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Sí, existe el SPR
Uno creería que entre las (pocas) cosas buenas de la reforma en telecomunicaciones del neoliberalérrimo régimen de Enrique Peña Nieto, tan entretenido en arramblar lo que nos quede de riqueza o dignidad nacionales, figura el surgimiento del Sistema Público de Radiodifusión del Estado Mexicano, mejor conocido como SPR; un organismo “descentralizado y no sectorizado”, es decir, con presunta autonomía programática, y decir eso es pensar en una entidad gubernamental mexicana que milagrosamente no recibe “línea” de Los Pinos, particularmente si se trata de un vehículo gubernamental de medios, y precisamente cuando en términos de libertad de prensa y expresión México corre veloz en sentido contrario al futuro y de regreso a 1975. La represión abierta y brutal se combina con amordazamiento y censura, muchas veces gestionadas desde los medios mismos, con tal de preservar el maquillaje orquestado desde las cúpulas: se reproducen loas y divertimentos mientras en la cruda y oculta realidad se multiplican los males que tanto padecemos acendrados en un devenir cotidiano donde ya nos hicieron callo la violencia, la miseria, la corrupción y la impunidad.
Un organismo como el SPR, si se lo exenta de la pleitesía característica de la corte bufa de hoy, puede ser en efecto propositivo y hasta nutriente en una sociedad tan consumida y traqueteada como la mexicana. En principio porque su sola existencia supone un incentivo a la televisión pública con fines no lucrativos sino de divulgación cultural y allí estaría implícito un claro deslinde de la televisión comercial y su programación vulgar, servil, manipuladora y saturada además de publicidad comercial y ahora, en año electoral, con caudales de propaganda electoral que representa miles de millones de pesos carranceados al erario para solaz de los magnates que ya sabemos. La duda surge, sin embargo, porque lo que ahora es el SPR ya existía antes como el OPMA, el Organismo Promotor de Medios Audiovisuales, entidad de gobierno cuyos recursos materiales y presupuestales fueron simplemente transferidos de un acrónimo al otro. El OPMA, sin embargo, estaba sectorizado en la Secretaría de Gobernación y resulta paradójico que en un sexenio tan proclive al control gubernamental en medios, su brazo operador decida amputarse un par de dedos al desvincularse el organismo de la Secretaría. O todo el asunto no es más que otra jugarreta. La credibilidad que obsequiamos los mexicanos al gobierno y sus instituciones es tan baja que cualquier resquicio de duda acrecienta las desconfianzas. Como que, por ejemplo, ahora en el SPR reaparezcan nombres de funcionarios que formaron parte del entramado mediático de los gobiernos de la docena trágica panista, como Alejandra Mota Márquez, quien ya estuvo en la subgerencia de difusión en Pemex y en la dirección de difusión de la Secretaría de Energía durante el sexenio de Vicente Fox, ambas entidades estrechamente relacionadas ahora, por cierto, con la ola privatizadora peñista. O que el mismo presidente del SPR, Armando Antonio Carrillo Lavat, ratificado ahora por el senado (cuya comisión de Comunicación y Transportes preside, curiosamente, el panista Javier Lozano, acusado en su momento de conflicto de interés por la cercanía de su cónyuge con Televisa) tenga en su haber una carrera en medios privados como Canal 40 o… MVS. Y que entre los recursos humanos del OPMA.
Armando Antonio Carrillo Lavat |
Si bien el SPR se jacta de una cobertura de una media de 40 puntos porcentuales en varias ciudades de México, lo cierto es que su red de antenas está presente en menos de la mitad de las entidades federativas y, aun en el mejor de los casos, hay un par de estados, como Veracruz y Guanajuato, donde tiene cobertura (parcial, insisto) en dos municipios.
¿Lo bueno? Su barra contempla canales comunitarios y culturales, como el Once, el 22, TV UNAM y variaciones locales. ¿Lo malo? Su entredicha independencia de un gobierno autoritario en año de elecciones. Y que sobran los indicios de que lejos de suponer un cambio novedoso, el SPR parecería apuntar a más de lo mismo. Un aliño cosmético. Un guiño a la exangüe cultura general del mexicano. La carantoña de una falsa democracia. Una raya más al tigre.
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