“Enchula la máquina sexual. Cuida tu hombría y virilidad”, recomienda el encabezado de una revista dirigida a varones. Como éste hay muchos ejemplos de que los hombres parecen ver a su cuerpo como una maquinaria a la que hay que dar mantenimiento, pero sin que ello demuestre que está dañada.
La vergüenza y el “temor a perder su masculinidad” fueron las dos respuestas más repetidas que dieron los hombres para no acudir a una revisión médica, según reveló una encuesta llevada a cabo por la Universidad de Oxford y publicada en la revista British Journal of General Practice. El engranaje
Dentro del escroto se alojan, además de los testículos, una serie de conductos que también forma parte del aparato reproductor masculino.
El epidídimo es un tubo estrecho y alargado que se encuentra en la parte superior-posterior de cada testículo, y que lo conecta con el conducto deferente. El conducto deferente es otro tubo (uno para cada testículo) formado por tejido muscular y conecta el epidídimo con los conductos eyaculatorios. A través de contracciones de su recubrimiento de músculo liso, transporta el semen durante la eyaculación. Los conductos eyaculatorios también son dos, comienzan al final de los conductos deferentes y terminan en la uretra. Durante la eyaculación, el semen pasa a través de ellos y luego es expulsado a través del pene.
Toda esta tubería es susceptible de diversos daños. La torsión testicular, por ejemplo, se presenta cuando el conducto eyaculatorio se tuerce, interrumpiendo el suministro de sangre al testículo. Sus síntomas son dolor intenso o inflamación en el testículo, sobre todo después de un golpe, aunque también puede ocurrir con el ejercicio vigoroso, o bien, sin una causa aparente. Es más común durante la infancia (primer año de vida) y al comienzo de la adolescencia.
De igual forma, pueden inflamarse ciertas secciones del cableado. Por ejemplo, la epididimitis generalmente es causada por una infección originada en la uretra o la vejiga, o bien, por bacterias como la E. coli y ciertas infecciones de transmisión sexual como la gonorrea y la sífilis. La misma gonorrea y la clamidia pueden también causar orquitis, es decir, inflamación de uno o ambos testículos.
Para detectar cualquier protuberancia inusual dentro del escroto, hay que hacer un chequeo mensual. Se recomienda que sea durante un baño caliente, ya que la piel estará más flexible. Debe examinarse un testículo a la vez, pasando los pulgares y los dedos índice y medio sobre su superficie, aplicando una leve presión. El epidídimo se sentirá sobre y detrás del testículo, ese es un bulto normal. Lo irregular serían protuberancias a los lados o al frente del testículo, que podrían ser tan pequeñas como un grano de arroz. En caso de detectarlos, hay que visitar al médico. Aditivos
Para completar la formación del semen existen las vesículas seminales y la próstata, que proporcionan fluidos que lubrican la tubería del sistema reproductor y nutren el esperma. Las vesículas se encuentran unidas a los conductos deferentes, mientras la próstata se ubica debajo de la vejiga.
La próstata puede presentar un agrandamiento benigno conforme la edad del hombre aumenta. Esto no es una enfermedad. El crecimiento de esta glándula es una de las situaciones que se detecta con el famoso tacto rectal, pues es necesario que el médico constate, tocando por dentro del ano, si ha crecido y si es la causa de síntomas como orinar más frecuentemente o tener dificultad para iniciar la salida de la orina. El tratamiento más efectivo es extirpar la próstata, aunque también hay medicamentos que bloquean la hormona que favorece su crecimiento, pero no son eficaces en todos los casos.
Otro padecimiento, la prostatitis, inflama este órgano y causa síntomas como dificultad o dolor al orinar, ganas de orinar frecuentemente, dolor en la ingle, dolor al eyacular o dolor en la zona genital. Por lo general es causada por bacterias y se controla con antibióticos. La palanca
El pene, ese órgano que los hombres tanto valoran y en el que con frecuencia depositan su masculinidad, también puede necesitar reparación.
El cuerpo del pene consiste en tres cámaras interiores hechas de tejido eréctil parecido a una esponja, conformado por miles de cavernas que se llenan de sangre cuando el hombre está estimulado sexualmente, causando la erección.
A este nivel aparece la enfermedad de Peyronie, en la que una placa o bulto duro, formada por tejido eréctil, surge en el pene, más comúnmente en la parte superior. Suele curarse sin tratamiento al cabo de 6 a 12 meses, pero mientras tanto puede hacer que el pene se arquee durante las erecciones e incluso causar dolor. Si la situación es extrema, será necesario hacer una cirugía.
En cuanto al recubrimiento del pene, la piel puede verse afectada por la balanitis, una inflamación del prepucio. Los síntomas son enrojecimiento o hinchazón, comezón, sarpullido, dolor y una secreción con mal olor. Es más frecuente en hombres no circuncidados y que tienen una higiene deficiente, y los hombres con diabetes son propensos a sufrirla.
También en el prepucio se puede presentar la fimosis, trastorno en el que esa piel es tan ajustada que no se puede retraer para descubrir el glande. Es más frecuente en niños y puede ser provocada por una infección o por el tejido cicatrizante que se formó después de una lesión. Una causa más es, precisamente, la balanitis. Una variación, la parafimosis, se da cuando el prepucio se queda atorado entre el glande y el cuerpo del pene, llegando a impedir el flujo sanguíneo. Por esto es una condición médica que se debe atender lo más pronto posible. Fallas en la transmisión:
disfunciones sexuales
Entre los problemas de desempeño sexual más frecuentes y más preocupantes para los hombres destacan la eyaculación precoz y la disfunción eréctil. No es casualidad el bombardeo publicitario de píldoras, ungüentos y sprays que prometen combatirlos.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, la eyaculación precoz es la disfunción sexual más prevalente y afecta principalmente a hombres de 16 a 64 años de edad. El Consejo Nacional de Salud y Acción Social Life Survey, de los Estados Unidos, estima que 30 por ciento de los hombres en ese país presentan esta problemática, aunque es difícil dar una cifra puesto que es un problema no siempre identificado.
No hay una definición “oficial” para la eyaculación precoz. Durante años se habló del tiempo que tardaba el hombre en eyacular; incluso de cuántos movimientos de cadera podía hacer antes de expulsar el semen. Hoy en día existe acuerdo en que se trata de una combinación de factores: el hombre es incapaz de retrasar la eyaculación cuando lo desea, le sucede en todas o casi todas las penetraciones y le provoca angustia y ansiedad, incluso al grado de que trata de evitar las relaciones sexuales.
La eyaculación precoz puede ser primaria o secundaria. La primera es la que ha estado presente desde el inicio y durante toda la vida sexual del varón. La secundaria es la que aparece en algún momento de la vida. Si esta disfunción es primaria, acaba de ser aprobado su tratamiento farmacológico, la dapoxetina. Es uno de los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina, una familia de medicamentos usados en el tratamiento de la depresión y la ansiedad. En el caso de la eyaculación precoz secundaria, la terapia sexológica es el tratamiento indicado.
En cambio, la disfunción eréctil lleva la delantera en la investigación farmacológica para su tratamiento. Se trata de un trastorno que impide lograr o mantener una erección el tiempo suficiente para una relación sexual satisfactoria, y casi siempre está asociada a padecimientos de salud serios, como la diabetes. Fue el primer problema de la vida sexual del que la medicina se ocupó, logrando así el desarrollo de, hasta hoy, tres sustancias inhibidoras de la fosfodiesterasa 5, que facilitan la erección. El sildenafil, el tadalafil y el vardenafil son las opciones disponibles para este tratamiento, y es importante que sean recetadas por un médico capaz de identificar el origen de los problemas de erección.
Seguro de cobertura
amplia: el condón
El único aditamento con el que el hombre cuenta para proteger su salud sexual de posibles infecciones es el condón. No es poca cosa. A casi 30 años del surgimiento del VIH/sida, ya es como de la familia. Sin embargo, ese virus no es el único riesgo que se enfrenta al tener contactos sexuales sin protección.
Las bacterias como la clamidia son de las infecciones más frecuentemente transmitidas por el coito sin condón. El hombre que la tenga puede presentar secreción del pene o ardor al orinar, o bien, picazón y ardor alrededor del meato urinario. Esta infección no trae consecuencias graves para el varón.
No puede decirse lo mismo de la gonorrea. Esta otra bacteria podría no causar síntomas, pero cuando los hay, aparecen de 1 a 30 días después de la infección. Se trata de secreciones amarillas o verdosas por la uretra, acompañadas de picazón y sensación urgente de orinar. En este caso, la consecuencia a largo plazo puede ser la infertilidad, pues se dañan los testículos.
Una de las infecciones graves por bacterias es la sífilis, que puede llegar a afectar al cuerpo entero. Aunque no siempre causa síntomas, esta infección consta de cuatro etapas. En la primera aparece, entre 9 y 90 días después del contagio, una lesión sin dolor, firme y redonda.
En la segunda etapa hay síntomas parecidos a la gripe y puede haber salpullido en las palmas de las manos, plantas de los pies e ingles. También puede caerse el pelo en diferentes áreas, haber dolor muscular, llagas en la boca, cansancio. Si la sífilis no se trata, en la tercera etapa los síntomas desaparecen pero esto no indica que se haya curado la infección. La cuarta etapa es la de la sífilis final, que puede durar años y causar ceguera, enfermedad mental, parálisis, enfermedades cardiacas o la muerte.
Todas estas infecciones son tratables y curables, por lo que es necesario ir a una revisión médica si se presenta cualquiera de sus síntomas, por intrascendente que parezca.
En contraste, existen las infecciones sexuales por virus, organismos que, una vez dentro del cuerpo permanecen ahí, ya sea desactivados o en vida latente. Este segundo caso es el del herpes genital, el cual presenta llagas similares a los “fuegos” labiales. Las partes húmedas como la boca, la garganta, el ano y los ojos se infectan fácilmente. Sus síntomas son los mismos del herpes bucal (comezón, hormigueo en la zona) y aparecen entre 2 y 20 días después del contacto. Las llagas abiertas pueden sanar solas al cabo de unas tres semanas, pero es importante acudir al médico porque el herpes no es curable, aunque las lesiones sí se pueden tratar.
Una infección más por virus es la causada por el virus del papiloma humano (VPH). Puede no dar síntomas pero si aparecen, son los condilomas: verrugas que no duelen y crecen en forma de racimos o coliflores en el área genital, el ano, la boca o la garganta. El VPH no puede curarse, pero los condilomas sí se retiran mediante varias técnicas de cirugía.
Cualquiera que sea la falla que presente la “máquina sexual”, un médico general debe tener al menos cierto conocimiento sobre los problemas de salud sexual del hombre. Para mayor especificidad, la urología y la andrología son las especialidades que se deben consultar. S U B I R |