Tertulia
ómo será el mundo después de la pandemia?”, preguntó un lunes, a través de la sección de Cartas al Periódico, una lectora que se identifica como Lucy Díaz. Publicado entre otros mensajes que enfocan diferentes aspectos de la crisis actual –desde el temor y las consecuencias del aislamiento hasta la grave situación económica que se avecina–, el brevísimo mensaje de Lucy parecía tan perdido como un S.O.S dentro de una botella lanzada al mar. No sé cuántas personas lo habrán leído, pero es posible que se sientan tan frustradas como yo por no ser capaces de encontrar una respuesta a su pregunta: ¿Cómo será el mundo después de la pandemia?
II
Al día siguiente, a causa de las exigencias domésticas impostergables, dejé la lectura del periódico para después de la comida. Las noticias inquietantes y las imágenes estremecedoras que encontré me llevaron a recordar la pregunta de Lucy. La imaginé buscando una respuesta en la sección de Cartas y me puse a revisarla sin demasiadas esperanzas.
Lo mismo que en las ediciones anteriores, los mensajes consistían en reflexiones, agradecimientos para el cuerpo médico; quejas por malos servicios y demanda de atención para los asilados, los enfermos mentales y los indigentes. Al final hallé lo que menos esperaba: Respuesta a Lucy. “Apreciada señorita: Lo siento, por más esfuerzos que hice no pude responder a su pregunta. Usted, como todos, sabe que el futuro es impredecible, aunque nunca como ahora: todo es nuevo, aterrador, incierto.
Ante tan inmensa incógnita, me sentí oprimido, pero luego encontré un recurso liberador: recordar cómo ha sido el mundo antes de la pandemia. Le recomiendo que explore en el pasado inmediato. Quizás esa práctica le provoque sensación de seguridad. En tiempos tan difíciles y amargos, experimentarla es un gran alivio.
El mensaje, firmado por José Zambrano, me resultó alentador. Quizá habría surtido el mismo efecto entre las personas que lo habían leído. ¿Cuántas? ¿Cinco, diez, cien? Imposible saberlo, pero de alguna manera se habrán sentido acompañadas por Lucy y por José.
III
El miércoles llegó el periódico muy tarde y más flaquito que en los días anteriores. Las páginas estaban llenas de noticias acerca de mayor número de infecciones y decesos, la crisis en crematorios y cementerios. Inevitablemente, recordé a las personas que han expirado solas, a los abuelos que temen morir sin haber abrazado a sus nietos por última vez. Agobiada ante el panorama, me asaltaron pensamientos sombríos. En busca de opiniones más serenas regresé a la sección de Cartas.
Sentí emoción, gratitud, al ver el encabezado del primer mensaje: Respuesta a Lucy y a José. “Aprovecho este valioso espacio para expresarles a ambos mi agradecimiento. Juntos me hicieron pensar acerca del futuro y del pasado. El primero –como tan bien lo expresó don José– es del todo incierto, pero aun así necesitamos encontrarle una saliente, una arista, para aferrarnos a ella y no caer en el abismo aterrador. En cuanto al pasado, ¿acaso no tiene mucho de invención? Desde luego se basa en experiencias reales, en hechos perfectamente documentados, pero entre unos y otros hay recuerdos falsos, escenas imaginadas llenas de absoluto realismo. Muchas veces, cuando le cuento a mi esposa etapas de mi vida que no compartimos, me pregunto si las cosas sucedieron como creo recordarlas o las estoy improvisando. Pasado y futuro, cuántas incógnitas, ¿verdad?”
El autor de la reflexión firmaba como Adrián Requena. Profesor. Gracias a la mención de su ejercicio profesional, días después leí en la misma página del periódico un mensaje distinto a todos los demás, bajo el encabezado de Una vieja deuda. Me había resignado a perder todo contacto con mi más querido profesor: don Adrián Requena. Él amplió mi visión del mundo y me despertó nuevos intereses. No exagero al decir que mucho de lo que he podido lograr se lo debo. Desde hace años quería decírselo, pero ignoraba dónde localizarlo. Inclusive volví a la secundaria donde me dio clases de modelado, pero no quedaba ningún administrativo de aquel tiempo ni tampoco registros del personal. Nunca pensé que gracias a la lectura de esta sección tendría oportunidad de expresar mi agradecimiento a una de las personas más nobles que he conocido. Es el momento de hacer balances y pagar deudas. Yo estoy pagando la que contraje desde hace mucho tiempo con don Adrián Requena: mi inolvidable profesor.
Espero de todo corazón que el maestro Adrián haya leído el mensaje firmado por Romero Lara Josefina. 3o. A
. Secundaria número... Su mensaje me conmovió profundamente y me hizo recordar a mis maestros de secundaria. Cuando terminé ese ciclo les prometí que volvería a visitarlos. A pesar de mis buenos propósitos, pocas veces lo hice y después lo olvidé. Como dice Romero Lara Josefina, es el momento de hacer balances y saldar cuentas. A quienes fueron mis maestros: muchas gracias.
IV
En poco tiempo ha ocurrido algo notable: la sección de Cartas ha ganado espacio en el periódico. Algunas son esperanzadoras; otras, espirituales, como la que leí esta mañana firmada por Darío D
: Ya no estoy solo, ya no tengo miedo: volví a encontrar a Dios.
Me pregunto cómo será ese rencuentro y no hallo respuesta; tampoco para la otra que todos nos hacemos: ¿Cómo será el mundo después de la pandemia?