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Bazar de asombros
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Bitácora Bifronte
Jair Cortés
Cuidado con la nostalgia, os matará
Yannis Kondós
Embebidos con las letras
Emiliano Becerril
Emmanuel Carrère: enfrentarse al asombro
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Morente vuelve a México
Alain Derbez entrevista con Enrique Morente
El pudor, la piel de la conciencia
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In memoriam James Dean
Ricardo Bada
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Salió de la piquera con la raya todavía casi entera; dos, tres tragos apenas había tomado, pero ya iba zigzagueando, achispados los ojos, porque el tequila se le trepaba pronto. Salió sin hacer caso de los amigos porque la había visto, bajo un farol, toda de blanco, y sintió que lo estaba esperando. Echó a andar tras ella y era claro que lo llamaba. Balanceaba el cabello negro, que le rozaba las nalgas.
El viento le caló, pero no le impidió seguirla. Había una casa al final de la calle, ya en la orilla del pueblo, pero la mujer no entró, le dio la vuelta, lo recibió tendida sobre la alfalfa de un establo, fragante a vida, sin darle el rostro.
Despertó al día siguiente, cubierto por el rocío helado que le ponían encima los primeros rayos del sol. Quiso encontrarla, pero estaba solo, semidesnudo, en un cobertizo, frente a un potrero y los primeros pinos del bosque, entre jirones de niebla. Muy cerca pacía una yegua blanca que tenía negra la crin. |