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U2… sin línea, sin horizonte
El otro día alguien me preguntó si compraría el nuevo disco de U2, No Line on the Horizon. Dije que sí. Pese al mal sabor que hoy me produce el grupo, quiero renovar mi opinión. No sé si a muchos les interese como para dedicarme unos minutos, pero es un hecho que durante los próximos meses el cuarteto irlandés se apoderará de la radio, la televisión y los estadios del mundo entero, y prefiero estar alerta. Y es que, aunque U2 es como una estatua manchada por el excremento de los pájaros que habitan su cabeza, sigue siendo la banda más global que existe. Prueba es que puede convocar a sus viejos colegas Brian Eno, Daniel Lanois y Steve Lillywhite para producir, componer y arreglar un mismo disco. ¡Melancólico esnobismo! El resultado: mucha información, poca claridad.
El caso es que no sólo compré el nuevo disco de U2. Ya lo escuché una, dos, tres veces… cuatro… En las primeras rondas no logré concentrarme. No encontré ninguna red que me convirtiera en su presa. En las últimas de plano hice de tripas corazón para cumplir como un valiente la encomienda inicial: tener una opinión.
Tres rolas de amor, una reflexión nocturna, una cursilería descafeinada y el hit radial. Esa es la primera media docena del álbum. Y ya se sabe: para ese momento han sonado chelos, violines, programaciones, teclados, cornos, órganos, paisajes sonoros cortesía de Lanois y Eno, “ruiditos”, un ambiente demasiado intrincado… miles de dólares… Y cosas que desconciertan: el abuso de los coros, lo aguda que quedó la voz, la poca presencia de la batería, el errático volumen de elementos armónicos, la disolución del cimiento del grupo en pos de un origami pasajero, endeble. En tal contexto, son el bajo y la guitarra quienes mejor librados salen, aunque sea un hecho consumado que hayamos perdido a David Evans, alias The Edge . Así es. Podemos decir adiós a su poético minimalismo, a sus humildes y despreocupados trazos. ¿Faltan una quinta y sexta vueltas del disco? (Voy en la octava.)
¿Las letras? Ya sabemos que Bono puede ser un tipo inspirado. Hay buenos versos, como los inaugurales “conozco a una mujer parecida al mar; cada día observo su manera de cambiar, para mí”. Aunque también hay ingenuidades como “cada generación tiene su oportunidad para cambiar al mundo”, o “el futuro necesita un gran beso”, según reza la muy americana “ Get on Your Boots ”. Las cinco piezas finales, por su cuenta, dinamitan la unidad del trabajo. “Stand Up Comedy” es una suerte de funk-rock con pasajes corales a la David Bowie y guitarras a la Pearl Jam, aunque sin la testosterona necesaria. Su letra, además, es el mayor berrinche que Bono haya hecho. Finalmente le respondió al mundo: “Tengo el ego levantado pero mi ego no es el enemigo real, es como un niño cruzando el octavo carril de una autopista en un viaje de descubrimiento. Levántense las estrellas de rock, Napoleón está sobre sus tacones altos… Josefina, cuidado con el hombre pequeño de grandes ideas.” Sin palabras. Nada peor que la vanidad justificándose con las mismas flechas que la hirieron tan certeramente.
“Fez-Being Born” representa la suma de todos los caprichos. Un cuadro diáfano dedicado al paso de inmigrantes por el estrecho de Gibraltar. “White as Snow” parece bella pero resulta forzada: “Si tan sólo un corazón pudiera ser blanco como la nieve.” ¡Por favor! Ni el corno francés la salva. Su poesía, para crecer, debía ser todo menos grandilocuente. “Breathe” es otro capricho medianamente roquero sobre el que ya estamos imaginando el videoclip (tal vez de Anton Corbjin, otro de los talentosos involucrados en este “nuevo U2”). Con un solo de guitarra digno de Guns'n Roses, su compás ternario funcionaría para un vals de jueves por la noche… pero ya es domingo en este periódico… y no podemos dar la espalda a los días pasados. Finalmente, “Cedars of Lebanon”, típica elegía para terminar un disco, se obliga a utilizar escalas árabes al presentar su diario de viaje, literariamente afortunado aunque no da para más.
Sirva de conclusión esta imagen: mi mujer me mira con el desconcierto pintado en la cara. “¿De verdad creen los de U2 que me voy a poner a cantar esas letras con esas melodías?” Es verdad, ya no se puede cantar a U2. Sus integrantes, esos antiguos colegiales que se conocieron por casualidad, de golpe y porrazo, para hacer escándalo en una cocina, han perdido la brújula, la línea del horizonte. Afortunadamente aún hay quienes traen tatuadas las cartas de navegación en el pecho. (Y no me refiero sólo a viejas leyendas.) Por cierto: ¿fueron a ver a Radiohead?
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