Número 226
Jueves 7 de Mayo del 2015
Director fundador
CARLOS PAYAN VELVER
Directora general
CARMEN LIRA SAADE
Director:
Alejandro Brito Lemus
|
|
Fabrizzio Guerrero McManus
El cuerpo como autocreación
Vivimos día a día en un cuerpo, con un cuerpo, a través de un cuerpo. Sin embargo, pocas veces reflexionamos sobre él y sus alcances. Quien sí lo hace es Fabrizzio Guerrero McManus en su más reciente libro, Historia militar de la caloría y otros relatos sobre el cuerpo, donde aborda a éste como constructo, como testimonio del contexto cultural en el que se vive y como aquello que permite a cada individuo conocer y aprehender el mundo. El autor, biólogo y doctor en filosofía e investigador en la UNAM, propone múltiples maneras de leer a ese cuerpo. En esta entrevista abunda sobre algunas de ellas.
Algunos académicos encuentran cierto placer en un lenguaje críptico, sin embargo, tu libro tiene un tono amigable y digerible para un público general. ¿Cuál es tu interés por acercar tu trabajo a esta gente?
Primero he de confesar que en algunos trabajos de académico sí me gusta ese lenguaje rebuscado y críptico. Creo que hay una función del lenguaje que cambia en distintos contextos. No es lo mismo cuando estás en un ámbito académico, discutiendo un tema muy concreto, que cuando piensas: “me gustaría que la gente lea esto, le interese y lo estudie”. Entonces es otro lenguaje.
En ese sentido sí me interesa moverme en ambos ámbitos; me interesa decirle a la gente: oiga, muchas cosas que usted está viviendo, pensando, sintiendo, también las pensamos de este lado y la única diferencia es que desde este lado nos hemos tomado el tiempo de sistematizar. O sea, le presto mi sistematización no para que usted se la aprenda, sino para que se percate de que usted ya lo había pensado, aunque no de manera tan elaborada.
Es un error hacer divulgación bajo la presunción de que la otra persona es una ignorante. La otra persona tiene una vida, una trayectoria, tiene preocupaciones, pensamientos, y la gente suele tener pensamientos muy profundos en su cotidianidad pero a diferencia de la academia que los estructura, muchos lo piensan y ahí se quedan. Mi interés es tratar de mostrarles que podemos pensar juntos y que la gente se descubra no aprendiendo, sino compartiendo una reflexión que se hizo en ambos ámbitos.
¿Cómo es que tú, formado en la biología, ahora estudias lo social? En teoría, una cosa está separada de la otra, pero quizás es por el prejuicio de separar el cuerpo de la mente…
Para eso hay que remontarse a mi primer libro, ¿Naces o te haces? Básicamente, es una cuestión de trayectoria personal. Todas las personas de las minorías sexuales se preguntan por qué sienten como sienten. Y no sólo ellas. Por ejemplo, ahora hay un movimiento de neurodiversidad que incluye gente que tiene síndrome de Asperger u otras varias condiciones neurológicas y que se pregunta ¿por qué soy así?
Ese tipo de preguntas te obliga a ver dónde se tocan mente y cuerpo, porque muchas de las respuestas parecen llevarte a la biología, las moléculas, las neuronas. La pregunta es: ¿cómo salto de esa carne al pensamiento? Es en ese viaje personal cuando me empieza a interesar el cuerpo como algo que genera, que organiza el pensamiento y que está indisociablemente atado a él. Si estuvieran radicalmente escindidos, estas preguntas nunca nos las haríamos; sólo nos las planteamos porque suponemos que lo orgánico precondiciona lo mental.
Entonces hay una especie de contradicción en el prejuicio que mencionas, porque si los pensáramos radicalmente separados (cuerpo y mente), entonces no tendría sentido la idea misma de orientación sexual como algo atado a ti por el cuerpo; no pensarías que el cuerpo masculino implica un deseo del femenino. El hecho de que lo pensemos demuestra que en esta separación había, de contrabando, cierto vínculo que no sabemos qué hacer con él. Ese vínculo es lo que lleva a este libro.
Dices que el cuerpo es un constructo y que muchos factores contribuyen a la autocreación. De esos factores, ¿unos son “correctos” y otros “incorrectos”?
Sí, trato de decirlo. Por eso al final hablo del concepto de “mal radical”. ¿Qué es eso? Somos tan variados en la historia humana que tratar de encontrar un núcleo de moral sería muy complicado. Quizá lo que podemos encontrar es que toda sociedad, a pesar de que ha tenido morales distintas, ha tenido alguna moral. Eso es interesante porque quiere decir que en toda sociedad se ha distinguido entre propios y extraños, y hacer esa distinción significa que reconoces a aquellos a los que debes cuidar, proteger, ayudar, y a aquellos a los que no les debes eso. Por ahí empezamos a atisbar la respuesta.
Un filósofo decía: no se trata de que trates al otro como tú quisieras que te trataran, sino de que trates al otro como quiere que lo traten. El mal radical desconoce al otro, entonces es necesario reconocer al otro como un otro, no como una copia de ti mismo. Necesitas preguntarle qué quiere. Así, toda aquella modificación o construcción que le permite llegar a ser quien aspira a ser es algo, en general, deseable.
Pero no todo es tan claro. Por ejemplo, existe el trastorno de identidad de la integridad corporal, donde una persona puede decir: “yo debería tener sólo una pierna”, y buscar médicos que le corten la pierna. Ahí cabría una pregunta: ¿debo ayudarlo a cortarse una pierna? Probablemente no, pero quizás sí. Es un ejemplo de algo que no sabemos, que está en una zona gris.
Abordas el tema de la conexión a internet, donde nuestro cuerpo se convierte en cibernético. ¿Esta globalidad redefine los límites personales o del cuerpo?
Sí. La creación de sujetos que se deslocalizan y pueden estar presentes en distintas partes del mundo a través de avatares nos lleva a exponernos a gente que tiene culturas distintas, valores, lenguajes, historias de vida distintos. En general, eso suele hacernos mejores personas porque empiezas a aprender a habitar en la diferencia, a respetarla, a valorarla. Creo que es algo positivo, pero el efecto paradójico que puede tener es que el cuerpo cibernético gesta un nuevo tipo de derechos que también son derechos humanos. Son los derechos digitales.
Se puede pensar que el hecho de que alguien no tenga acceso a esta plataforma tecnológica, al Internet, es una nueva forma de ser cercenado. O sea, si nuestros cuerpos están adquiriendo posibilidades y potencias gracias a la tecnología, condenar a alguien a no tener acceso a esto es una nueva forma de ser mutilado porque te pierdes de una parte del mundo: la Aldea Global Virtual. Por eso los derechos digitales son derechos humanos, porque su incumplimiento implica en cierto sentido la mutilación del cuerpo virtual que también somos cada día más.
El VIH ya no figura en los medios, al menos no en la misma dimensión que hace 15 años. ¿Por qué decidiste incluirlo en tu libro?
Por alguna razón inexplicable asumimos que está resuelto, pero siguen creciendo los números, las muertes no se han ido, hay reducciones presupuestales, en muchos lugares el mayor número de contagios sigue sucediendo entre las minorías sexuales, aunque ahora ya está en muchas mujeres que tienen matrimonios supuestamente monógamos.
Toco el tema para recordarnos que está ahí, que no se ha ido. Lo toco porque muchos amigos han muerto de eso. Pero a pesar de que el tema del VIH en las minorías sexuales es importante, no quería reforzar la idea de que es un problema de minorías. Quería hacer ver que es un tema social, un problema colectivo.
Qué mejor manera de hacerlo que con los migrantes. Quería recordar también la geopolítica regional del virus y los migrantes. La vulnerabilidad del migrante se refleja en su cuerpo al contagiarse, y regresar y contagiar a su esposa. Eso es tangible.
Tenemos que darnos cuenta de que es una batalla que aún podemos ganar, que no está perdida en México. A nivel regional tenemos muchos problemas pero tenemos algunas cosas que nos podrían dar la oportunidad de hacer algo y todavía estamos a tiempo. A pesar de que no es una prioridad de los gobiernos, debería serlo, si no, la migración va a llevar esto a contextos rurales donde va a ser brutal. Ahora en contextos urbanos, como sea, tienes la Clínica Condesa, hospitales del IMSS, del ISSSTE, pero ¿qué vas a hacer cuando se ruralice? Cuando la gente tenga que caminar 40 kilómetros para ir al hospital, se va a caer muerta. No podemos permitir que eso pase. (Rocío Sánchez)
S U B I R |
|
|
|
|