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letraese

Número 233
Jueves 3 de Diciembre del 2015




Director fundador
CARLOS PAYAN VELVER

Directora general
CARMEN LIRA SAADE

Director:
Alejandro Brito Lemus

pruebate






Incertidumbres sexuales

Jeffrey Weeks es historiador y sociólogo, catedrático de la Universidad South Bank de Londres. Formado en el radical movimiento de liberación homosexual inglés, Weeks ha escrito muchos libros sobre sexualidad y está próximo a salir su libro sobre la historia de la sexualidad.

Alejandro Brito




Los acelerados cambios culturales generados en el mundo nos provocan incertidumbres profundas con las que tenemos que lidiar a diario incluso en nuestra vida sexual. Esta es la premisa de la que parte el destacado historiador y sociólogo inglés Jeffrey Weeks para reflexionar, en esta entrevista con LetraeSe, sobre la sexualidad contemporánea. De visita en nuestro país invitado por la FEMESS para participar en su X Congreso Nacional de Educación Sexual y Sexología realizado en Monterrey, el pasado mes de noviembre, platicamos con uno de los intelectuales contemporáneos más críticos e influyentes en los estudios de sexualidad.

¿Hablando de sexualidad, dónde termina la biología y dónde comienza la cultura?

Es muy difícil marcar una línea. Obviamente, en cierto nivel, la sexualidad es biológica, pero también es mental. Y como lo he defendido por largo tiempo, es también social. Estos tres aspectos están inextricablemente vinculados entre sí. No se pueden disociar. Lo biológico sólo se vuelve algo operativo en la sociedad a partir de la interpretación social. No hay una interacción inmediata, automática, entre lo biológico y lo social. Le ofrezco un ejemplo, el de la homosexualidad. ¿Se trata de algo congénito, heredado o genético? Yo creo que es un poco las tres cosas, pero también es algo social. Lo que importa no es saber qué origina ciertas emociones, sentimientos o deseos, sino qué significados tienen esos deseos en la sociedad. Y lo que he señalado desde hace tiempo es que la identidad es una construcción social. Eso no quiere decir que la sociedad inventa esos sentimientos, lo interesante es ver cómo los interpretamos y como los posicionamos nosotros en nuestra relación con los demás. Eso es un fenómeno social. Eso es lo que quiero decir con la construcción de la homosexualidad. No es que ésta sea inventada, sino que son las ideas que tenemos sobre ella las que, en realidad, son inventadas.

Usted afirma que vivimos en un mundo de incertidumbres. ¿Cómo se vive la sexualidad en esa era de incertidumbres?

Vivimos en un mundo incierto donde las cosas cambian con tanta velocidad que sería inaudito que no sintiéramos esa incertidumbre. Y en ese mundo tan cambiante algunas de las viejas certidumbres como la fe religiosa, el papel de la iglesia o el papel de la familia tradicional, se debilitan continuamente. Algunos lo viven con mayor rapidez que otros, pero se trata de un proceso global. La incertidumbre parece ser el concepto dominante en nuestro tiempo. Todos tenemos que negociar esa incertidumbre de mil maneras. Y muchos lo hacemos con la ayuda de ideas y conceptos nuevos. Pero cuando eres una persona joven ya no tienes un esquema, un guión preestablecido, que pueda guiarte, que puedas seguir. Esos guiones parecen ya no existir. Cuando yo era muy joven, hace unos cincuenta años, había un guión: los chicos debían crecer, hacer deportes, ser masculinos, casarse, tener hijos. Había, en aquel entonces, tabúes acerca del sexo fuera del matrimonio. Hoy han desaparecido. ¿Cómo procedemos entonces con las nuevas incertidumbres? Algunas personas eligen, por ejemplo, la fe y se vuelven más religiosos, incluso fundamentalistas. Todos tenemos que negociar y administrar esos dilemas, y muchos pueden hacerlo, pero hay también gente que no puede negociar, que son las víctimas de esa incertidumbre por no tener las capacidades para lidiar con ella o que temen por las consecuencias de tener que hacerlo. Hay también otros factores de incertidumbre social que preocupan a los gobiernos: el número de embarazos en la adolescencia, de casos de infecciones sexualmente transmisibles, o crisis como la del sida que generan ansiedad, temores como los de los años ochenta de que a todos nos mataría la plaga. Y hay momentos en los que el pánico se apodera de todo, y en esos momentos todo puede salir mal, los gobiernos pueden actuar de un modo que en principio parece sensato pero que luego tienen consecuencias no previstas. Los gobiernos deben entonces actuar con cuidados con los riesgos que existen en nuestra cultura. Un ejemplo clásico en Gran Bretaña es el de la ansiedad relacionada con el abuso infantil. Hace veinte o treinta años era un tema totalmente ignorado. Había gente famosa que no era castigada por ese tipo de abuso. Pero hoy la sospecha está en todos lados y es más difícil actuar de modo racional. Algo característico de un periodo de incertidumbre es que entramos en pánico y nos volvemos temerosos, y llegamos a un estado anímico en el que ya es difícil tener políticas racionales.

¿De qué manera están influyendo en nuestra vida sexual el Internet y las redes sociales?

Creo que estamos sólo al inicio de cambios extraordinarios en lo que se refiere al Internet. Llevamos en él apenas veinte años, lo cual es nada en el abanico de la Historia. Pero los efectos son ya notables: el ligue por Internet, por ejemplo es algo masivo. Está cambiando la forma en que nos conocemos, se alienta además la proliferación de identidades. Es más fácil salir del clóset como gay cuando lo haces de manera anónima, y expresas mejor tus fantasías cuando lo haces desde el anonimato en línea. Se cambia la naturaleza de la interacción social.
Hay lados positivos en ello, y también negativos. Sabemos que hay una fácil explotación y abuso sexual en línea. Tu verdadera identidad, lo que en realidad eres, no está necesariamente ahí. También tiene el Internet enormes posibilidades comerciales. Lo que no se cambia es la naturaleza de la interacción sexual. Alienta la masturbación, puedes tener fantasías sexuales en línea, pero si quieres enamorarte, establecerte con alguien, tienes por fuerza que encontrarte con esa persona. Lo que ofrece es maneras nuevas de encontrar a alguien. No cambia la esencia de la intimidad. Debes entonces establecer la distinción entre lo que puede hacer y lo que no puede hacer.

Usted afirma que vivimos una gran transición en términos de sexualidad. ¿Qué es lo que la caracteriza?

Trato de juntar todos los elementos de esa idea en un solo concepto, que no es el de una revolución sexual. Trato de distanciarme de esa idea. La gente habla de esa revolución de los años sesenta, pero mirando atrás, hacia esa década, en tanto sociólogo e historiador, esa gran revolución no cambió en realidad la vida de mucha gente.

Cambió la vida de una élite. Pudo haber cambiado los términos de un discurso, pero la vida de la mayoría de las personas transcurrió tal como había sido antes. Más que ver en la revolución sexual un gran bing-bang de los sesenta con diversas repercusiones en el mundo entero, lo que yo veo es un proceso continuo, una larga revolución inconclusa. La llamo una gran transición histórica, un intento por colocar las cosas en un marco histórico más amplio. Se habla de la transición demográfica en los siglos XVIII y XIX en Europa, donde con la industrialización pasamos gradualmente de un matrimonio temprano, con modelo de familia numerosa, con el aumento de población a otro, en el siglo XX, donde, con la disminución del índice de nacimientos, las familias se vuelven más pequeñas. Y así llegamos hasta la situación actual europea donde vamos hacia un declive poblacional. Y eso es la transición demográfica. Yo quería entonces un concepto similar para hablar de los cambios en las actitudes sexuales y las actitudes con respecto a la intimidad desde los años 50. Y de las principales características como el derrumbe de los valores tradicionales, el afianzamiento del individualismo, una confianza cada vez mayor en la moralidad personal, y las series de separaciones, como las llamo, entre la heterosexualidad y el matrimonio.

El ejemplo clásico es el surgimiento del matrimonio entre personas del mismo sexo. Hace 30 años eso habría sido inconcebible. Hay muchas cosas en conjunto: el surgimiento de una actitud más abierta hacia la homosexualidad, el cuestionamiento del género tradicional con la emergencia de voces trangénero. Y tal vez lo más importante de todo, el cambio en la situación de las mujeres, lo que no quiere decir que sea el fin de la opresión femenina, pero las mujeres ya no la toleran. Ahora la desafían. Hay así toda una serie de cambios que intento reunir en el concepto de la gran transición. Y eso significa transitar de una cultura basada en la tradición hacia otra en la que hay mayor individualidad, mayores opciones.

Para ponerlo de manera más llana, ya no asumimos que todo mundo es heterosexual y se va a casar y a tener hijos en un ciclo muy claro. Hablamos más ahora en términos de la complejidad en la vida de las personas. La gente en efecto forma parejas y se casa y tiene hijos, pero luego se separan y se vuelven a casar, y hay ahora dos familias, y se vuelven a casar, y podrían ser ya tres o cuatro familias. Todo es ahora negociable. Y todos sus hijos no tendrán que volverse necesariamente heterosexuales, sino que podrían algunos ser gays o lesbianas, incluso transgéneros. Y todo eso ha sucedido de manera increíblemente rápida en términos históricos. Nos encaminamos hacia la aceptación de esa complejidad y de esa variedad de la vida íntima.


S U B I R