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Planeta en llamas
A

l envalentonar la codicia de ganaderos, granjeros, agribusiness y de la minería, anunciando la desregulación ambiental, anulando el reconocimiento de los territorios indígenas donde la desforestación es mucho menor al resto de la Amazonia, o anunciando que fusionaría el Ministerio de Medio Ambiente con el de Agricultura, dominado por ese sector, Jair Bolsonaro decretó el fin de la lucha contra la deforestación amazónica. Con Lula (2003-2011) la desforestación cayó 83 por ciento; intensificándose ahora junto a una inusitada explosión de incendios forestales desatados para limpiar y ampliar terrenos agrícolas y ganaderos. Bolsonaro también decidió acompañar a Trump en su omnicida negacionismo climático, alentando la depredación de la mayor y más biodiversa selva tropical del mundo, donde se concentra 12 por ciento del agua dulce del planeta y una tercera parte de las especies vivas. Es un bienvenido sumidero del dióxido de carbono (CO₂) que calienta al orbe.

Bolsonaro agrede a sus ciudadanos y coloca en riesgo su jurisdicción soberana sobre ese vasto espacio, además de que parece no saber que afecta la seguridad de otras naciones al atacar la mayor concentración de biodiversidad planetaria y desde lo geopolítico, al poner en grave riesgo a uno de los principales componentes del sistema terrestre. Sumemos también la amenaza existencial por la desforestación como componente del colapso climático antropogénico (CCA) que enfrentamos y que es necesario frenar de inmediato. Quienes gobiernan las dos principales potencias territoriales y económicas de este hemisferio van por la aniquilación biológica, frenando a la humanidad en su lucha contra los fuertes intereses de los emisores dominantes de los gases de efecto invernadero (CO₂ y metano, entre otros) que se acumulan en la atmósfera. El CCA se intensifica.

Téngase presente que como diputado, Bolsonaro fungió al lado del cabildo agroindustrial de los productores de soya y carne que, junto a la minería, se les vincula con la deforestación de la Amazonia. Como indica Paulo Amaral de Imazon (Belem), Brasil está entre los mayores exportadores de ambos productos. Según reporta Andy Robinson (lavanguardia.com nov/ 2018) un nuevo estudio de Imazon estima que el programa de desregulación medioambiental de Bolsonaro supondría más que duplicar el ritmo de la desforestación amazónica en los próximos 10 años. Este gobierno secuaz de Trump, flexibilizó los controles ambientales y además, como se indica en nota de Felipe Betim “La Amazonía sin ley de Bolsonaro (El País 24/agosto 2019), aceleró la pérdida de vegetación.

Es temeraria la amenaza de alentar la extracción minera en tierras indígenas, cuya población por cientos de años ha sabido convivir con la naturaleza, desarrollando una vital y equilibrada relación con la inmensa biodiversidad amazónica a la que respeta y fortalece.Ya en Rondônia, en el territorio indígena de los uru-eu-wau-wau, la naturaleza arde, algo que, ilustra Betim, ha estado denunciando Ivaneide Bandeira, de una Asociación de Defensa Etno ambiental: “el humo que sale de la reserva indígena viaja 400 kilómetros y llega con fuerza a Porto Velho, la capital de Rondônia. Se ve una espesa niebla, que hace que apenas se pueda respirar. Los centros de salud están abarrotados. ‘En mi barrio la sensación es que el mundo se está cayendo sobre nosotros’” (Ibidem)

Agréguese el irresponsable recorte presupuestal a servicios de mantenimiento, preservación y estudio del Amazonas. Desde que arribó Bolsonaro a la presidencia de Brasil se le vincula al incremento del exorbitante orden de magnitud de la vieja trama anual de incendiar la selva que va quedando de la vasta sección del Amazonas bajo jurisdicción carioca, todo para abrir espacios de aniquilación biológica a esos depredadores negocios. Así lo anunció Bolsonaro a los cuatro vientos durante su campaña.

Todo esto aconteció en un momento de infamia histórica durante el cual un juez de apellido Moro encarceló a Lula abriendo la ruta a la salvajada anti-ambientalista que se realizaría, vía más de 75 mil incendios forestales y con especial dedicatoria, contra los territorios de la población indígena precisamente entre los tramos que mejor conservan la principal selva tropical del mundo, uno de los más vitales sumideros de gases de efecto invernadero localizados en la superficie terrestre.

Investigaciones recientes detectan aumentos en la mortalidad de los árboles amazónicos.Una posible razón, dice un analista ”es un efecto paradójico de la alta concentración de CO₂ en la atmósfera que alienta el crecimiento de los árboles”. Crecen más rápido, pero un crecimiento más rápido hace que mueran más jóvenes. Oliver Phillips, ecólogo forestal advierte que “no podemos depender de (las forestas) para solucionar nuestro problema, Se necesitan recortes más profundos en las emisiones CO₂ para estabilizar nuestro clima.“¿Los permitirá la plutocracia que depreda en torno a los combustibles fósiles?

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