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José Luis García:el ritmo de la vida cósmica
José Luis García (Huajuapan de León, Oaxaca, 1957) es un orgulloso transmisor de la cultura de sus ancestros mixtecos y su arte está profundamente vinculado a las técnicas milenarias de la pintura y la cerámica precolombinas, cuyos orígenes y procesos ha investigado con acuciosidad. Desde hace varios años ha desarrollado una técnica novedosa en la realización de murales y esculturas en barro cocido con tierras naturales siguiendo las usanzas antiguas, incluido el bruñido de sus superficies con cuarzo y piedra de pedernal. Su creación es el resultado de la fusión de la tradición ancestral y un lenguaje plenamente contemporáneo que expresa su pasión por el cosmos y su diálogo íntimo con la naturaleza. Actualmente se presenta en la Casa Lamm su obra pictórica y cerámica reciente, en una hermosa y evocadora exposición titulada Colores para combatir la tiricia.
Autodidacta de formación, Cruz inició su quehacer pictórico en los talleres de Arturo García Bustos, Arnold Belkin y Luis Nishizawa, con quienes trabajó como ayudante en la producción de algunos murales de carácter histórico. Más adelante se desliga de la pintura convencional y se aboca a la experimentación de una técnica que consiste en aplicar el barro y tierras sobre las superficies al fresco , para crear los murales de arcilla que ha realizado en varios sitios de México, Alemania y Francia. En forma paralela a estos trabajos siguió practicando la pintura sobre papel y lienzo, apartándose poco a poco de la figura hasta llegar a una expresión deliberadamente abstracta. Los lienzos que integran esta exposición son el resultado de varios años de indagación formal y técnica, y en ellos se revela su constante necesidad de fusionar las raíces y la vanguardia. Los materiales empleados en estas pinturas son la tinta de caracol púrpura y la grana cochinilla, colorantes naturales que remiten directamente a las culturas precolombinas.
Pintura con caracol y grana cochinilla |
El caracol púrpura es un molusco que se adhiere a las rocas en mares agitados desde las costas de Baja California hasta Perú. El animalillo, de escaso tamaño, posee una cápsula donde almacena una tinta violeta que utiliza para protegerse de sus depredadores. El uso de esta tinta en el teñido de telas y objetos artísticos se remonta a tiempos prehispánicos y hasta la fecha conserva su valor cultural en la elaboración de prendas exquisitas, que se siguen usando en los casamientos y entierros en diversas comunidades indígenas, especialmente en Oaxaca. La extracción de esta tinta requiere de un proceso excesivamente delicado, ya que un caracol genera sólo de uno a tres mililitros de tinta que con todo cuidado se le retira sin hacerle daño. Así señala el decano tintorero Mauro Habacuc Avendaño, guía y maestro de este arte desde hace más de sesenta años: “Sabemos cómo cuidarlo y no matarlo. Lo mata quien no sabe.” Bajo la égida y dirección de Habacuc, José Luis Cruz se dio a la tarea de “ordeñar” uno a uno cientos de caracoles que le proporcionaron su invaluable tinta violeta para la elaboración de las magníficas pinturas que integran esta muestra. Con toda paciencia y delicadeza, el artista aplicó la tinta sobre sus lienzos mediante trazos gestuales y rápidos, de una sola intención, dado que el color es firme y se fija en pocos segundos con la acción combinada del sol y del oxígeno.
Su investigación sobre las técnicas pictóricas ancestrales lo ha llevado también a incursionar en el uso de la grana cochinilla, que es un insecto parásito del nopal de cuyo cuerpo desecado se obtiene un colorante rojo carmesí. Así, los violetas del caracol y los rojos de la cochinilla conjuran un estallido cromático de una frescura sorprendente, y sus composiciones evocan paisajes etéreos en los que el azar y la poesía de la naturaleza se conjugan para crear, más que formas, insinuaciones.
Las telas de José Luis Cruz se acercan al espíritu oriental de la pintura zen que persigue presentar la ausencia más allá de la presencia. El gesto suelto y desbordado que nace de la premura que demanda la técnica da lugar a procesos incontrolables: la libertad del trazo construye manchas que abren las compuertas de la fantasía, en tanto que el arrebato y la armonía se funden en la ligereza del espacio. Hibridación de los colores, turbulencia de las luces y sombras que se disputan en el vacío, silencio del blanco, estallido de violetas, morados y rojos… José Luis atrapa en un instante fugaz el ritmo cósmico de la naturaleza, y plasma en sus pinturas apariencias y ausencias que se entreveran en el vaivén de sus formas incitantes.
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