Viernes 9 de agosto de 2019, p. a16
La noche del 6 de mayo de 2017, el veterano entrenador Ignacio Beristáin miró incrédulo a su peleador, Julio César Chávez júnior, aterido por inexplicables razones, sin respuesta ante el ataque del oponente, Saúl Canelo Álvarez. De aquella experiencia, el mánager, responsable de las carreras de decenas de campeones mundiales, no encontró una respuesta satisfactoria para explicar lo que sucedía con el hijo del mítico ex campeón Julio César Chávez.
Después de aquella noche, Beristáin, miembro del Salón de la Fama del Boxeo y acostumbrado a lidiar con imprevistos, pensó que sería imposible levantar la carrera de Julio César hijo. Tras esa pelea, el júnior se esfumó en una especie de exilio del cuadrilátero, del que salía para eventuales amagos de volver a los combates.
El retorno se alargó, pero este sábado reaparecerá Chávez júnior ante el colombiano Evert Bravo, en lo que puede ser la última oportunidad para retomar su carrera y salvar lo que dejó trunco.
Chávez júnior era una promesa, pero dilapidó todo lo que tenía y lo que pudo llegar a ser
, cuenta el mánager de 80 años; tenía muchas facultades, yo pensé que estaba destinado para hacer cosas grandes, pero el nombre del padre y la exigencia de la gente le pesó demasiado
.
Chávez júnior nació en medio de la riqueza que generó su padre, una estrella indiscutible durante la década de los 90. El boxeo fue el ambiente natural y desde pequeño aprendió un oficio que fue una pesada herencia, lo mismo que el nombre que llevaría como una enorme roca.
Beristáin reflexiona sobre lo que representó aquella herencia descomunal de una profesión y una identidad. Si bien aquello debió servirle para abrir camino a una carrera esplendorosa como guardián de un legado, al final aquel peso terminó por aplastarlo.
Julio júnior debió aprovechar el apellido que lleva
, comenta Beristáin; tener siempre cerca al mejor boxeador que ha tenido este país, esa presencia de un padre, que como todos, siempre quiso que sus hijos dieran lo mejor. Eso, creo, le pesó demasiado
.
Chávez júnior siempre ha estado bajo el escrutinio, a veces justificado, en otras severo, muchas veces cruel. Beristáin llega a creer que los aficionados se creen dueños de las carreras de los boxeadores y exigen trayectorias impecables como si fueran los responsables; otros, dice el mánager, simplemente esperan ver los tropiezos de las figuras para hacer una carnicería con los restos.
La gente ya no cree en Chávez júnior
, dice Beristáin, quien no oculta su aprecio por la familia Chávez; tanto él como su hermano, Omar (también boxeador), llevaron una vida muy disipada y el boxeo les pasó una factura muy cara. Esta profesión es muy dura y a veces puede ser muy cruel
.
Beristáin tiene esperanzas de que esta vez Chávez hijo regrese con la madurez que necesita para levantar una carrera repleta de altibajos y varios escándalos.