Viernes 22 de mayo de 2020, p. a11
A la clavadista María José Sánchez no se le esfuma el sueño que comenzó a los seis años de edad para estar en sus primeros Juegos Olímpicos y le gustaría que fueran en Tokio, pero no sabe si se hará realidad ante la crisis mundial del coronavirus, tampoco tiene prisa, porque sabe que su destino está marcado para llegar a la máxima justa deportiva.
Mi enfoque es Tokio y no perder la meta, y si los Juegos no se realizan el siguiente año, esperar donde sea y seguir entrenando para París 2024
, señala la medallista mundial en la plataforma de 10 metros con Diego Balleza en la prueba mixta en Gwanju 2019.
La capitalina de 14 años de edad está ansiosa por regresar a los entrenamientos y sabe que no todo será igual, porque tendrá mayor cuidado con la modificación de higiene que habrá con la nue-va normalidad, aunque ya lo aplica desde su casa con la cuarentena y sólo espera retornar a la alberca del Ceforma, al sur de la capital, para iniciar el calendario competitivo de la FINA a partir de febrero de 2021 y los selectivos internos.
Majo admite que lo único que extraña es la plataforma, esa plancha de cemento que ha pasado a formar su vida y a la que se aferra para trascender en los escenarios internacionales contra las mejores del mundo.
Es lo que más extraño, el sentir el agua, es la sensación que tengo en la cuarentena
, comenta la clavadista, quien acondicionó en su casa un espacio para hacer saltos en seco con los colchones de sus hermanos.
Hago clavados, giros, vueltas, tengo una caminadora y aplico los programas de fuerza y técnica que nos manda la entrenadora Ma Jin y el grupo multidisciplinario, cumplo con mis estudios en línea, así que aprovechamos el tiempo para hacer lo mejor que se pueda
, platica la plataformista.
No se aburre en casa porque ayuda a su mamá en los quehaceres y valora mucho estar con su familia, a la que sólo veía los fines de semana. “Tenía ocho años que no convivía tanto con ellos y el lado positivo que veo del confinamiento es poder estar a su lado, pues a veces por las competencias, los viajes, no era lo mismo.
Al principio (cuando se cancelaron los torneos) me costó trabajo porque yo quería entrenar y entendí que no se podía, pero mi familia me ayudó mucho para mantenerme positiva y platicar de cosas bonitas
, recuerda la joven, quien llevaba años concentrada en las Villas Tlalpan de la Conade, cerrada por la pandemia.