¿Violaciones e impunidad? Ni una más
abía terminado esta columna antes de ir a la protesta por la adolescente violada por cuatro policías de la Ciudad de México que, mientras escribo, están libres. La enorme violencia contra las mujeres en un país en el que son asesinadas nueve todos los días, más la impunidad con la que se comenten los feminicidios, incrementó la indignación de cientos de mujeres que se manifestaron esta semana frente a la Secretaría de Seguridad Ciudadana, donde gritaron y ¡oh! sí, rompieron algunos vidrios, además de lanzar un puñado de diamantina rosa a Jesús Orta, jefe de la policía capitalina.
Nada más imprudente que, en lugar de explicar por qué se filtraron los datos de la denunciante y el motivo por el que no se siguió el protocolo institucional de una violación, las autoridades capitalinas se centraran en lo que consideraron una provocación
de las mujeres justamente indignadas y anunciaran la apertura de carpetas de investigación. Sí, para ellas. No para los policías violadores.
La diamantina que tanto irritó a las autoridades fue el centro de la nueva movilización convocada ya no sólo por la violación sexual y el incremento alarmante de la violencia de género, sino por el insultante y torpe manejo institucional del caso. La rabia volvió a convocarlas y de negro y violeta vistieron los alrededores de la Glorieta de Insurgentes, donde se encuentra la dependencia sede de los policías que “NoNosCuidanNosViolan.
La rabia se salió de control. Si se habían abierto carpetas de investigación por un vidrio roto en la protesta anterior, esta vez las mujeres refrenda-ron su coraje y no fue uno, sino decenas de vidrios rotos de la estación del Metrobús, que quedó prácticamente inservible. Si las autoridades pretendían sembrar miedo con la amenaza de la investigación policiaca, fue visible que ocurrió lo contrario.
Me quedé un par de horas mirando a las jóvenes que ahora serán acusadas de vandalizar
la ciudad. Caminé de regreso a escribir de nuevo este espacio, y ya había iniciado el juicio mediático. Mal harán quienes no dimensionen el tamaño del hartazgo, el coraje y el grito que exige que Ni Una Más
. Esto, pensé, nadie lo para.