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Manuel Stephens
Josefina Lavalle: institucionalidad y rebeldía
Hay momentos en que se piensa que las cosas no pueden estar peor y es entonces cuando salen de nuevo a la luz hechos que de tan cotidianos ya no se repara en ellos. Este es el caso de que en la República Mexicana , que sigue siendo absurdamente centralista, el Distrito Federal cuente con tan pocos foros especializados para la danza, y que en los estados no se den ni siquiera visos de una situación parecida. En un país con más de cien millones de habitantes, El Teatro de la Danza del inba y la Sala Miguel Covarrubias de la unam son los dos únicos espacios cuya vocación es plenamente dancística (si dejamos de lado las incursiones que a últimas fechas han tenido otras dependencias de la unam en la Covarrubias ) y profesional (los teatros de la Escuela Nacional de Danza se utilizan principalmente para prácticas escénicas). Otros encomiables esfuerzos por abrir y mantener espacios para la danza son el Centro Cultural Los Talleres, que dirige Isabel Beteta, y el Teatro Legaria, que tiene en comodato la compañía ux Onodanza dirigida por Raúl Parrao.
Si trasladamos estas condiciones al ámbito de la investigación y sus publicaciones, el panorama tampoco es alentador. Por esta razón, el que esporádicamente se editen libros especializados llega a ser un acontecimiento. Josefina Lavalle: institucionalidad y rebeldía, de Patricia Camacho Quintos (INBA/FONCA 2009), investigadora del Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de la Danza José Limón, es una obra en la que se reconstruye la vida personal y pública de una de las mujeres fundamentales del movimiento de danza moderna en nuestro país, así como de la profesionalización de la educación y la investigación.
El libro, clasificado por la autora como un trabajo de divulgación, está dividido en capítulos que cronológicamente van narrando, en voz de Camacho y de la propia Lavalle, el paso y las huellas dejadas por esta bailarina, coreógrafa, maestra e investigadora en el campo dancístico. Intercalados entre los capítulos se reproducen testimonios de figuras como Guillermo Arriaga y Guillermina Bravo, entre otros; asimismo, se reproducen textos inéditos de y sobre Lavalle, un interesante catálogo de sus coreografías comentado por ella misma, una cronología y una memoria gráfica.
En libros de este tipo es importante resaltar la información que de alguna manera redimensiona al personaje en cuestión, sobre todo para quienes no tuvimos la experiencia directa con su trabajo. Lavalle es fundadora, como maestra y bailarina, de la Academia de la Danza Mexicana (recuérdese que la adm también fue pensada como una compañía y no sólo como escuela); ahí compone su primera coreografía en 1947. Camacho cita la alta opinión de Bravo sobre el trabajo coreográfico de Lavalle, al cual caracteriza como inventivo y limpio. Ambas coreógrafas son comparadas en 1953 por el crítico Raúl Flores Guerrero, quien asevera: “El equilibrio, aún no logrado por Guillermina Bravo, entre la temática y la expresión artística, fue obtenido en este caso por Josefina Lavalle de manera estupenda. Quizá ello se deba a que la intuición poética encauzada por un sistema bien elaborado de composición puede unirse, más fácilmente que la espontánea proyección subjetiva del sentimiento creador, a la técnica coreográfica para la realización de un ballet moderno.” A diferencia de los de Lavalle, los mejores tiempos de la Bravo estaban aún por llegar.
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Lavalle dirigió la adm en dos períodos (separados por un despido injustificado por apoyar el movimiento estudiantil de 1968) y está detrás del proyecto de formar bailarines “integrales” que se implementó en esta institución; éste consistía en que los alumnos fueran capacitados para interpretar danza folclórica, contemporánea y clásica; también colaboró en la fundación de los Centros de Educación Artística (Cedart); ambos proyectos son cuestionables a la distancia, pero sin duda marcaron a generaciones. Dirigió el Fondo Nacional para el Desarrollo de la Danza Popular Mexicana (Fonadan), un esfuerzo enorme de investigación sobre la danza tradicional mexicana cuyos logros tristemente se enmohecen en alguna bodega, que es pionero en la institucionalización de la investigación sobre danza en nuestro país.
La labor de Josefina Lavalle en prácticamente todas las áreas dancísticas es digna de reconocimiento y es imposible agotarla en este espacio; remito a los lectores a Josefina Lavalle: institucionalidad y rebeldía, de Patricia Camacho Quintos.
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