través del malicioso retrato de Mike Wallace (1918-2012), figura controvertida del periodismo televisivo estadunidense, el documental más reciente de Avi Belkin, Mike Wallace está aquí (Mike Wallace is Here, 2019) expone una práctica periodística incisiva y demoledora, basada en entrevistas agresivas que orillan a las celebridades políticas y artísticas a un virtual paredón de fusilamiento. En el documental se hace alusión al viejo periodismo de a pie con sus reportajes y entrevistas de banqueta, que con el tiempo debió ceder el paso a un periodismo de investigación que suele desembocar en revelaciones aparatosas y denuncias puntuales, con trabajadores de la información muy profesionales que a menudo comparten espacios con personajes narcisistas e inescrupulosos, cercanos al mundo del espectáculo, ávidos siempre de sensacionalismo, capaces también de transformar el estudio televisivo en un auténtico tribunal de inquisición.
El caso de Mike Wallace es al respecto emblemático. Sin haber sido un periodista particularmente venal, su ascenso fulgurante en los medios audiovisuales lo consiguió a través de un tipo de periodismo directo donde los cuestionamientos y preguntas a los entrevistados se hacían, de modo inédito, sin miramientos ni rodeos, como una maniobra para acosarlos y acorralarlos hasta obtener de ellos las respuestas inducidas y deseadas. En ese pugilismo verbal, Mike Wallace fue un campeón indiscutible, a la altura o por encima de personajes como Larry King o Bill O’Reilly; este último, una pieza clave de la cadena Fox News, y con quien el animador del programa 60 minutos de la cadena CBS sostuvo el diálogo mordaz con que da inicio el documental.
Las entrevistas de Mike Wallace han hecho historia y, para bien o para mal, también escuela. Su estilo provocador fue toda una novedad en los años 40, desde el inicio de su carrera en los medios, con sus intervenciones radiofónicas en Detroit y Chicago, animando programas populares como Ned Jordan, agente secreto o El avispón verde, hasta su presencia estelar en los sucesivos programas televisivos Night Beat, The Mike Wallace Interview o 60 minutos.
Nadie como él para entrevistar a personajes del calibre de la octogenaria Eleanor Roosevelt o los activistas Martin Luther King o Malcolm X, y luego transitar a entrevistas más polémicas como la realizada a un esquivo dirigente del movimiento racista Ku Klux Klan.
La estrategia de acoso agresivo, especialidad de Wallace, no sólo tuvo un objetivo de lucimiento personal o el descrédito o ridículo de sus entrevistados, también supo exponer, mediante su cobertura informativa de la guerra de Vietnam, las mentiras del general William Westmoreland respecto a los saldos negativos del intervencionismo estadunidense en un combate que de antemano se sabía ya perdido.
Reportajes como el de Wallace tuvieron la virtud de documentar y acentuar la oposición popular a la guerra. A esta denuncia siguieron otras, igualmente vigorosas, como la cobertura del caso Watergate. Wallace entrevistó a Richard Nixon y de paso enderezó su artillería contra sus colaboradores cercanos. Un momento, ahora más disfrutable aún, es el diálogo que sostiene el periodista con un Donald Trump joven e insufriblemente socarrón que afirma no estar en absoluto interesado en participar en la política. Otro episodio memorable: la entrevista maliciosa con el líder espiritual islámico, ayatola Jomeni, a quien el periodista arranca una declaración explosiva.
Mike Wallace fue un maestro de la escenificación dramática. Cada detalle en sus entrevistas debía responder a un cálculo preciso. Una iluminación intensa y astutamente dirigida, así como los insistentes acercamientos de cámara al rostro del entrevistado, completaban una estrategia de acoso redituable. Las mujeres fueron una carnada predilecta: Oprah Winfrey, Shirley McLaine, Barbra Streisand e inclusive la veterana Bette Davis, aunque muy a menudo ellas le devolvieron al escrutador impertinente una dosis doble de su malicia venenosa.
El documentalista Avi Belkin calibra muy bien la complejidad de su protagonista, ese entrevistador a menudo aquí entrevistado, expone sus flaquezas morales y sus virtudes profesionales. Anticipa en él y a través suyo la irrupción de las posverdades en la sociedad actual. La vieja franqueza al desnudo de Wallace se volvería con el tiempo la taimada hipocresía de los manipuladores de tantos fake news y otras simulaciones cibernéticas. El dictador panameño Manuel Noriega llegó a calificar el trabajo de Wallace como periodismo de sabotaje
. Poco sabía él entonces de los valiosos servicios que muchos otros periodistas habrían de seguir brindando en el futuro a los nuevos dictadores.
Wallace está aquí, disponible sólo hoy en la plataforma ambulante.org
Twitter: @CarlosBonfil1