Número 168 |
Joaquín Hurtado Hora de junio Un ventarrón cruza las peladas llanuras de junio. El gélido viento arrastra los nortes, descobija montañas, esculpe nubarrones y trae un mensaje que no logro descifrar. El torbellino congrega su poder en los cristales pasmados, retumba en las tapias, desquicia las puertas, sacude el vecindario y derrama las copas del amor alucinado. ¿Qué dices viento maldito? ¿Qué malas nuevas traes hasta los confines del quebranto? Las garras de la tempestad me asedian, se clavan impunes en las ruñidas rendijas de mi costillar, sus aullidos me lamen la panza escurrida. Un presagio se desmorona en mis ojos encharcados. Me asomo a la calle. Todo está en calma. Yo sólo estoy soñando los sueños rabiosos del sida. Es tan extraña esta hora de junio. Los pavimentos están en reposo, el cielo ondula en su eternidad escalofriante. Regreso a mi lecho hervoroso de salitres. ¿Será este fragor la dulce vocal de las matanzas infinitas? ¿Es la melodía celestial, la canción redentora, el himno nacional de los helicópteros artillados? ¿Es el rugido, es el susurro, es el arrullo de la metralla desbocada? ¿Qué coros mientan las criaturas masacradas? ¿Qué me quieres comunicar huracán prodigioso, papalote de chiles quemados sobre el acero autoritario? ¿Qué me silbas vendaval impertinente, qué malversas, qué cantas en el balcón de mi sueño meridiano? —Es que Carlos… El ramalazo espantoso me entrega su noticia y se pone a llorar bajo mi almohada. |
El triunfo cultural de Carlos Monsiváis VIH/sida en comunidades indígenas Opinión LA CONTRA Editorial
|
||||