jornada


letraese

Número 226
Jueves 7 de Mayo del 2015


Director fundador
CARLOS PAYAN VELVER

Directora general
CARMEN LIRA SAADE

Director:
Alejandro Brito Lemus



pruebate



editorial

Joaquín hurtado

El piojo y la pulga

Matrimonio es una palabra grave en todos los sentidos. En su vibrátil textura coexisten dos esencias discordantes: la apertura y lo indivisible. Su figura encierra una contradicción radical, ilógica, insuperable. El matrimonio es el espacio de la madre como monolito, donde acontece la concepción o adopción de un nuevo ser, y eventualmente esto se logra con la gestación, el nacimiento, la crianza o el aborto de al menos un hijo. El matrimonio es marca registrada de las matriarcas sometidas.

La subdivisión de su bloque uniforme es importante para que la mujer sea mamá, de otro modo la dama sería solamente una fulana con capacidad reproductiva vacante: niña, doncella, señorita, damisela, núbil, casadera, madrina, solterona, prometida, monja o bacante de la peor calaña.

El sujeto-madre tiene que compartirse con otro sujeto-vástago, que la devora para poder subsistir. Ser madre puede ocurrir por voluntad libre o en contra de ella, que es lo de menos en la sociedad patrimonialista y patriarcal que mira al sujeto-mujer en tanto receptáculo de la simiente machina.

La unidad, lo cerrado del cuerpo femenino está siempre abierto, dispuesto para que el sexo masculino le endilgue otros sujetos y así perpetuar la pesadilla de la paridera humana. La mujer ya rajada se vuelve a cerrar en el hogar heterosexual.

Por alguna razón oculta en la historia de nuestro mundo raro, se extravió el sentido originario de la pétrea castidad de la mujer-madre enclaustrada en el matrimonio. Ahora hasta las locas reivindican su porción del pesebre matriarcal. Sólo así se entiende el celo riguroso, la reacción furiosa de algunos políticos asqueados ante la posibilidad de repensar el tema del matrimonio bajo el reclamo de los miembros de la diversidad sexual.

El brete matrimonial hoy es defendido por los Levantadedos como la apertura excluyente de dos personas con el fin de fundir sus cargas genéticas y multiplicarse, papelito mediante por si las moscas. El matrimonio es para coger y tener chipotes, punto.

El amparo matrimonial civil como acuerdo institucional y legítimo entre dos –jamás y nuncamente entre tres o cuatro– esponsales sólo puede ocurrir, según el Congreso de Nuevo León, entre cuerpos con capacidad reproductora garantizada, diferentes en estructura sexual genital, con tal de engendrar y albergar nueva vida.

¿No tienes con qué alimentar a la prole maldita? inscríbelos en la Cruzada Nacional Contra el Hambre y a seguir poniéndole Jorge al niño. Así es que jódanse, jotos: el matrimonio sólo es para el macho y la hembra, bien ponedores ambos, aunque sean primos hermanos. No perro con perra, no toro con vaca, no rato con rata, ellos no van a contraer matrimonio jamás, como tampoco lo harán ustedes, porque los derechos humanos son para los cristianos, no para las loras maloras. Ustedes no son seres humanos, dignas marchantes del orgullo gay. No es para vosotros, mancebos del amor nefando, el macarrónico ceremonial de la boda regia. El casamiento es más accesible para el piojo y la pulga, en aquel estribillo de la edad del abuelo.

Muchos rostros tiene la homofobia en nuestra cultura. El más actual y que ha motivado mis reflexiones es el perlario que las y los diputados esgrimen contra el matrimonio igualitario entre personas del mismo sexo. En su argumentación afirman que el matrimonio es solamente para dar cobijo al producto de esa unión.

¿Y cuál es ese producto según su lógica obtusa? Los hijos. Si el piojo se quiere casar con una pulga, vale, les componemos una cancioncita y les damos su maiz y como dote un pie de casa en una villa perdida. Y que sigan llegando los críos que dios les dé. Pero si son dos maricas nomás no hay manera. Entiéndalo, putos, ustedes no son lo cóncavo y convexo, no son complementarios como el tornillo y la tuerca, el botón y el ojal, la aguja y el hilo, el roto y el descosido.


S U B I R