Opinión
Ver día anteriorMartes 12 de noviembre de 2019Ver día siguienteEdiciones anteriores
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España paradójica y polarizada
L

as paradojas dominaron la elección del 10 de noviembre. Pedro Sánchez convocó a nuevas elecciones esperando un gobierno en solitario, mediante el aumento en el número de diputados de su formación política, el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), y el resultado fue un fortalecimiento de la derecha en general y de la extrema derecha en particular, y un debilitamiento de la izquierda, incluido el PSOE.

El Partido Popular (PP) pasó de 66 a 88 diputados, un incremento significativo de 33 por ciento, pero paradójicamente su ambición de ser el eje articulador de la derecha se debilitó por la escalada de Vox, la ultraderecha franquista, que ha más que duplicado el número de sus diputados: de 24 a 52. Ciudadanos (Cs) cuyo objetivo durante 10 años ha sido remplazar al PP, ha tocado a la puerta de su defunción, al pasar a 10 diputados, de 57 antes de la elección. Con esos resultados generales las derechas sumadas no pueden formar gobierno.

Sánchez, que en abril rehuyó formar un gobierno con las izquierdas, ahora tendrá que hacerlo. Si quiere formar gobierno, la victoria electoral del PSOE tendrá que ser en coalición con Unidas Podemos (UP), Más País (MP, una escisión de UP), más los pequeños partidos independentistas y no independentistas. Y el programa de gobierno de esa coalición tendrá que ser uno de izquierda dentro del complejo contexto polarizado español, con uno y mil matices y diferencias. Esta alternativa supone que los pequeños partidos independentistas estén dispuestos a no bloquear la formación de un gobierno para España.

La otra alternativa para Sánchez es prescindir, en la coalición que señalo, de los independentistas, y sumar a Cs, un partido en picada vertical, que nació presentándose como liberal de centro izquierda, mientras en los últimos tiempos replicó a Vox, especialmente en los temas Cataluña, visión de género, migrantes, cambio climático, desigualdad, asignaturas respecto de los cuales el trifachito (PP-Cs-Vox), tiene una posición cavernaria. Con Cs hay una opción no imposible, pero remota.

Por supuesto, aritméticamente podría formar una gran coalición con el PP, pero esta opción sería la tumba del PSOE. Difícilmente la izquierda social volvería a votarlo.

La coalición que señalo como (casi) inevitable, hasta aquí, no considera la presión que generará la amplísima oposición mediática que, ahora mismo, debe estar desconcertada. Lo mismo ocurre con la fortísima oposición de los poderes fácticos económicos que, también, estarán confundidos y abrumados.

Podemos ha estado proscrito por los poderes fácticos para formar gobierno con el PSOE. Significativamente, la muy influyente revista The Economist editorializó el miércoles pasado que un gobierno PSOE-Podemos sería un peligro porque aumentaría el gasto y frustraría la agenda de reformas imperativas: neoliberalismo puro. Esta revista ha sido persistente señalando a Pablo Iglesias como izquierda dura y ¡financiado por el Kremlin! Por su parte, Ana Botín, presidenta del Banco Santander y una figura de la lista de los españoles más ricos, a tres días de la elección pasada dijo: aunque el populismo es el resultado de los desafíos globales a los que nos enfrentamos, no puede ser la respuesta. Su referente era Podemos.

La paradoja es que esta vez los poderes fácticos tendrán que aprender a lidiar con lo inesperado.

Hasta qué extremo ha llegado la derecha española que ve a Podemos como una izquierda dura, extremista. En la elección del pasado abril, y en la del pasado domingo, este partido mantuvo como programa los artículos de contenido social de la Constitución monárquica de 1978. La Constitución ha quedado a la izquierda de todos los partidos exceptuado Podemos.

Sánchez probablemente pueda esta vez formar gobierno. Pero no tendrá un gobierno estable, porque no habrá mayorías estables en el Congreso. En un régimen parlamentario como el español la imposibilidad de constituir mayorías estables se traduce fácilmente en bloqueo al ejercicio legislativo, y que no lo haya es imperativo aun para la gobernanza propia del contexto actual de repliegue del Estado, privatización, desregulación y reformas neoliberales. Además, puede haber bloqueo a la formulación de los presupuestos generales, como ya le ha ocurrido al propio Sánchez.

España empeora. Los bloques de izquierda y derecha se han dividido y están más polarizados que en el pasado reciente, especialmente en los temas estructurales profundos: el asunto monarquía contra república, y el problema de las nacionalidades. Están divididos ahora, además, en las asignaturas Cataluña, visión de género, migrantes, cambio climático, desigualdad. Pedro Sánchez, en particular, se ha movido desde un discurso socialdemócrata (de los de antes), al prototípico discurso de la socialdemocracia europea actual volcada al neoliberalismo; mucho tiene que cambiar.

Desde su muy amplia diversidad la izquierda desintegrada deberá llegar ahora a un acuerdo de gobierno.