que el asesinato de Ellacuría y del resto buscaba boicotear el incipiente proceso de paz que impulsaba el jesuita de origen vasco, quien tenía buenas relaciones tanto con el Ejecutivo salvadoreño como con los dirigentes del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN).
Ellacuría era un intelectual muy influyente que buscaba una salida pacífica al conflicto, así que generaba molestias en ambas partes, sobre todo por parte del ejército, al buscar una salida pacífica a través del diálogo y la defensa de los derechos humanos
, relató Tojeira Pelayo, tras abundar en la intensa campaña previa de desprestigio y descalificaciones que se orquestó contra la orden religiosa por parte de los militares, que los señalaban como aliados del FMLN.
Benjamín Cuéllar, experto en derechos humanos y quien también vivió de cerca los hechos investigados, corroboró que nosotros siempre consideramos que los autores materiales eran prescindibles, que los imprescindibles eran los que dieron las órdenes. Nosotros consideramos que el presidente (Alfredo) Cristiani había sido un encubridor, además de haber permitido que se celebrara ese juicio fraudulento
.
El último testigo del día fue George Alexander Portillo, autor de la novela histórica Noviembre, en la que relata precisamente la matanza de los curas jesuitas. Entre los documentos que aportó fue una grabación íntegra de una conversación con el ex presidente Cristiani en la que éste reconoce que tenía el convencimiento de que había más autores intelectuales, pero que no se pudieron enjuiciar porque se destruyeron las pruebas y las grabaciones que había en la Escuela Militar, de donde salió precisamente el Batallón Atlacatl para perpetrar el crimen aquella noche.