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Sergio Mondragón: vigencia del Aprendiz de brujo
CREDITO
Si creen que voy a decir que imagino
una puerta y salgo por ella hacia otros reinos,
lo lamento
Juan Manuel Roca Hay quienes, obsesionados por las etiquetas,
colocan signos, nombres, oraciones,
símbolos o números con tal de clasificar,
pero ¿cómo nombrar al misterio?
En las que fueron las últimas líneas de su obra,
Octavio Paz dijo: “Vivir es también pensar y, a veces,
atravesar esa frontera en la que sentir y pensar se
funden: la poesía.”
Pero, ¿cuál es el juego de la escritura? Allan Poe
aseguraba que el principio y el final de un poema
podían ser calculados. Para Baudelaire, creador
del poema en prosa, el poema es un todo estético,
hasta lograr circularidad en la obra. Para Vicente
Huidobro el poeta no debería merodear la flor: “¡Por
qué cantáis la rosa, oh Poetas!”, sino: “Hacedla
florecer en el poema/ Sólo para nosotros viven
todas las cosas bajo el sol./ El poeta es un pequeño
Dios.”
El poeta Raúl Gustavo Aguirre pronunció: “La
poesía es algo maldito y es necesario explicar de
nuevo este lugar común. Maldita por ser la moral
más pura en un mundo inmoral, el rostro único en
un mundo inmoral, el rostro único en un mundo de
máscaras, la hombría cierta ante la intelectualidad
bufona y pierdetiempo. Maldita por ser la inteligencia
y el amor fundiendo juntos. Maldita por sus
exigencias, por su avidez de conciencia y de verdad,
por su necesidad de existir sin condiciones.”
Aunque el poeta no es quien oferta definiciones
de su arte, “el animal metafísico cargado de congojas”
(Huidobro dixit) debe olvidar su nombre para
ser un medio en el que confluyan los significados
en varios planos. Devienen las palabras de Olga
Orozco cuando nos advierte que una definición de
la poesía es anacrónica porque ésta, al enunciarla,
ya cambió, está en constante movimiento.
El poeta colombiano Jotamario Arbeláez, al realizar
un recuento sobre el movimiento nadaísta dice:
“La revista El corno emplumado de México, dirigida
por Sergio Mondragón y Margaret Randall, publicaba
nuestros escritos y nos tendía un puente para
la comunicación, lo mismo hacía Ernesto Cardenal,
el poeta sacerdote revolucionario.”
José Agustín es contundente: “En México se
dieron pocos beatniks. El más connotado de todos
fue el poeta Sergio Mondragón, quien [...] fundó El
Corno Emplumado, una excelente revista literaria,
bilingüe, donde publicó la plana mayor de los poetas
beat de Estados Unidos.”
Reinventar el lenguaje, hablar con el idioma del
fuego, oficiar como aprendiz de brujo, posesionarse
del otro: entrar en la locura y regresar. Domar el
orbe de palabras erosionadas por la repetición estéril
de un cielo gobernado por la mercadotecnia.
Si el poema contradice al tiempo, el tiempo de
la poesía es otro. Ante esta indiferencia, la poesía
incursiona en los terrenos del espíritu, sitio donde la verdad es entrega, el silencio del poeta que
regresa del viaje con mirada distinta.
La poesía de Sergio Mondragón nos enseña a
mirar. Javier Sicilia lo confirma así: “Una poesía así
trabajada desde lo más íntimo, nos transforma o no
sirve para nada.”
Por ello dice en su Reencuentro con una amiga: “Pongo una fecha/ la recuesto en el tiempo/ vibra
una hoja/ en la boca del libro/ bosques de calendarios/
se dan cita a las cinco/ sopla el viento de
siempre/ vuelan los años atareados/ en fila
hacia el encuentro/ surgen escenas desterradas/
al desván olvidado/ mientras corro a buscarte.”
Testimonio de que en el poeta se conjugan los
tiempos, la obra de Sergio Mondragón ofrenda una
poesía sin etiquetas.
Llegar a la poiesis que encierra la convicción de
dar sin esperar el aplauso o la regalía, es un guiño
de ojos al lector: léeme, aunque no soy el camino, la
verdad y la vida; hay puertas que se abren, como las
de la percepción.
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