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Manuel Stephens
Aproximación a la crítica
Hablar en México sobre crítica de danza es decir hacer crítica de la crítica, es traer a la memoria un breve grupo de personas que conforman el fenómeno dancístico desde el lenguaje escrito. A diferencia de la casi exponencial reproducción de bailarines y coreógrafos que ha ocurrido desde el surgimiento de los grupos de danza contemporánea independientes de finales de la década de 1970, el panorama crítico se ha mantenido más o menos estable en cuanto al número de estudiosos de la danza que realizan su labor a través de las letras. Debemos tomar en cuenta que apenas en 1983 se funda el Centro de Investigación y Documentación de la Danza, dependiente de la Subdirección de Educación Artística del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), que hoy se llama Centro de Investigación, Documentación e Información de la Danza José Limón (CENIDI) adscrito al INBA y al Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta). Este espacio de investigación, que dirigió originalmente Patricia Aulestia, ha redituado en publicaciones, aunque ciertamente no las suficientes y en ediciones limitadas. El CENIDI realiza un trabajo de investigación especializado, pero cuando nos referimos a la crítica de danza el primer impulso es pensar en aquélla que se hace en periódicos y revistas. La crítica dancística en los medios de comunicación escritos, así como la difusión periodística de la danza, es la que verdaderamente interesa al grueso de los artistas que conforman esta disciplina. Esto se debe a varias razones de las cuales enumeraré sólo un par: sin generalizar, un gran número de creadores –y me refiero a coreógrafos y bailarines por igual–, no cuentan con el hábito de la lectura. Por una parte, debido a que la enorme carga de actividad física en una profesión mal remunerada los obliga a dedicar su “tiempo libre” a labores que les permitan sobrevivir, con lo que las posibles horas de lectura se esfuman. Otra causa es que las publicaciones verdaderamente especializadas, libros y revistas, siguen siendo mínimas y no se han hecho serios esfuerzos editoriales que sean atractivos para una población que está en constante renovación y que se caracteriza por su juventud –si los bajos rangos de lectores de obras literarias en nuestro país son preocupantes, ¿qué podemos decir en relación con los de textos de danza?
Patricia Aulestia |
La crítica de danza que se hace en la prensa es la que verdaderamente atrae la atención de sus hacedores. La crítica en los medios escritos es de fácil acceso si se les da seguimiento a los críticos, por la regularidad con que publican y por la extensión de los textos, lo cual no implica un gasto considerable de tiempo. Además, este tipo de crítica es atractiva porque da un panorama inmediato de lo que está sucediendo con sus colegas. Pero la clave de su relevancia está en que tiene una utilidad enteramente práctica, pues coadyuva en la inserción de coreógrafos y bailarines en las formas de producción neoliberales de la cultura implementadas desde la creación de Conaculta en 1988. Bajo este contexto, quiero puntualizar que a lo largo del presente texto, al referirme a la crítica de danza estoy restringiendo su espectro –debido a los intereses que me ocupan– a la que se publica en diarios y otras publicaciones periódicas, sin demeritar otro tipo de escritos cuyo alcance, como puede inferirse, es de otra naturaleza.
La danza genera la crítica y la crítica posibilita una legitimación de lo danzado. Como resultado de un mundo globalizado y neoliberal regido por los mass media, las políticas culturales que se han desarrollado en México por más de dos décadas exigen que los artistas validen su trabajo al solicitar apoyos con materiales entre los que se incluye el periodístico. Los funcionarios y jurados que otorgan financiamientos y becas basarán su dictamen no sólo en el currículum, videos y fotografías de los postulantes, sino también en lo que los medios han reportado sobre ellos. Si la relación entre los creadores y la crítica es de origen conflictivo –sin tener necesariamente que serlo–, una disposición que obliga a coreógrafos y bailarines a contar con el respaldo de quienes escriben sobre danza para llevar a cabo sus empresas, puede causar francas reservas y enfrentamientos.
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