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Bajo la lupa

Inicio de la desglobalización, según Der Spiegel: el Estado (sic) salvador en Alemania

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▲ Complicado que naciones en vías de desarrollo puedan imitar las estrategias económicas de Alemania. En la imagen la canciller alemana, Angela Merkel.Foto Ap
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er Spiegel (DS), faro y foro de los globalistas y noratlantistas en Alemania asiente: “el inicio de la globalización (https://bit.ly/3bWGg9z)”, que no es ningún inicio cuando lo detectamos tanto un servidor desde hace 14 años (https://bit.ly/3eevNI5) como el connotado profesor universitario francés Jacques Sapir hace nueve años (https://amzn.to/2zsHeNo).

DS se concentra en los productores industriales de máquinas, que son grandes contribuyentes a la fenomenal economía alemana, quienes han empezado a cambiar sus prioridades para convertir la cadena de abasto lo más segura (sic) posible, en lugar de buscar su bajo costo.

DS comenta que las aerolíneas luchan por su supervivencia y varias de ellas han recurrido a rescates del sector público (sic) cuando en el futuro previsible, el Estado (¡mega-sic!) será el salvador (sic) de última instancia para varias empresas”, ya que sólo posee los medios suficientes a su disposición para combatir la pandemia, minimizar sus consecuencias económicas e impulsar a todas las industrias.

¿De cuándo acá cesó el tan vilipendiado Estado, en la aciaga etapa neoliberal global, de rescatar a sus componentes, muchas veces en detrimento del bienestar de la mayoría de la población?

DS admite que el Estado en Alemania provee ayuda de emergencia, empréstitos baratos y estímulo económico y también se asegura que el salario mínimo sea incrementado en forma significativa para los trabajadores de cuidados en las casas de retiro.

Cabe señalar que lo que es plausiblemente aplicable en Alemania –una superpotencia geoeconómica regional de alcance global (https://bit.ly/2TvPuD6), con una pirámide demográfica que ostenta un promedio de edad cercana a 48 años, con un posicionamiento geotecnológico de primer orden y un alto nivel educativo– no puede ser imitado banalmente en países asincrónicamente en vías de desarrollo, en su mayor parte endeudados hasta la médula y con pirámides demográficas de desempleo juvenil no pocas veces analfabeta.

Entre los cambios dramáticos se vislumbran la división del trabajo, deudas pantagruélicas que limitarán la flexibilidad tanto de las naciones como de las empresas en los años por venir cuando la tecnología será su característica prominente.

Un punto importante que toca DS es una globalización digitálica, poco abordada, que se refiere al intercambio de bienes virtuales (sic) cuando la digitalización contempla un amplio potencial para la industria alemana.

A mi juicio, ya antes se vislumbraba la balcanización de la globalización digitálica, donde, en el mundo Occidental (Whateverthatmeans), los gigantes de Silicon Valley –el GAFAT:Google/Amazon/Facebook/ Apple/Twitter, además de Microsoft y Netflix– la habían monopolizado, en detrimento de sus aliados de la Unión Europea, no se diga ahora con la fractura digitálica por la guerra de Trump contra el 5G de Huawei (https://bit.ly/2ZwBpZW).

DS diluye su embriagante vino cibernético y admite los peligros significativos por los ataques al ciberespacio y a la infraestructura digitálica que pueden ser el equivalente a una pandemia virtual (sic), cuyas consecuencias serían peores que las del Covid-19: hogares sin electricidad, oficinas sin conexiones de Internet, bancos impotentes para desempeñar transacciones, que constituirían un “cierre total (https://bit.ly/2ZxuGPI)”.

DS es vulgarmente economicista y descuida la multidimensionalidad, que abarca(rá) la grave crisis de la salud pública global, que resalta su desdén a la perturbada salud mental individual/familiar/colectiva que exacerba la mal planeada y discriminativa cuarentena.

DS sentencia que la distancia social (sic) continuará guiando las interacciones personales. Pasa por alto que el distanciamiento ya se había instalado con la era digitálica, cuya sobreinformación de la postverdad ha llevado al auge paradójico de la desinformación.

En forma suicida, a los vasallos plutócratas de la periferia subyugada por la caduca globalización financieristano les conviene enterarse de los imparables nuevos tiempos.

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