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Rita Guerrero en el corazón
Ahí estaban todos, agradeciendo desde el escenario, inclinándose como hace años no sucedía. ¿Quién se lo iba a imaginar? Los miembros históricos de la Santa Sabina, desde Jacobo Liberman (teclado 1) hasta Julio Díaz (batería 2), pasando por Juan Sebastián Lach (teclado 2), Pablo Valero (guitarra 1), Patricio Iglesias (batería 1), Alex Otaola (guitarra 2), Leonel Pérez (chelo) y, claro, sus fundadores y columna vertebral, Poncho Figueroa (bajo) y la homenajeada de la noche, Rita Guerrero (voz). Bueno, eso de homenajeada no es tan correcto ni tan fácil. Para quien no lo sepa, a Rita le detectaron cáncer de mama a inicios de 2010 y, en pleno combate, se decidió apoyarla económicamente con un concierto en el Teatro de la Ciudad el pasado 6 de diciembre. La respuesta de la comunidad musical, de los medios y de los melómanos fue conmovedora. Liderando a su grupo con la misma fuerza y sensualidad de siempre, a Rita no le faltó su cabellera para recordarnos lo tremenda cantante que es, lo buena intérprete que es, lo valiente que ha sido –mucho más allá de la enfermedad– a lo largo de una carrera en la que no han faltado obstáculos.
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La noche empezó con Los Jaigüey, banda de Poncho Figueroa. Luego seguimos Jaime López, Fratta (con otro sobreviviente en las percusiones: el señor González), quien esto firma (con Chema Arreola en la batería), Monocordio, Alex Otaola con Iraida Noriega y Daniel Zlotnik, La Maldita Vecindad, La Lupita, Los músicos de José, Lo Blondo (Helloseahorse!) con algunos miembros de Zoe, Natalia LaFourcade, Julieta Venegas, Rubén Albarrán y Meme (Café Tacvba), El jardín de las delicias (banda de música antigua de la propia Rita) y, como decíamos al inicio, La Santa Sabina. O sea que se trató, prácticamente, de un festival de seis horas en donde sólo hubo cariño, respeto y admiración compartidas. Un evento memorable que dejó gente fuera (público y músicos ansiosos de entregarse), y que pudo suceder con éxito en otro foro más grande. Pero bueno, la organización y producción fueron inmejorables, pensando en el poco tiempo que hubo y, la verdad sea dicha, difícilmente se podría igualar la intimidad y belleza del Esperanza Iris.
Ahora bien, ¿qué momentos fueron especialmente emotivos? Independientemente de aquel en el que nos vimos involucrados (hay pocas cosas tan satisfactorias como el agradecimiento a quienes nos antecedieron), de manera personalísima podríamos decir que cuando la Santa Sabina interpretó “Chicles” muchos sentimos lo mismo de hace años, muchos años, cuando, en alguna tocada de Ciudad Universitaria, Rockotitlán o el LUCC, Rita nos provocaba irónicamente a la voz de: “Oye tía tía tía tía tía, tu monedero es azul como de metal, es azul de metal, es azul de metal, tía tía tía tía tía tus manos largas dicen: ‘comprachicles quierochicles chiqui chiquichicles’. Un él... un él o un más, un él, un helado, helado de chicle.” Cuando escuchamos aquello nos paralizamos –antes y ahora– pensando que, superando lo que orbita al rock nacional (el falso glamour, los representantes, las disqueras, etcétera), no es tan mala idea dedicarse a él; que mientras haya gente haciendo piezas lúdicas nada está perdido y habrá un futuro promisorio. Así lo demuestra la historia.
Lejos de los grupos rupestres o urbanos que sonaban en los hoyos fonquissetenteros, pocas bandas como Santa Sabina abrieron sendas tan claras en donde la inteligencia no estaba peleada con la sensibilidad o la buena técnica. Primero bajo el alias de América (cuando sus integrantes estudiaban teatro en la unam a finales de los ochenta), no fue sino hasta que inspiraron su nombre en la legendaria curandera que demostraron sus mejores experimentos progresivos-góticos en dos ternas de discos, fieles reflejos de sus alineaciones: Santa Sabina (1992), Símbolos (1994) y Babel (1996), bajo la firma Culebra Records, y Mar adentro en la sangre (2001), Espiral (2003) y XV años (2005), producidos independientemente. A ellos se sumó uno atípico, el desenchufado de mtv de 1998, ejemplo de lo que antes era el mítico canal de videos.
Hoy, madre de un pequeño y casada con Aldo Max, Rita Guerrero es directora del Coro de la Universidad del Claustro de Sor Juana y voz principal del Ensamble Galileo. Mujer prolífica y de expresión envidiable, su batalla contra el cáncer puede ser respaldada por los lectores que lo deseen haciendo un donativo a la cuenta 0664479673 (clabe 072180006644796732) de Banorte, a nombre de Aldo Max Rodríguez Rodríguez. Ojalá que suceda y que la guerrera conquiste la salud, así como ha conquistado el reconocimiento y solidaridad de los heridos por su canto.
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