Número 233
Jueves 3 de Diciembre del 2015
Director fundador
CARLOS PAYAN VELVER
Directora general
CARMEN LIRA SAADE
Director:
Alejandro Brito Lemus
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Católicas por el Derecho a Decidir
Repensando el pecado1
Convocado por el papa Francisco, del 8 de diciembre de 2015 al 30 de noviembre de 2015 se celebrará el Jubileo de la Misericordia, con el fin de que como Iglesia recordemos que debemos ser signo y testimonio de misericordia, capaz de confortar y perdonar a las personas2.
Este año jubilar será una oportunidad para reflexionar sobre el pecado. Se podría partir de que en los textos bíblicos no se encuentra una única manera de entender el pecado; por ejemplo, la manera en que lo veía Juan Bautista era muy distinta a la de Jesús. Juan, al igual que muchísimos judíos de aquel tiempo, relacionaba el pecado con la impureza, la mancha que requería purificación; con aquello que violaba los mandatos y las prohibiciones divinas; con lo que ofendía a Dios y desataba su ira y castigo3. En sus predicaciones y bautismos, lo primero era el cumplimiento de la voluntad de Dios, y las relaciones humanas le importaban en la medida en que no ofendieran a Dios.
En contraste, la preocupación de Jesús fue el sufrimiento de las personas; aquello que las dañaba, humillaba, ofendía; lo que las tornaba infelices. Para él, la divinidad y los seres humanos “están fundidos de tal forma que la única forma de creer en Dios y hacer su santa voluntad es hacer felices a los seres humanos4”. Por ello consideraba que lo esencial era disminuir el sufrimiento de las personas, fortalecer su dignidad, alimentar su felicidad, propiciar la justicia.
Para la sociedad de Jesús, el sufrimiento y el pecado estaban unidos, por lo que un enfermo no sólo carecía de salud, sino que también era considerado como una mala persona, un pecador, alguien indigno e indeseable5. Cuando Jesús curó al paralítico, al leproso, a la mujer encorvada y a la hemorroísa, cuando impidió que una mujer fuera apedreada, en el fondo buscaba que recuperaran su salud y que restituyeran “su dignidad, el respeto que merecían ante los demás y ante su propia conciencia6”.
La tarea de Jesús y su movimiento no fue elaborar una doctrina con una gran lista de pecados ni convertir pecadores, sino “aliviar el sufrimiento humano7”. Aliviar el dolor, el hambre, la pobreza, el desamparo, la desesperanza de quienes se veían perdidos o perdidas ante problemas que parecían irresolubles. Desde esta perspectiva, el criterio para estar cerca de Dios no es el pecado sino nuestro interés ante el sufrimiento de las demás personas, donde habita Dios: tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, era migrante y me acogiste, estaba desnudo y me vestiste, enfermé y me visitaste, estuve en la cárcel y acudiste a mí…8 Estuve encorvada y me ayudaste a ir por la vida con la frente en alto, mataron a mis hijas y me acompañaste, desaparecieron a mis hijos y no me abandonaste, tenía vih y sida y me visitaste, aborté y no me juzgaste, soy gay y no me estigmatizas…
1 Artículo inspirado en el libro de José María Castillo, Víctimas del
pecado. Madrid, Trotta, 2004.
2 “Jubileo de la Misericordia”. Disponible en: www.im.va/content/
gdm/es.html
3 Véase José María Castillo, Víctimas del pecado…, pp. 45, 46 y 49.
4 José María Castillo, Víctimas del pecado…, p. 50.
5 Véase José María Castillo, Víctimas del pecado…, pp. 55 y 64.
6 José María Castillo, Víctimas del pecado…, p. 55.
7 José María Castillo, Víctimas del pecado…., p. 72.
8 Véase Mateo 25, 35-36.
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