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Ah, qué los diputados del pan tan fiesteros…
Parece que en México los políticos nunca nos fallan: siempre son capaces de los más vergonzosos y abyectos escándalos de miseria moral. Quizá de todos los partidos políticos el que fue tradicionalmente la oposición de derechas, del apego a la ortodoxia que suponía el pensamiento conservador mexicano –con sus evidentes tintes de simpatía intervencionista, ese ultranacionalismo abstruso, católico recalcitrante entreverado con un inocultable, evidente enamoramiento de Estados Unidos–, es decir Acción Nacional, es el que más se ha traicionado a sí mismo. Más que la artera izquierda entreguista y sumisa, o que el priísmo tradicionalmente cínico y corrupto. Baste ver cómo se comportan en sus particulares festejos algunos dizque legisladores, “dizque”, porque legislar, lo que se dice legislar, lo han trucado por cabildeo y cortesanía en pos de los poderes fácticos, por porrismo y golpeteo contra las causas populares, causas que favorecerían paradójicamente a ese pueblo intonso y cándido que ha vuelto a votar por ellos, a otorgarles estafeta de rumbo y preponderancia social que ellos, con la mano en la chequera, desvirtúan (allí el nefasto Javier Lozano en la Secretaría del Trabajo el sexenio pasado, por ejemplo). Y no es cosa solamente de sus cenas privadas en los jardines del Senado o de si tienen debilidad por el mercado sexual (recordemos al patético “Pancho cachondo”), sino de presuntas reuniones de quehacer legislativo, de comisiones de trabajo, de lo que hacen en sus asistencias a congresos, comitivas o convenciones.
Era sospecha de muchos pero sin confirmación que hay legisladores perdularios, de fuerte inclinación por la francachela. Ni duda cabe que de todos los colores partidarios. Sabíamos ya de los fiestones del líder del partido Verde en Cancún, y otros casos de misoginia y hasta de brutales abusos, pero no había documentos gráficos como el que hizo público Reporte Índigo, de la fiesta en una mansión en la costa de Jalisco donde reconocidos panistas, actuales diputados, expresidentes municipales –de estados de tradición refractaria y ultraconservadora, ya se ve que profundamente hipócritas, como San Luis Potosí o Guanajuato– aparecen departiendo alegres y ebrios –abundan el whisky, el vodka, el tequila– con un grupo de guapas mujeres que, se nos dice, resultan ser bailarinas exóticas. No le hagamos al tío Lolo: se trata de una fiesta que probablemente desembocó en orgía. Lo que aparece en video es el preámbulo a los revolcones que seguramente vinieron después. Lo que vemos es un grupo de hombres ebrios de poder y dinero, pequeños berlusconis, dando rienda suelta a sus putañeras diversiones como mafiosos de película, como narcos del ideario colectivo. Más que padres legislativos de la patria, esos son criminales con ínfulas elegantes; el fondo musical es elocuente: del electro pop de Adele a la tambora sinaloense. No sería de extrañarse que luego surja la segunda parte, donde aparezcan en calzones o en cueros y dándose un pericazo.
Pero al margen de novelescas especulaciones (distorsión de oficio por la que se disculpa este aporreateclas, proclive a la literatura negra), hay que cuestionar seriamente la calidad moral de alguien que gozando de fuero –y de lacayunas demostraciones de sumisión de quienes los rodean–, en lugar de deberse a la nación se larga a una mansión que cobra tres mil dólares la noche rodeado de bailarinas de table dance, a la fiesta, al desmadre, al “cuánto dura el amor, compadre”, “¿cuánto? ¡Pues lo que dura dura!” y carcajearse como mocosos de secundaria del chiste vulgar. Qué clase de diputado federal tenemos en el individuo que ebrio alarga la mano para tentarle el culo a una de las muchachas que aparecen allí y que, evidentemente, están acostumbradas a ese trato misógino. ¿Qué opinarán las esposas, madres e hijas de esos señores?, ¿qué dirían de sus correligionarios don Efraín González Luna, Manuel Clouthier o Carlos Castillo Peraza? ¿Cuántos de ellos aparecerán luego en comisiones legislativas de equidad de género o de defensa de los derechos humanos o de combate a la trata?
Qué talla moral pueden tener individuos como esos, que seguramente buscan ser gobernadores o hasta uno de los próximos presidentes de un México que ya no está para seguir aguantando sátrapas, padrotes o proxenetas disfrazados de paternalismo, severidad o corbata, con apellido de alcurnia y una curul en su haber que es, en suma, uno de los mayores fraudes cometidos al erario público y en contra de la nación.
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