Número 154 |
Eduardo Galeano* Las edades de la historia
Salvo en los reinos de los aztecas y de los incas, los homosexuales eran libres en América. El conquistador Vasco Núñez de Balboa arrojó a los perros hambrientos a los indios que practicaban esta anormalidad con toda normalidad. Él creía que la homosexualidad era contagiosa. Cinco siglos después escuché decir lo mismo al arzobispo de Montevideo. El historiador Richard Nixon sabía que este vicio era fatal para la Civilización: – ¿Ustedes saben qué pasó con los griegos? ¡La homosexualidad los destruyó! Seguro. Aristóteles era homo. Todos lo sabemos. Y también Sócrates. ¿Y ustedes saben lo que pasó con los romanos? Los últimos seis emperadores eran maricones... El civilizador Adolf Hitler había tomado drásticas medidas para salvar a Alemania de este peligro. Los degenerados culpables de aberrante delito contra la naturaleza fueron obligados a portar un triángulo rosado. ¿Cuántos murieron en los campos de concentración? Nunca se supo. En el año 2001, el gobierno alemán resolvió rectificar la exclusión de los homosexuales entre las víctimas del Holocausto. Más de medio siglo demoró en corregir la omisión. Safo Dicen que nació hace dos mil seiscientos años, en la isla de Lesbos, que por ella dio nombre a las lesbianas. Dicen que estaba casada, que tenía un hijo y que se arrojó desde un acantilado porque un marinero no le hizo caso, y también dicen que era petiza y fea. Quién sabe. A los machos no nos cae muy bien eso de que una mujer prefiera a otra mujer, en vez de sucumbir a nuestros irresistibles encantos. En el año 1703, la Iglesia Católica, bastión del poder masculino, mandó quemar todos los libros de Safo. Algunos poemas, pocos, se salvaron. Leonardo Fue absuelto, por falta de pruebas, y volvió a la vida. Y pintó obras maestras, casi todas inconclusas, que en la historia del arte inauguraron el esfumado y el claroscuro; escribió fábulas, leyendas y recetas de cocina; dibujó a la perfección, por primera vez, los órganos humanos, estudiando anatomía en confirmó que el mundo giraba; inventó el helicóptero, el avión, la bicicleta, el submarino, el paracaídas, la ametralladora, la granada, el mortero, el tanque, la grúa móvil, la excavadora flotante, la máquina de hacer espaguetis, el rallador de pan... y los domingos compraba pájaros en el mercado y les abría las jaulas. Quienes lo conocieron dijeron que jamás abrazó a una mujer, pero de su mano nació el retrato más famoso de todos los tiempos. Y fue un retrato de mujer. * Tomado del libro Espejos. Una historia casi universal (Siglo XXI Editores, 2008). Publicado con autorización de la editorial, respetando el estilo editorial del original. |
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