Portada
Presentación
Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega
Leer en la voz materna
Alfredo Fressia
González Suárez y
Higgins: la hipérbole
como derivación
Ricardo Guzmán Wolffer
Álvarez Ortega, el poeta español más europeo
Antonio Rodríguez Jiménez
La escritura como
válvula de escape
Ricardo Venegas entrevista
con Elena de Hoyos
El vuelo de la guacamaya en Playas Tijuana
Alessandra Galimberti
Sergio Galindo entre
el delirio y la belleza
Edgar Aguilar
El Bordo (fragmento)
Sergio Galindo
Medio siglo de rock
Miguel Ángel Adame Cerón
La profundidad
del cielo austral
Norma Ávila Jiménez
Desarrollo
Titos Patrikios
Leer
Columnas:
Bitácora bifronte
Jair Cortés
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
Al Vuelo
Rogelio Guedea
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
La Casa Sosegada
Javier Sicilia
Cinexcusas
Luis Tovar
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Rogelio Guedea
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Guerra
No hay peor cosa en la vida que la muerte, porque la muerte es lo contrario a la vida. La muerte destruye, anida el mal, propaga el odio. La vida, en cambio, edifica, une y, al unir, siembra otra vida. La vida es el amor; la muerte, la guerra. Por eso toda guerra, así sea entre un vecino y otro, entre una ciudad y otra, entre uno y otro país, no es la vida, porque no engendra sino destrucción, anida el mal, propaga el odio. Y no hay peor cosa para el amor que la guerra, como no hay mejor cosa para la muerte que la vida. En la guerra, como en el amor, siempre hay dos, uno en uno extremo y otro en el otro. En el amor, que no tiene extremos, aunque sí orillas, los dos que hay siempre se reconcilian. En la guerra los dos pierden, no importa quién tenga la verdad, o quién tenga la mentira. En el amor los dos ganan, aunque ninguno tenga la verdad o ambos tengan la mentira. El que se pone del lado del amor ve la vida. El que se pone del lado de la guerra, la caída. |