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Segundas vueltas (II Y ÚLTIMA)
La historia de Fausto es muy distinta a la de Orfeo, comenzando por la suposición de que existió un personaje con ese nombre entre los siglos XV y XVI, con rasgos similares a los que ha desarrollado la tradición literaria posterior, particularmente la alemana. Se cree que el origen de los trasuntos fáusticos se llamó Georg Faust y que nació hacia 1480, en Knittlingen –ciudad ubicada en Baden-Würtemberg– y que murió en 1540, en Staufen, Brisgovia. Fausto, la persona, fue longevo y se dedicó a la alquimia, lo cual lo rodeó de la fama que mantuvo después de muerto; por ejemplo, quienes dicen haberlo conocido afirman que siempre andaba acompañado por dos perros, que eran dos diablos que lo cuidaban.
Menos de medio siglo después de la muerte del Fausto “histórico”, en 1587 se publicó un incunable en la imprenta de Johann Spies, en Frankfurt: la Historia del doctor Johann Fausten, ejemplar sin mucha calidad literaria, pero muy leído, conocido como volksbuch (“libro popular”). Allí se cuenta cómo Juan Fausto, teólogo y practicante de magia negra, invoca al diablo para someterlo a sus órdenes. Mefistófeles, espíritu maligno al servicio del diablo, firma un pacto con su invocante: le ofrece obediencia y proveerlo de toda clase de información durante veinticuatro años, al término de los cuales el alma de éste será propiedad de Lucifer. Durante ese tiempo, Fausto oscila entre los pecados mundanos y el arrepentimiento, pero Mefistófeles interviene para seducirlo, atemorizarlo e impedir que alcance la “contrición perfecta”: terminado el plazo, Fausto muere violentamente y es arrastrado al infierno.
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El éxito de la historia fue casi inmediato. Meses después de la publicación de Spies, Alexander Hock, impresor de Tubinga, encargó a Johannes Feinaug, estudiante de teología en la universidad de esa ciudad, una versión rimada del volksbuch: se publicó en 1588. Cuatro años después, en 1592, Christopher Marlowe escribió La trágica historia del doctor Fausto, versión inglesa mucho más renacentista que las alemanas, aunque el protagonista, al final, también es llevado al infierno por sus pecados.
En el siglo XVIII, g. e. Lessing, por primera vez, tuvo la inspiración de imaginar la posibilidad de que el personaje se redimiera: pensó escribir una obra dramática de la que sólo se conserva un fragmento, escrito en 1760. Ese fue el camino tomado por Goethe en su celebérrimo Fausto, obra en la que el personaje cambió su nombre a Heinrich. La primera parte de este poema dramático se publicó en 1808; la segunda, póstumamente, en 1832. La obra goethiana se convirtió en el canon de la tradición fáustica y en obra cimera de la literatura alemana. En ésta, Fausto es un hombre sabio, insatisfecho por la limitación de su conocimiento y por su incapacidad para ser feliz. Mefistófeles le ofrece los placeres de la vida y Fausto realiza un pacto por el que accede a venderle su alma al diablo a cambio del don de la juventud hasta la muerte del firmante, hecho que ocurrirá cuando éste diga (o sienta, o piense): “Que se detenga este momento: es tan bello.” Juntos recorrerán un largo camino en el que otros padecerán la falta de responsabilidad del protagonista, lo cual culminará con la muerte de Fausto a una (renovada) avanzada edad. Algunos de los grandes temas de la obra son el afán de la juventud eterna, la libertad, la redención mediante el eterno femenino (representado por personajes como Helena –la de Troya– y Gretchen), las relaciones entre el bien y el mal, la moral, los límites de la naturaleza humana…
En el caso de Orfeo, “la segunda oportunidad” es para Eurídice, quien puede volver a la vida, pero también lo es para el deseante de una prolongación de la felicidad tenida con su esposa. En el caso de Fausto, el rejuvenecimiento no es una segunda oportunidad, sino una primera tentación: no es que Fausto estuviera a punto de morir y se le ofreciera la oportunidad de rejuvenecer, sino que, frustrado su intento de suicidio, se le ofrece la primera oportunidad de pecar. En el caso fáustico, al cabo de una vida entera dedicada a la búsqueda del conocimiento, su fuente de pecado se cristaliza frente a una mujer, Margarita; el rejuvenecimiento es la adaptación del protagonista para volverse apetitoso o atractivo para ella. Podría haber una segunda oportunidad de salvación en el Fausto II, luego de la infamia de la pederastia en el Fausto I, aunque el personaje nunca fue condenado en la primera parte.
Bien vistas las dos historias, ¿no son lecturas cultas y melancólicas del fracaso de la segunda vuelta?
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